9 FIN_1.ª parte

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La primera vez que lo vio...

Mew se enamoró primero. Fue él quien descubrió al omega antes que nadie.

Aquella víspera de Navidad era realmente una fría noche, Mew se había quedado más tiempo del que había planeado en el gimnasio. Era uno de esos días en los que la sociedad a su alrededor lo abrumaba, con todos irradiando una emoción que él no compartía. Para Mew, quien pensaba que la Navidad era solo otra fecha más, esta celebración lo empujaba a un encierro personal, donde evitaba a todo el mundo tanto como podía, y qué mejor refugio que su gimnasio.

La Navidad, con sus dulces, sus colores y su bullicio, lo abrumaba. No es que sintiera algún sentimiento negativo; disfrutaba viendo a sus familiares emocionarse, le encantaba recibir regalos y descubrir cuánto lo conocían sus seres queridos detrás de ellas. También le gustaba ver los ojitos emocionados de sus hermanos cuando recibían un regalo de su parte. Pero simplemente lo sobrecargaba: todo era demasiado alegre para su personalidad tranquila y reservada.

Esa noche, decidió quedarse en la comodidad de su soledad. El gimnasio no abrió y Mew disfrutaba de estar solo, sin el aroma de perfumes extraños, sin ninguna omega pidiendo ayuda con alguna rutina, sin feromonas perturbadoras. Era solo él, su respiración y su soledad.

Estaba a gusto. Su hermana había llegado a saludarlo, pero cuando la noche cayó, se marchó con su novio y Mew comenzó a disfrutar. No se dio cuenta de las horas que pasaron, perdido en su concentración y su música en sus auriculares hasta que los estallidos de fuegos artificiales y las luces de Navidad iluminaron los ventanales del gimnasio, llenándolo de colores vivos y alegres. Solo entonces se dio cuenta de que era hora de volver a casa.

No se apresuró en lo absoluto para abandonar su gimnasio, ordeno las cosas en su lugar y apago las luces con tranquilidad. Después de un largo baño, se puso una chaqueta y se cubrió con la capucha, recordando que estaba nevando. Como su calor corporal normalmente es muy caliente, no se abrigaba mucho, ya que fácilmente se desesperaba con demasiadas capas.

Cuando salió del edificio, con su habitual bolso colgado del hombro, sintió el crujir de la nieve bajo sus tenis de ejercicio. La ciudad, decorada con luces y adornos navideños, se veía mágica bajo la impetuosa nevada que rápidamente cubría todo con un manto blanco.

—Uh... Garu, ten más cuidado amor —una voz llamó su atención y se quedó observando la curiosamente encantadora escena en la calle adyacente.

No muy lejos de donde estaba, un omega solitario tenía en su regazo lo que parecía ser un patito muy feo, envuelto en su gorrita de Navidad. El omega acababa de dejarlo con cuidado en el suelo para poder arreglar la orejera con cuernitos de su perro.

—¿Dónde está tu nariz roja? —murmuró el pequeño mientras acomodaba las orejeras especiales de su perro, que estaba quieto, obedientemente dejando que su dueño acomodara su gracioso y abrigado atuendo de Rodolfo el reno.

Sin darse cuenta de su propia reacción Mew sonrió al ver cómo el omega sonreía con amor al ver lo bonito que estaba su perro, dejando un beso en su cabeza antes de volver a atender al patito, que por el frío parecía querer esconderse dentro de la gorrita de lana roja.

—¿Tienes mucho frío pequeño? —escuchó murmurar al menor.

Mew observó horrorizado cómo el omega se sacaba su suéter amarillo y con él envolvía al patito, quedándose más desabrigado de lo que ya estaba. Su oscuro cabello, adornado con nieve blanca, reflejaba la luz de las farolas y las decoraciones navideñas.

—Parece que tu parvada te abandonó... supongo que ya migraron... lo siento... —lo escucho de nuevo mientras con cuidado volvía a retomar su camino, con su perro tras ellos—. Te llamaré Cuá, no te preocupes será temporal... en lo que te encontremos un nombre propio... más original...

Muerdago (MG)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora