NAMJOON

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—Regresaste —me saluda mi padre desde lo alto de la escalera. Lo miro. No llevo ni diez segundos en casa y ya apareció. Estaría bien si
fuera una cálida bienvenida, pero sé que no es el caso.

—Todo ha salido bien —le informo—. Tenemos a Odermatt Corp. Puede que no haya sido según lo planeado, pero al final pudimos obtener el resultado que buscábamos, gracias a las presentaciones de Jungkook y Yoongi, a los hilos que moví para recuperar los archivos perdidos y a la cooperación
plena de Simón Odermatt.
Pude conseguir el resultado que quería.

—¿Odermatt firmó los papeles? —pregunta papá mientras empieza a bajar.

—Sí, pero todavía hay que hacer más papeleos antes de que todo sea definitivo y oficial —respondo. Mi padre llega al final de la escalera.

—¿Pero tienes los archivos del programa?

—Sí. Ya los tengo en un lugar seguro.

—¿Y garantizas de que nadie más tiene una copia de ellos? ¿Como Preston o West Cove?

Dejé escapar un suspiro. Debería haber sabido que mi padre ya se había enterado de los detalles de lo sucedido en Zúrich, incluido el hecho de que
uno de los empleados de Odermatt huyó con sus archivos. Puede que ya no sea el director general, pero sigue siendo su empresa, como lo será siempre.
Ninguno de los engranajes que la hacen funcionar se mueve sin que él lo sepa.

—Estoy seguro —le digo—. El equipo de investigación que formé pudo comprobar que Jonás Schmidt no entró en contacto con nadie después de
abandonar el edificio empresarial. Se llevó los archivos por un tema personal. Su padre ayudó a Simón Odermatt a elaborarlos y él no quería que pasaran a manos de otra persona, así que los tomó y huyó a la casa de un pariente muerto en Liechtenstein. Tenía la intención de destruir los
archivos, pero no se atrevió a hacerlo. Lo encontraron encerrado en una
habitación.

—Ya veo. —Mi padre se sienta en las escaleras—. ¿Esa es la historia que te contó?

Le dirijo una mirada de desconcierto.

—¿Qué quieres decir?
¿Qué sabe él que yo no sepa?

—¿Rubén habló contigo? —le pregunto. Tengo la sensación de que fue ese viejo cascarrabias quien le contó todo esto a mi padre. No me extrañaría que me ocultara algo mientras me
martillaba la cabeza por teléfono. Mi padre respira profundamente.

—Rubén es un tonto. Y un traidor. Le pagó a Schmidt para que robara esos archivos. Iba a dárselos a Preston o a West Cove, a quien le diera más dinero. Pero yo lo detuve. Mis cejas se fruncen.

—¿Tú lo detuviste?
Mi padre sonríe.

—Como sabrás, todavía no soy completamente inútil.
Está lejos de serlo.

—Pero Schmidt tenía los archivos —replico—. Y si no fuera por el equipo que envié, no lo habrían encontrado. ¿Estás diciendo que sabías dónde estaba todo el tiempo?

—Schmidt tenía los archivos porque yo le pedí que los guardara. También le dije que se escondiera durante un tiempo.

—¿Perdón? ¿Todo eso fue obra de mi padre?

—Odermatt todavía tenía dudas sobre la venta de su empresa, ¿cierto? Pensé en darle algo de tiempo para que se decidiera.

—¿Así que le dejaste creer que había perdido esos archivos, el trabajo de su vida, para que se diera cuenta de que estarían mejor con nosotros?

—Exactamente. Y una vez que cayó en cuenta, le dije a tu equipo dónde estaba Schmidt y lo encontraron justo antes de que salieras de Suiza.

Frunzo el ceño. Así que realmente era él quien movía todos los hilos. El sabor amargo de la frustración sube por mi garganta. ¿Hasta cuándo voy a ser su marioneta? ¿Cuándo podré tomar yo las decisiones?

—¿No pensaste en decirme nada de esto? —le pregunto. Podrías haberme ahorrado mucha ansiedad.

—Sabía que serías capaz de manejarlo —responde.

Sí, claro. Excepto que no lo hice. No hice nada. Paso junto a él y subo las escaleras.

—Me voy a mi oficina. Todavía tengo trabajo que hacer. Y no quiero dejar que me haga sentir como un tonto incompetente nunca más.

—Una última cosa —dice mi padre.

Por supuesto que no va a dejarme ir tan fácilmente. Me detengo en los escalones.

—¿Qué?

—¿Te buscaste un doncel en Suiza?

Mis ojos se abren de par en par. ¿Rubén también le habló de Jin? ¿O se enteró por su cuenta

—No —respondo.

Él suspira.
—Lástima. No me estoy volviendo más joven, sabes. ¿En serio vas a negarme un nieto?
Tentador. Lo miro.

—Si quieres un niño en la familia, ¿por qué no te casas de nuevo y haces uno tú mismo?
Lanza un bufido.

—El matrimonio es demasiado problemático.

—¿Pero quieres que yo me case? Increíble.

—Me casé porque eso es lo que se hacía en ese tiempo —arguye—. Y si no lo hubiera hecho, tú no estarías aquí. Lo sé, lo sé. Le debo mi vida.

—Pero no estoy diciendo que tú debas hacerlo —continúa—. Lo que digo es que ahora te toca darle un heredero a la empresa. Entrecierro los ojos dirigiéndome a él.

—¿No se te ha ocurrido que estoy cansado de que me digas lo que tengo que hacer?

Sueño y Legado (Namjin) 🍼💜Donde viven las historias. Descúbrelo ahora