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(Martin) 

La oscuridad, el frío y el viento de Getxo, me despierto desorientado sin acordarme donde estaba. Siento como mi corazón late más y más rápido como si quisiera salirse de mi pecho.

Me incoporo y me doy cuenta donde estoy, enciendo la lámpara de la mesita de noche con mucho cuidado para no molestar a nadie. Respiro hondo, pero siento que me falta aire, por desgracia han vuelto las pesadillas y espero que no sean para quedarse.

Decido levantarme al baño y lavarme la cara para despejarme aunque eso luego no me venga bien.

[Aquella tarde de septiembre, recién empezábamos el colegio, nuevo curso, nuevos inicios y nuevos amigos... o eso creía yo.
Jugaba en el parque con el resto de mis compañeros de clase, pero ellos jugaban conmigo de otra forma... ]

Y ahí empezó todo.

Con la cara mojada, mirándome en el espejo escuché una voz conocida. - ¿Qué haces aquí? - preguntó Bea cuando me vio en el baño. - ¿Estás bien?

-Si. No te preocupes - mentí

- Vale, me vuelvo a la cama.

- Yo también.

Y eso hice, me volví a la cama y me quedé pensando en lo que había visto antes. En el baño, tras la pequeña conversación con Bea, me miré al espejo y me quedé fijamente mirándome un par de minutos, parecía no reconocer ciertas facciones ni expresiones mías, había cambiado, ya no era ese niño y menos mal. Menos mal que el pasado es pasado. Menos mal.

Metido en la cama, arropado hasta arriba intentando que mi cabeza no pensase demasiado, intento fallido.
Los minutos pasaban, miles de vueltas había dado sobre mí mismo y nada, no podía dormir, miles de pensamientos y recuerdos me venían a la cabeza, cada cual peor que el anterior.

Me apetecía volver a casa con mis padres y acurrucarme con ellos en su cama como cuando hacía de pequeño, pero era muy tarde y no quería preocupar a mis nuevos amigos si desaparecía en mitad de la noche. Necesitaba compañía así que me levanté decidido y me fui dirección a la habitación de Álvaro.

- Espero que no me mate.

Me acerqué lentamente a su puerta, en penumbra, intentando no molestar ni a Juanjo ni a Bea, apoyé mi mano sobre el pomo de la puerta para abrir, pero misión fallida, Álvaro tenía pestillo en la habitación. Si picaba en la puerta despertaría al resto y es lo último que quiero.

- Genial. ¿Bea tendrá pestillo? ¿Y lo tendrá puesto?

Repetí lo mismo con Bea y lo mismo, pestillo puesto.

- Desde luego que en esta casa se toman muy en serio la privacidad. - murmuré muy bajito indignado.

Decidí no seguir intentándolo más, me volvería a la cama y estaría despierto y dando vueltas hasta que mis ojos se cerrasen del cansancio.

Me acerqué lentamente a su puerta, en penumbra, intentando no molestar ni a Juanjo ni a Bea, apoyé mi mano sobre el pomo de la puerta para abrir, pero misión fallida, Álvaro tenía pestillo en la habitación. Si picaba en la puerta despertaría al resto y es lo último que quiero.

- Genial. ¿Bea tendrá pestillo? ¿Y lo tendrá puesto?

Repetí lo mismo con Bea y lo mismo, pestillo puesto.

- Desde luego que en esta casa se toman muy en serio la privacidad.

Decidí no seguir intentándolo más, me volvería a la cama y estaría despierto y dando vueltas hasta que mis ojos se cerrasen.

- Martin, ¿qué haces aquí? - sentí una voz a mi espalda. Era Juanjo.

- Verás... - no sabía cómo empezar hablar y me estaba poniendo muy nervioso. - ¿Qué haces despierto? - rehuí la pregunta

La lluvia que me cambió la vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora