El año 2024 había llegado y otro ciclo escolar estaba por comenzar. Si ya eso suena como algo deprimente para los estudiantes de cualquier instituto, para los de este secundario daba exactamente lo mismo. En ese lugar iba a ser muy difícil encontrar a alguien que tenga una pizca de empatía con el otro, porque apenas habían un par de grupos que se trataban bien entre sí pero que no querían saber nada de los demás, ya sea por miedo a sufrir bullying, por orgullo o desinterés. En este pequeño mundo lleno de dificultades iba a sumarse un nuevo alumno, alguien que apenas tenía una mínima idea de cómo integrarse a una de las pocas escuelas privadas más caras del país.
Después de todo el acto de bienvenida que ocurría todos los años y donde habían más de 10 chicos medio dormidos y 3 a punto de desmayarse por la falta de desayuno, los alumnos se fueron a sus respectivas aulas. La mañana iba normal, todos hablaban con sus amigos o iban a verse con alguien de otra division, nada fuera de lo habitual, al menos hasta que se pidió silencio en uno de los salones de quinto año. El profesor dirigió su mirada a uno de los alumnos y le preguntó si quería presentarse, a lo que este le respondió asintiendo muy despacio sin darse cuenta de que la cara se le empezaba a poner roja de a poco y que habían muchas voces que ya estaban juzgandolo.-Buenos días, p-primero que nada.-Dijo mientras se reía de manera nerviosa-. Soy Daniel... Daniel A-alejandro Carlos F-fernando José Segundo Del Corazón De Jesús... Y es mi primer día en este nuevo colegio... Espero poder llevarme bien con todos ustedes... Tengo esperanzas de que seamos un grupo muy unido!
Sonrió de una manera muy leve, cambió la cara rápidamente y volvió a sentarse en silencio, bastante avergonzado al notar que ninguno de sus compañeros parecía estar prestándole atención. Podía sentir la mirada de algunos que se notaban confundidos por cómo se expresó, aunque fuese algo inofensivo, ya parecían tratarlo de estúpido. Por un breve momento el silencio invadió el salón, hasta que fue interrumpido por una voz al fondo que exclamó con fuerza:
-¡¿Tan largo iba a ser el nombre, puto de mierda?!¡Español tenía que ser!
A partir de eso, la mayoría de sus compañeros se empezaron a reír y burlar, insultandolo de distintas maneras. Por suerte las risas cesaron rápidamente gracias al profesor, pero ya era demasiado tarde para Daniel. Moría de vergüenza internamente, no sabía a dónde mirar ni qué hacer. Intentaba levantar la vista para centrarse en algo y perder las ganas de llorar, pero lo único que había para ver eran personas aún aguantando carcajadas y otros que solo mantenían una seriedad aparentemente inquebrantable. Solo uno de los pocos chicos en el fondo se dignó a cruzarse de brazos y negar con la cabeza suavemente. Centró su vista en él por unos cuantos segundos hasta oir al profesor llamándolo para poder pedirle que preste atención mientras continuaba su monólogo de por qué estaba mal hablar así de un compañero y más estando en el último año antes de graduarse. Así transcurrió toda la clase, donde Daniel no hizo nada más que copiar y prestar atención. Al haber perdido las ganas de hacer nuevos amigos y de abrir la boca por miedo a cómo iban a tratarlo por tener un acento diferente, prefirió callarse la boca hasta la hora del recreo. Cuando llegó ese momento, intentó irse rápido al pasillo, pero se chocó con el mismo chico que minutos antes se había quedado viendo de forma estúpida. Sin levantar la mirada pidió perdón, le cedió rápidamente el paso sin recibir respuesta alguna y a su vez tuvo que dejar salir a quienes parecían ser su grupo de amigos, los cuáles se reían de su compañero por haber cometido un acto tan vergonzoso como ese con el nuevo del curso. Ignoró las risas nuevamente y dio un par de pasos afuera del aula. Caminó un poco por los pasillos llenos de aulas para los distintos cursos y divisiones. Observó lugares como el laboratorio, que estaba lleno de diversas cosas de las cuales no sabía sus nombres pero le llamaban mucho la atención y no podía esperar a verlas en su debido momento. Pasó rápidamente por el aula de computación y se quedó contando el número de computadoras que habían ahí para compararlas con la cantidad de compañeros que eran en su clase solo para darse cuenta de que posiblemente iba a tener que compartir una con alguien más y aunque esto podría sonar muy divertido para él, rápidamente recordó la mala experiencia que acababa de sufrir solamente por haberse presentado ante los demás y su alegría desapareció de un momento a otro. Por unos segundos se quedó mirando fijo al piso, avergonzado, con ambas manos en los bolsillos y estando a punto de llorar. Su concentración se detuvo cuando uno de los preceptores le pidió que se fuera al comedor o al patio porque estaba prohibido andar por los pasillos.
Corrió hasta el baño y se encerró en un cubículo para llorar sin hacer tanto ruido. Cuando se sintió completamente desahogado, salió despacio y fue a lavarse la cara. Finalmente se sentía un poco calmado, pero la paz no duró mucho al ver que entraban dos chicos que se reían entre cada palabra que decían. Uno era Álvaro, el mismo compañero que le provocó esa vergüenza tan grande en el aula. El otro era Valentín, no lo conocía, porque estaba en cuarto, un año menos que él. Ambos se detuvieron a mirarlo y se acercaron de forma amenazante-¿Ya terminaste de llorar, nenita? -Le dijo mientras sonreía de la forma más forra posible.-
-Mirá que en este colegio a nosotros no nos gustan los putos, eh.-Replicó Valentín mientras se quedaba atrás de Daniel- ¿Es verdad eso de que sos español? ¡A ver, decí algo, dale!
Daniel agachó la cabeza e intentó no decir ni una sola palabra para no pasarla peor. Creía que iba a salir vivo de eso, que el timbre iba a sonar y podría irse rápido de ahí, pero no fue así esta vez. Sintió cómo lo agarraban de pelo con fuerza para que levantara la cabeza y hablara de alguna forma.
-¡A-ah! ¡S-soltadme! ¡Por favor, no he hecho nada malo! -Suplico entre gritos hasta que fue interrumpido por una cachetada.-
-Callate la boca. No quiero otro problema por tu culpa el primer día de clases. Te iba a doler menos si hablabas en la forma chistosita que lo hacés, payaso Europeo.-Susurró Álvaro cerca de Daniel para poder atormentarlo más.-
Valentín lo soltó y ambos se fueron rápidamente entre más risas mientras que el joven se quedaba tirado en el piso y tocándose donde había recibido el golpe. Cerró los ojos muy lentamente y cuando estaba a punto de volver a llorar, escuchó el ruido del timbre. Lo maldijo rápidamente por no haber sonado antes y se fue casi corriendo a su aula. En el apuro terminó chocando con un grupo muy reducido de chicas y chicos. Los miró algo desconcertado y les pidió perdón casi entre dientes por miedo a recibir nuevamente otro insulto, risa o hasta golpe. Ellos solo se remitieron a disculparse nuevamente y preguntarle si él estaba bien, a lo que contestó asintiendo con la cabeza de forma lenta e insegura. Los vio irse y bajó la mirada nuevamente, cuestionandose lo que acababa de ocurrir. Negó con la cabeza y fue a su aula intentando no pensar en el dolor y se sentó acariciandose el cachete, hasta aliviar el ardor del golpe. Esperó unos minutos y escondió la cabeza entre sus brazos rogando que el día terminase lo más rápido posible.
Una vez transcurrida la clase, salió rápido del aula apenas comenzó el segundo recreo. Tomó otro camino para evitar problemas y se dirigió al comedor, donde no había mucho para destacar más que unas cuantas mesas, un puesto donde vendían variedad de productos con precios muy cuestionables y asientos que en su mayoría ya estaban ocupados por todo tipo de alumnos. Daniel se quedó quieto por unos segundos, analizando todo el lugar. No quería ir a sentarse en las mesas que ya estaban ocupadas, debido a que le parecía algo incómodo pensar en cómo lo mirarían los demás. Tampoco podía hacer la fila para comprar algo de comer, porque no tenía ni un peso encima para conseguir, por lo menos, el paquete de galletitas más barato que tuviesen ahí. Se limitó a sentarse en una mesa que estaba vacía al fondo de todo, donde nadie pudiera verlo, aunque irónicamente, se sentía visto por todos y muy avergonzado por eso mismo. Desvío la mirada varias veces, pensando cada vez más profundo a la vez que movia inquietamente una de sus piernas. Cuando pensó que ya estaba por terminar el tiempo del receso, una voz lo interrumpió suavemente.-Disculpa que te moleste... Pero ¿Podemos sentarnos acá con vos? -Le dijo un chico que él ya había visto antes y que reconoció rápidamente por tener el mismo tono amable al hablar.-
No estaba solo, el mismo grupo integrado por dos chicas y un chico más estaban atrás de él, todos mostrándose con una expresión tranquila y bondadosa. Daniel se limitó a asentir algo desconcertado. Los demás se sentaron cerca de él para hablarle y hacerle distintos tipos de preguntas amistosas. Al principio apenas quiso hablar, no quería escuchar las burlas sobre su acento, pero luego de darse cuenta que estaba rodeado de personas que realmente estaban interesadas en conocer al nuevo de la escuela, pudo comenzar a desprenderse un poco de ese miedo que lo consumía internamente. Así fue como hizo sus primeros amigos, a pesar de que todos fuesen de cuarto o tercer año, se llevaban perfectamente con él y compartían una extensa variedad de gustos. Esas personas lo ayudaron a terminar bien su día que ya parecía estar desbarrancandose por completo. Para el final de la jornada pudo irse a su casa un poco en paz, sabiendo que sí pudo hacer algunas amistades, a pesar de no ser del estilo que tenía en mente.
Fin de la introducción perdón ya sé que es corta.