XIII

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BENDICIONES DIVINAS

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╔ ೄྀ࿐ ˊˎ- ╗Bendecido o maldecido y a pesar de no recordar, yo siempre lo sentiré en ti

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Bendecido o maldecido y a pesar de no recordar, yo siempre lo sentiré en ti.

— ¡No te apresures! Ay, este niño. — se quejó un adulto mientras veía a un niño rubio correr hacia un precipicio.

Un niño rubio corría hacia el precipicio, sin pensarlo, se sentó al borde, con una sonrisa.

— ¡Sal, vamos, ángel! — gritó el niño con una sonrisa. Los ojos azules del niño brillaban cuando el sol los golpeaba directamente.

Con una risa, extendió las manos y cerró los ojos. Con eso, los volvió a abrir y allí se encontraba otra niña rubia con pecas. Sin embargo, los ojos de la niña eran verdes, y tan brillantes como la esmeralda que se encontró  un día rebuscando en los cofres de su padre.

— ¡Aquí estas, hola "D"! — habló el niño.

— ¡Eres un gritón! — exclamó la niña presentada como "D". Ella tenía una sonrisa preciosa, tan radiante como el sol.

Las manos de ambos niños estaban juntas, y en un momento, ambos ya flotaban por el suelo. Las risas no faltaban en sus acciones preferidas, ambos niños reían y flotaban, volando por el bosque con una sonrisa.

Después de aquello, se sentaron debajo de un árbol. El niño se encontraba muy entusiasmado, tomó las manos de la niña e intentó levantarla revoloteando sus alitas.

— ¡No puedes con esas alitas de pollo! — se burló "D" con una gran sonrisa. Su risa retumbó en el pecho del niño, y este cruzó los brazos y fingió enfado.

— Cállate, ¡cuando mis alas crezcan, verás como si vuelo! — respondió con algo de enojo en sus ojos. Tenía los brazos cruzados, haciendo reír aún más a la niña. La interacción sin duda era propia de un niño como ellos.

— Vamos no te enfades... seguro que volarás algún día. — "D" rio con una voz aguda, demostrando que no quería sentir el enojo del contrario.

Al ver que el niño rubio no parecía demostrar señal de vencer, la niña simplemente rio. Tiro de su manga un poco para llamar su atención, quería mostrarle algo, algo que sabía que al niño le haría emoción.

Las manos de la pequeña tocaron el césped de manera suave, sus pequeños y gentiles dedos enlazándose con el movimiento suave de la hierba. Sus manitas brillaron, al igual que sus ojitos verdes, y de la nada, unas florecitas azules aparecieron dls suelo, como si nada. Las flores tenían el mismo tono de pétalo que sus ojos.

El niño ensanchó los ojos con emoción y no dijo nada más, solo soltó una risa y miró como la niña hacía crecer esas flores.

— Mira, para que no te enfades más. — dijo sin más "D", con una sonrisa que parecía no tener fin.

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