Juanjo caminaba por las calles de esa maravillosa ciudad que meses atrás le acogió sin esperar nada a cambio. Una brisa marina le acarició el rostro, la primavera se notaba y el sol se dejaba entrever entre las hojas de los árboles del paseo marítimo donde paseaba. Por una parte echaba de menos el bullicio del tráfico y del caos que suponía Madrid, pero también echaba de menos esta ciudad y a él por mucho que le costara admitirlo.
Cada paso que daba, dejaba atrás a su yo del pasado, esa ciudad era una mezcla de casas y edificios antiguos y modernos, pero que guardaba millones de historias personales.
Crucé la esquina y la vio.
Vio esa calle que semanas atrás había sido testigo de cómo, Martin y él, se iban juntos a Madrid.
Cuando quiso darse cuenta y reaccionar, sus pies ya habían decidido por él e iban camino de esa calle, quizá por el sentimiento de adrenalina de querer encontrarlo y pedirle explicaciones o para recordar lo que un día fueron y ya no son.
Según se acercaba y tenía más cerca ese portal sentía que su corazón estaba a punto de salirse del pecho. A lo lejos vio a un pequeño grupo de niños jugando al balón, tendrían unos 11 o 12 años y supuso que estaban pasando el tiempo antes de que sus respectivas madres les llamasen a comer.
En un momento, la trayectoria del balón, que había lanzado un niño rubio a su amigo que estaba en frente de él y de espaldas a Juanjo, se desvió parándose junto a sus pies. Uno de pelo castaño casi oscuro se acercó a por el balón que estaba sostenida bajo la suela de su zapato, cuando levantó la cabeza para darle las gracias y su miradas se encontraron, el corazón de Juanjo se paralizó.
El niño ignoró el balón y se fue a sus brazos como si la persona que acababa de ver era alguien que llevaba mucho tiempo deseando vela.
- Hola. - El hermano pequeño de su ¿ex? amigo que seguía abrazado a Juanjo le saludó. Sus ojos irradiaban felicidad, brillantes como perlas como si estuviese mirando al mismísimo Papá Noel. - Te había echado de menos. ¿Quieres venir a comer?
- Me tengo que ir, pero otro día será. Te lo prometo. - supuso que el pequeño de la familia desconocía lo que había pasado. No creo que fuese muy bien recibido en esa familia.
- Mi hermano te - unas voces provenientes de sus amigos y de sus madres le llamaba para que volviese. - Me tengo que ir, espero verte pronto.
- Adiós pequeño - lo alzó a sus brazos y le depositó un suave beso en sus mofletes. - Yo también me alegro de verte. Nos veremos pronto - esta última palabra casi susurrando, pero no hubiera hecho falta porque el niño ya se había ido.
Juanjo abandonó esa calle más roto de lo que pensaba. Quizá no estaba superado y ver a su familia fue como abrir una puerta al pasado.
•
Martin.
Mi hermano acababa de llegar a casa, ilusionado, fue corriendo a mi madre que se encontraba en la cocina y escuché unos murmullos. No entendía muy bien lo que decía, solo pude descifrar una serie de preguntas cómo - ¿Ah sí? ¿Y qué tal?Cuando me asomé por la puerta y mi madre me vio cambió de tema, pero mi hermano pequeño mucho más ingenuo e inocente que mi madre y como no sabía nada, me lo contó.
- He estado con Juanjo - nuestra madre quería interrumpirle, pero fue demasiado tarde.
Al escuchar su nombre, mis piernas empezaron a temblar. Sabía que había vuelto, pero no me esperaba que se encontrase con mi hermano. - Le invité a comer, pero no podía venir. También le dije que le echaba de menos.
- Llega a venir y me da algo.
- Cariño ve a la mesa - se dirigía al menor. -¿Estás bien? - me preguntó en cuanto ya no estaba cerca nuestra.
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La lluvia que me cambió la vida
RomanceLa vida te puede cambiar de un momento a otro, sin previo aviso aunque no quieras y es algo que no podemos controlar. Cuando menos te lo esperes. - donde Martin está bajo la lluvia y lo recogen Bea y Álvaro o - donde Juanjo se encuentra a un descono...