La furia de mi padre llenaba todo el ambiente, haciéndome sentir más incómoda de lo normal. Esta vez, no tenía salvación; había agotado el número de errores que podía cometer a lo largo de mi vida.
"Padre, nadie sabe lo que pasó. ¿Podrías dejarlo pasar, por favor?" supliqué.
"No," respondió con firmeza. "Esta vez has llegado muy lejos. He tomado la decisión de enviarte al extranjero. Te proporcionaré todo lo necesario para que tengas una buena vida, pero a cambio tendrás que renunciar a ser mi hija y ocultar tu identidad. No puedo arriesgarme a perder accionistas debido a tu mala reputación en este momento crucial."
Las lágrimas brotaron de mis ojos. "Pero padre, no puedes hacerme eso," grité.
"Ya está decidido," dijo, entregándome un pasaporte. "La próxima vez que te vea, espero que seas una mujer digna de ser reconocida como mi hija." Luego, me dio la espalda y se marchó. Solo pude observar cómo sus anchos hombros se alejaban de mí, dejándome devastada.
Cuando la puerta se cerró, mi nana apareció con mis maletas organizadas. En el fondo, sentía una extraña felicidad. Empezar de cero, sin que nadie supiera quién era realmente, sin la presión de ser una chica de sociedad y sin recibir críticas por mi poco atractivo, se sentía más que bien.
Con el pasaporte en mano y las maletas listas, me encontraba en un aeropuerto que en mi nueva vida sería desconocido. Las luces brillantes y los anuncios en diferentes idiomas me abrumaron. A pesar de la tristeza que sentía por dejar atrás mi antigua vida, también experimentaba una extraña emoción: la libertad.
El avión despegó, y mientras observaba las nubes desde la ventanilla, me preguntaba qué me depararía este nuevo comienzo. ¿Quién sería yo en un lugar donde nadie me conocía? ¿Cómo me reinventaría?
Al llegar a mi destino, me encontré con un pequeño apartamento en una ciudad bulliciosa. Las calles estaban llenas de gente apresurada, y los olores de la comida callejera me envolvían. Finalmente, decidí adoptar un nuevo nombre: Elena. Era simple, pero sonaba diferente a mi antiguo nombre, y eso me gustaba.
A las pocas semanas de estar en la ciudad, encontré un trabajo a medio tiempo como asistente en una galería de arte. Allí, rodeada de pinturas y esculturas, poco a poco encontré consuelo. Cada obra de arte parecía contar una historia, y eso me inspiraba. Comencé a viajar en mi tiempo libre, conociendo historias sobre la lucha interna de las almas atormentadas que encontraba en mis numerosos viajes.
Asi fue como una tarde, mientras paseaba por el parque de MarsJu, conocí a un anciano llamado Miguel. Miguel era un hombre sabio, con arrugas profundas en su rostro y ojos llenos de experiencia. Nos sentamos en un banco y comenzamos a hablar. Miguel me contó historias de su juventud, de amores perdidos y decisiones difíciles. Yo compartí mis propias historias, y él me escuchó con atención.
"La vida es como una balanza", dijo Miguel. "A veces, debemos sacrificar una parte para equilibrar el todo. Pero nunca olvides que el equilibrio no siempre es perfecto. A veces, la balanza se inclina hacia un lado, y eso está bien. Lo importante es encontrar la armonía en el desequilibrio".
Asentí. Aquellas palabras resonaron en mi corazón. Me di cuenta de que mi padre, aunque distante y severo, también había buscado el equilibrio en su propia vida. Quizás él también había sacrificado algo para mantener la estabilidad de su imperio empresarial.
Miguel, antes de irse, me regaló un extraño cofre y me dijo: 'Aprovéchalo bien. A mí me ha hecho muy feliz. Si haces las cosas desde el corazón, te guiará hacia tu verdadero destino.
El extraño cofre que Miguel me había entregado era antiguo y desgastado, con inscripciones talladas en un idioma que no reconocía. ¿Qué secretos ocultaba? ¿Por qué Miguel había decidido confiármelo? A pesar de mis múltiples dudas sobre el objeto, decidí llevarlo a casa y guardarlo junto a mis prendas más valiosas, con la ilusión de algún día descubrir por qué había llegado hasta mí.
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Destino Entrelazado
FantasyDesde joven, siempre me sentí fuera de lugar. Nunca fui la chica linda, ni mucho menos la que todos anhelaban tener cerca. Mi única fortuna radicaba en ser la hija de un magnate millonario. Sin embargo, al cumplir los 25, decidí romper las cadenas q...