Capítulo tres - Narra Grecia

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Mi segundo día en California corrió con normalidad, luego del desayuno pasé todo el día en el apartamento mirando mi serie junto a tía Gio

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Mi segundo día en California corrió con normalidad, luego del desayuno pasé todo el día en el apartamento mirando mi serie junto a tía Gio. A la noche cenamos una pizza, que por cierto en nada se comparaba a las de mi querida Roma, y luego me fui a dormir temprano, porque al día siguiente comenzaría las clases. ¡Qué nervios! Antes de dormirme pensé en todo lo que podía salir mal, pero decidí dejar esos pensamientos a un lado, y de una vez cerrar los ojos. No quería ir al colegio mi primer día pareciendo un mapache.
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Mi alarma sonó a las 6:00 am el día siguiente, lo que me dejaba menos de dos horas para arreglarme y desayunar, puesto que las clases iniciaban a las 8 de la mañana.

Me levanté de la cama y fui directo a la ducha. Después de 15m de un baño relajante, salí hacia mi habitación. Abrí el inmenso armario y busqué la ropa que me pondría. El outfit ya lo tenía planeado. Hacía bastante calor, así que me decidí por unos shorts de jean blancos divinos, una camiseta de tirantes roja y unas zapatillas blancas a juego con el short. El pelo me lo dejé suelto, con una diadema negra para apartar los mechones de mi cara. Me maquillé bastante natural y una vez lista me dirigí hacia el comedor.
Allí mi tía me había preparado un desayuno espectacular: huevos revueltos con albahaca y tomate, junto con un jugo de naranja.
Al terminarlo volví al baño a cepillarme los dientes y cuando terminé salí hacia la sala para tomar mi mochila e irme al instituto.
— Arrivederci, tía — Me despedí de Gio antes de salir. — ¡Ciao Grecia! Buena suerte en la escuela — Respondió ella antes de que saliera.

Una vez fuera del edificio, caminé hasta el colegio. Quedaba a solo 10m a pie, por lo que no iba a demorar mucho. Tía Gio y yo el día anterior pasamos por enfrente de él, ya que ella me quería mostrar el lugar donde estudiaría, y así conocerlo.

Al llegar vi a un montón de adolescentes. Grupos solo de chicas, grupos solo de chicos, algunos caminaban solos, hacia el interior del instituto, y otros simplemente parecía que existían.
Puse un pie dentro del edificio y comencé a caminar decidida, intentando no mostrar mi inexperiencia y mi poco conocimiento del lugar. Podía notar como varias personas, por no decir todas, me miraban. ¿Qué nunca habían recibido a alguien nuevo?
De repente el timbre de inicio de clases tocó y todos los jóvenes se dirigieron a sus respectivos salones. Y ahí me tienen a mí, sin saber a dónde ir.

Muy bien lo tuyo Grecia, muy bien.

Sabía que me tocaba matemática a primer hora porque me había fijado los horarios, pero no sabía a qué salón debía ir. Decidí preguntarle a una señora que limpiaba los pisos y ella muy amablemente me indicó cuál era el salón.

Antes de entrar a la clase toqué la puerta, y una vez escuché la voz del profesor dándome el okey entré.

— Tú debes ser la nueva estudiante, pasa por favor —

Obedecí sus palabras y me coloqué a un lado de él, mientras esperaba a que me indique dónde sentarme.

— Bueno muy bien, puedes presentarte a la clase señorita... — Me miró como si yo tuviera que continuar su oración así que respondí — Russo —

El error más grande de mi vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora