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La vida a los 20 puede parecer un sueño.

Estás a un año de cumplir la mayoría de edad, te encuentras en un limbo fascinante donde tanto adultos como adolescentes te prestan atención, cortejándote y haciéndote sentir que tienes el mundo entero

Sobre todo si eres la bonita rubia y porrista principal de tu instituto. Una vida de ensueño, vida que había planeado construir desde que era una niña y ahora lo tenía en la palma de su mano con amigos populares, un chico guapo detrás de ella y fiestas cada fin de semana.

Claro, en esa visión idílica no cabe el hecho de que sus padres decidan quitarle el apoyo monetario para sus caprichos.

Esta era la realidad para Aiko Tsukumo. Desde que sus padres notaron que últimamente todas sus tarjetas de crédito iban a gastos en ropa y productos de belleza, decidieron reducir su presupuesto a cuestiones estrictamente escolares. Insistían en que debía poner más atención a la universidad, especialmente porque ya no estaba en el primer año.

Aiko se dejó caer en su cama, mirando al techo con una mezcla de frustración y resignación. Su habitación, decorada con pósters de bandas y revistas de moda, era su refugio, pero en ese momento se sentía más como una prisión.

La puerta se abrió de golpe y su hermana mayor, Yuki, entró sin previo aviso, con una sonrisa traviesa en el rostro.

—¿Y bien, ya lo pensaste? —preguntó Yuki, acomodándose en el borde de la cama de Aiko.

Aiko suspiró y se incorporó, abrazando una almohada contra su pecho.

—¿Lo de ser niñera? —levantó la vista hacia Yuki con una mezcla de duda y esperanza—Creo que será mi única opción, aunque me da miedo que el niño sea demasiado hiperactivo.

Yuki soltó una risa suave y negó con la cabeza.

—Tranquila, es un buen niño —respondió, con un tono tranquilizador— Además, te vendrá bien ganar tu propio dinero y aprender a administrarlo. Le diré a Choso que aceptas el trabajo.

Aiko frunció el ceño al escuchar el nombre, pero pasó a asentir lentamente, sintiendo una extraña mezcla de anticipación y nerviosismo. Cuidar de un niño no estaba en sus planes, pero quizás, solo quizás, esta experiencia le enseñaría algo más que simplemente ganar dinero.

En realidad, Aiko no quería aceptar, pero no tenía otra opción. No conocía a ese tal Choso en persona; su hermana solo hablaba de él ocasionalmente y, por la descripción, sonaba como un perdedor. 

No quería sonar grosera, pero cada vez que su hermana lo mencionaba, lo describía en situaciones como "tiró su malteada por accidente", "llegó tarde y ni siquiera se disculpó", "entró al salón sin pasarse un cepillo por el cabello".

Aiko, acostumbrada a ser el centro de atención y a juzgar rápidamente a los demás, no podía evitar sentir cierto desdén. Para ella, la apariencia y la primera impresión lo eran todo. Ser popular significaba mantener una imagen impecable, y alguien como Choso, con su aspecto desaliñado y torpezas, no encajaba en su mundo.

—¿De verdad tengo que hacerlo? —murmuró, más para sí misma que para Yuki.

—Sí, de verdad. —respondió su hermana, con un tono que no admitía réplica—Será bueno para ti, Aiko. Necesitas aprender a valorar el trabajo y el esfuerzo.

Suspiró, resignada. En realidad, solo quería ahorrar para su fiesta de 21 años, una celebración que debía ser legendaria y que requería una buena suma de dinero. Suponía que el esfuerzo valdría la pena, aunque cuidar a un niño no estuviera en su lista de cosas glamorosas por hacer.

Mr. Loverboy - Choso KamoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora