Entre ladridos y miradas

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Día 3: Fugaz

Lanzó una vez más la pequeña pelota rojiza que traía en las manos, con la intención de que el perro que estaba a su lado fuera por ella, como cada vez que lo habían hecho ya esa tarde

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Lanzó una vez más la pequeña pelota rojiza que traía en las manos, con la intención de que el perro que estaba a su lado fuera por ella, como cada vez que lo habían hecho ya esa tarde. La pelota cayó lejos, cerca de la entrada, casi en el punto exacto que estaba debajo del gran letrero que cerraba "Área de paseo libre para mascotas".

Mientras Max corría apresurado tras el objeto carmín, Damian aprovechó para tomar asiento en una banca que estaba cerca y apoyar la cabeza en el respaldo mientras cerraba los ojos. Había estado tan ocupado repasando los detalles de un caso realmente peculiar que no había podido pegar un ojo durante toda la noche. Pero, el juicio sería en unos pocos días, y si quería mantener su reputación como el mejor abogado de todo Berlint, su cansancio debía pasar a segundo plano.

Al pasar unos minutos y no sentir a Max a su lado nuevamente abrió los ojos y se irguió en su lugar para empezar a buscar al perro con la mirada, pero unos ladridos agresivos lo hicieron detenerse y voltear rápidamente al lugar de donde se originaron. Cuando observó lo que sucedía se levantó al instante y caminó a paso rápido hasta el lugar en donde sucedía todo aquello, no sin antes maldecir por lo bajo, claro.

Una mujer con un tono de cabello realmente peculiar sujetaba con dificultad la correa que corría el riesgo de romperse en cualquier momento por la fuerza que utilizaba el perro que sujetaba. Era un perro grande y con abundante pelaje blanquizco, excepto por unas manchas negras que cubrían sus patas, como si de guantes se tratara, el que ladraba ferozmente al pastor alemán que no se quedaba atrás en aquella guerra de ladridos.

— ¡Bond, basta! ¡Quédate quieto! — dijo la mujer mientras intentaba contener a su perro.

Justo en el momento en que Max hacía el ademán de lanzarse contra el tal Bond, Damian llegó y lo sujetó por el collar con mucha más facilidad que aquella mujer y le colocó la correa. Mientras se la colocaba, la mujer se apoyaba sobre una rodilla y acariciaba suavemente la cabeza de su perro, quien seguía mirando con aparente odio al otro perro que copiaba su acción.

— Lo siento, él no suele ser conflictivo, no sé qué pasó — habló ella mientras seguía acariciando a Bond pero con la mirada fija en Damian.

— No importa — él no dijo nada más, tan solo siguió mirando la escena. 

Había algo en esa mujer que lo llenaba de curiosidad. Quizá eran esos brillantes ojos color jade que lo miraban con una disculpa clara en la mirada, o ese peculiar tono de cabello que por alguna razón parecía ser natural, o esa extraña sensación que tenía de haberla visto antes.

No sabía qué, pero había algo.

Bajo la mirada de él, ella levantó la rodilla del suelo y se irguió completamente mientras sacudía un poco la tierra que había quedado en su rodilla. Damian pudo observar que era mucho más baja que él. Si ella se parara a su lado, él le sacaría poco más de una cabeza. Finalmente, ella le sonrió de forma amable y, antes de girar y seguir su camino, sacudió la mano hacia él, despidiéndose.

Ethereal Finds | Damianya week 2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora