9.

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Martin.

- Buenos días - un aroma a café inundaba las fosas nasales del vasco. - Ahora soy yo el que te sorprende. Te he hecho café.

- Y... -me interrumpió. - Si Martin, hay cereales de los Simpsons - dijo señalando a la mesita. - Los compré para ti, aunque a mi también me gustan.

Larga vida a lo que nos llena el corazón

- Gracias Juanjo - Sonreí como un idiota imaginándome esta situación por el resto de mi vida.

- ¿Qué cojones me pasa? - pensé.

[...]

Ambos chicos habían elegidos looks cómodos, pues el ir al hospital no era el sitio idóneo para llevar sus mejores galas. Una camiseta básica, pantalón y unos playeros básicos.

- Estás increíble chico. - el mayor no pudo contenerse.

- Gracias supongo

Martin tenía en su estómago un presentimiento y no precisamente bueno, algo le decía que algo iba a pasar y no precisamente bueno.

El pasillo del hospital olía a desinfectante y a enfermedad. Caminaba despacio, Juanjo iba un poco más adelantado con la mirada perdida en el suelo. Se dirigía rumbo a la habitación de su amigo.

De pronto, una voz muy familiar o algo similar a eso resonó en su cabeza. En ese momento, Martin decidió ignorarlo, llevaba años sin escuchar el timbre de voz que tanto daño le hizo, estaría equivocado. El tiempo había cicatrizado las heridas, y solo quedaba un recuerdo borroso, pero el dolor e inseguridad que le había provocado permaneció en él. Un sentimiento de indiferencia la invadió. El pasado ya no podía dolerle, había aprendido a seguir adelante, dejando atrás las heridas que la habían marcado.

Empezó a caminar más rápido y, sin darse cuenta, entrelazó su mano junto a la de Juanjo, - todo va a ir bien - susurré en bajito apretando más fuerte la mano.

Juanjo.

Me quedé parado frente a la puerta, como si mi cuerpo y mi cerebro no estuviesen coordinados, no podía gesticular y mucho menos hablar.

- ¿Estás bien, Juanjo?

- Sí. - pude girar la cabeza para mirarle aún manteniendo nuestras manos unidad. - O eso creo.

- No tienes que hacerlo sino estás preparado. - Martin sonó firme ante su respuesta. - Si lo estoy, vamos a entrar, pero Martin no me sueltes la mano nunca por favor.


[...]


La habitación estaba a oscuras, a pesar del día soleado que hacía en Madrid. Miguel yacía en la cama, conectado a un sinfín de cables para intentar mantenerle con vida. Junto a él estaba una pequeña foto y su madre. Cuando esta se percató de la presencia de Juanjo se levantó y le abrazó muy alegremente, pero cuando sus miradas se encontraron unas lágrimas empezaron a brotar de sus ojos, ella por la pérdida de su hijo y Juanjo por la pérdida de su amigo y por el sentimiento de culpabilidad que le invadía aún a sabiendas de todos que no era culpable. Martin se encontraba ahí en silencio, respetando los tiempos de ellos dos para volver a reencontrarse con su amigo.

Juanjo se volvió hacia él y le presentó a la madre de, ella muy educadamente le saludó y le abrazó mientras le agradecía la visita.

Martin tras eso, les volvió a dar su espacio viendo como Juanjo se acercaba a la cama donde se encontraba su amigo, aquel con el que había compartido tantas vivencias y ahora le tenía que dejar marchar.

Juanjo llorando por el dolor y la emoción de todos los recuerdos que venían a su cabeza, se despidió de él. Miguel, el chico sin miedo, el valiente y con el que Juanjo quería ir a ver auroras boreales, se iba definitivamente. Unas últimas palabras salieron de la boca de Juanjo, - Creo que ya encontré la persona con la que ir a ver las auroras boreales, prometo acordarme de ti. Ahora te tengo que dejar marchar, pero nunca te olvidaré - sollozó.


[...]

El día había sido raro para ambos, en especial para Martin que no sabía que hacer y que no hacer. Quería estar al lado de su amigo, pero a la vez tenía miedo de que Juanjo se sintiera incómodo con la presencia del vasco, así que optó por darle su espacio.

21 de la noche, la pantalla del móvil se encendió recibiendo una llamada con su correspondiente sonido, provocando que ambos dejasen sus quehaceres y se encontraran con la mirada. La llamada significaba ya el final.

Juanjo con miedo descolgó y con solo una palabra, Martin se acercó y le abrazó muy fuerte mirándole fijamente a los ojos. - Muy bien, ahí estaremos.

- Se acabó, ya está. Ha dejado de sufrir.

La lluvia que me cambió la vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora