Capitulo 3

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Habían pasados varios meses desde su llegada a Noruega, con el pasar de los días y noches la nieve se aproximó a la ciudad, quedando todos en un frío y cruel invierno... o eso dirían muchos, por su parte, Penelope estaba disfrutando tanto su estancia en el país nórdico.

Con el tiempo, Penelope y Eunice se embarcaron en una travesía de aprendizaje y descubrimiento. Juntas, exploraron la riqueza de la cultura noruega y dominaron el idioma con una fluidez cada vez mayor. Penelope, en particular, descubrió el placer de sumergirse en libros que nunca antes había visto, abriendo su mente a nuevas historias y perspectivas. Sus habilidades de escritura florecieron, y cada día se sentía más feliz y realizada en su nuevo hogar.

Su amor unilateral por Colin, que alguna vez fue una llama ardiente en su corazón, comenzó a desvanecerse. Aunque aún recibía cartas de él, llenas de relatos de sus viajes por tierras lejanas, llegó un momento en que decidió no leerlas más. Penelope comprendió que ya no necesitaba sus palabras para sentirse completa. En un acto de liberación, dejó que su amor por Colin se quemara junto con las cartas que él le había enviado. Así, se permitió a sí misma avanzar, liberada del peso de un amor no correspondido, y encontró una nueva fortaleza en la vida que había construido en Noruega.

—Empezará la temporada, aún no puedo creer que nuestro tiempo juntas se me haga tan corto. Pero mírate, tan hermosa y lista para arrasar con ese lugar lleno de arpias y hombres con deficiencia mental.— Su prima dijo esto último entre risas, ella le respondió con una sonrisa antes de tomar sus manos.

—Eunice, muchas gracias por darme consuelo, jamás olvidaré como me ayudaste en mi momento más desafortunado. Eres bienvenida en mi hogar cuando quieras, lo sabes.— Musitó Penelope con una notable nostalgia.

Sin lugar a dudas, extrañaría estar junto a su prima hasta tarde tomando vino como caballeros, jugando ajedrez, leyendo o asistiendo a la ópera. Era la hermana que siempre quiso.

—Gracias a ti por darme la dicha de tenerte conmigo... créeme, te visitaré más rápido que tarde. — Carcajearon ante su comentario.— Deslumbra, mi Penelope, así como lo hiciste aquí.

No se le ocurrió nada más que decir, cerró su despedida con un abrazo entre ambas mujeres y subió al carruaje, sería un largo viaje hasta llegar a Mayfer.

Unos dias despues, el salón de baile de Lady Danbury estaba iluminado por un centenar de velas, sus llamas reflejadas en los espejos dorados que adornaban las paredes

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Unos dias despues, el salón de baile de Lady Danbury estaba iluminado por un centenar de velas, sus llamas reflejadas en los espejos dorados que adornaban las paredes. El murmullo de la conversación y el suave murmullo de las telas de los vestidos al moverse llenaban el aire mientras la música envolvía a todos los presentes. Todos los hermanos Bridgerton estaban allí, incluidos Colin, recién llegado de su viaje, cuya atención no se podía apartar de una mujer en particular con cabello rojo que, para su frustración, había dejado de responder sus cartas.

Anthony Bridgerton estaba de pie al lado de unos caballeros, observando el salón con una copa de vino en la mano. Sus ojos se detuvieron en su hermana Francesca, quien se encontraba un poco sola cerca de la pista de baile. Justo cuando Anthony estaba a punto de acercarse a ella para hacerle compañía, un murmullo recorrió la sala y, de repente, el salón quedó en un silencio expectante.

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