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Estadio Alberto j Armando.

Era otoño y entrenar a las ocho de la mañana era motivo para estar abrigado, al menos con una remera manga larga bajo su camiseta de entrenamiento.

Zeballos amaba los días frios por eso, porque podría esconder sus cicatrices más facil que cuándo hacía calor.

En los veranos, solía maquillarse. siempre con las mejores marcas y las de mejor cobertura, para que nunca se note, y siempre lo tenía escondido en un lugar secreto que solo el conocía.

Si su novio se daría cuenta de eso, estaría muerto.

Era complicado que lo encuentre, no imposible, pero difícil; luca había estado empezando a venir apenas un mes atrás a su nueva casa, la que se acababa de mudar, por lo que era muy complicado que sepa de su lugarcito secreto.

El peliteñido sacó todo esos pensamientos de su mente, ahora debía concentrarse, tenía que recuperarse del todo para poder volver a las canchas.

-hola muchachos buenos días- saludo su director técnico, diego martinez. Todos los jugadores xeneizes le devolvieron el saludo amablemente.- muy bien, comenzamos el día con unas tres vueltas a la cancha, no se saquen las camperas ni nada todavía porque hace frío aún, esperen a entrar bien en calor

Zeballos se acomodó la gorra y empezó a correr al ritmo de sus compañeros. El frío del aire matutino le pegaba en la cara, despertándolo del todo.

Mientras corría, sus pensamientos vagaban entre lo que sera en el próximo partido y la preocupación constante de que Luca descubriera sus cicatrices. Pero al menos, por ahora, podía esconderse tras las capas de ropa.

La primera vuelta se pasó rápido, y Zeballos notó que sus músculos empezaban a calentarse.

El entrenador Diego Martínez los observaba atentamente desde la línea de banda, con su típica expresión de concentración.

Zeballos sabía que cada entrenamiento contaba para su recuperación y su posible vuelta a los partidos oficiales.

-Vamos, Zeballos, un poco más rápido, yo se que vos podes -gritó Martínez.

Zeballos aceleró el paso, sintiendo el esfuerzo en cada fibra de su cuerpo.

A su lado, varios compañeros también aumentaban la velocidad, creando una competencia silenciosa que siempre ayudaba a elevar el nivel de esfuerzo en el equipo.

Después de completar las vueltas, se reunieron en el centro del campo.

Martínez les explicó la siguiente parte del entrenamiento: un circuito de ejercicios de agilidad y resistencia. Mientras el técnico hablaba, Zeballos sintió una mano en su hombro. Era Luca, su novio y compañero de equipo.

- ¿todo bien, Zeba?- preguntó Luca, notando la tensión en su amigo.

- si Lu, 'toy bien, solo pensando en recuperarme del todo -respondió Zeballos con una sonrisa forzada.

- bueno, vos sabés que estamos todos acá para ayudarte- dijo Langoni, devolviéndole la sonrisa.

Zeballos asintió, agradecido por el apoyo. El entrenamiento siguió y él se sumergió en cada ejercicio, tratando de no dejar espacio para más pensamientos intrusivos. Al finalizar la práctica, todos se dirigieron al vestuario.

Dentro del vestuario, Zeballos se tomó un momento para sí mismo. Se miró en el espejo y vio su reflejo, con las cicatrices ocultas bajo las capas de ropa.

Cicatrices Donde viven las historias. Descúbrelo ahora