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Gulf abrió los ojos en la mañana del 24 de diciembre, no fue por gusto propio, sino porque Garu le estaba arrancando lentamente una de sus medias, donde su pie sobresalía de la cama, y mientras lo sacudía con cierto cuidado, pero con la determinación de despertarlo.

Las croquetas no se sirven solas.

Escuchando el graznido de Cuá desde la tina de su baño, con el cuello estirado y observándolo con advertencia, nadando de un lado a otro en calma.

—Mhh! Voooy... —gruñó el omega, rodando en su cama, aún con los ojos cerrados.

Garu se lanzó sobre la espalda de Gulf, saltando enérgicamente, lo que provocó que el omega se moviera y terminara estrellándose en el piso. —¡AY!

Con un pie descalzo, Gulf se arrastró lentamente hacia la cocina, sirviendo la porción de Garu en su plato, cambiándole el agua y luego buscando las semillas de Cuá.

Bostezó profundamente, todavía despeinado y sin abrigo, recorriendo su departamento con una taza de café en mano y levantando algunos peluches tirados por Garu.

Su casa estaba decorada de arriba abajo con motivos navideños, reflejando su amor por la Navidad. Cada año compraba más y más objetos decorativos, y no tiraba absolutamente nada de los viejos; todo se utilizaba y encontraba su lugar en la decoración festiva.

Ya cerca del mediodía, Gulf se esforzó una vez más por salir de su pequeña cueva, dejando a Garu dormido en el extremo de su cama. Con la intención de esperar el día 25, reunió todas sus compras para la visita a sus familias el día de navidad.

Es la costumbre, la víspera es para la pareja enamorada, y el día de navidad es cuando la familia se reúne, se saludan alegres, se dan los regalos y todo es muestra de amor y calidez, ayudándose entre todos para el gran almuerzo familiar.

El día que más ama Gulf es la Navidad. Es el único día en el que se levanta con la energía de un potrillo, antes incluso de que el sol asome por el horizonte. Con entusiasmo desbordante, se enfunda en sus adorables atuendos más navideños. No se olvida de sus fieles compañeros: Garu, quien se transforma en un Papá Noel canino con su traje rojo y sombrero puntiagudo, y Cuá, con su porte elegante, quien se enfunda en un chaleco verde y adopta el papel de un duende gruñón, aunque en el fondo sea tan entrañable como su dueño.

El Omega salía de su departamento cargado con montones de regalos, seguido obedientemente por su gran perro negro, que meneaba la cola y arrastraba una barba blanca llena de baba. A su lado, Cuá sacudía de vez en cuando la cabeza, luciendo una mini gorrita verde con un pomponcito rojo. Juntos se dirigían a la casa de los padres del Omega, donde siempre celebraban la Navidad.

El día 25 de diciembre transcurría entre risas y delicias compartidas con su familia, hasta que la tarde avanzaba y todos se apiñaban en la sala, listos para disfrutar de películas navideñas juntos.

Sin embargo, esta Navidad era diferente para Gulf. Estaba especialmente emocionado, pues sería la primera vez que no pasaría la víspera solo o con sus mascotas. Aunque nunca se había quejado de disfrutar de su propia compañía, sabía que esta vez sería especial.

Nunca se ha quejado, gusta compartir consigo mismo, hacer cosas que le encanta y comer toda la típica comida navideña que su pancita de coco le permitía.

El año anterior, por ejemplo, se había disfrazado de duende y había vestido a Garu como Rodolfo el reno. Había sido toda una aventura convencer al perro de llevar la nariz roja, pero finalmente lo lograron. Recorrieron todos los lugares navideños de la ciudad, compartieron comidas abundantes, jugaron en el lago congelado y conocieron a personas encantadas con los disfraces de su mascota. Cuando el reloj marcó las doce, Gulf y Garu estaban sentados en una banca, disfrutando del espectáculo de fuegos artificiales. Garu llevaba puestas unas orejeras especiales que Gulf había conseguido en Internet. Sin embargo, al regresar a casa, la nariz roja de Garu había desaparecido, y en los brazos de Gulf encontraron a un patito temblando de frío, descubierto por Garu mientras olfateaba cerca del lago congelado entre malezas y montones de nieve.

Muerdago (MG)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora