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¿Cómo usarías a una mujer a tu favor?

Esa fue la primera pregunta que cruzó su mente
ese domingo por la mañana mientras la luz del amanecer se filtraba por las cortinas de su habitación. Se estiró en la cama, dejando que una sonrisa torcida se dibujara en su rostro. La idea de que Aiko Tsukumo suspiraba por él y ansiaba que formalizaran lo divertía. Era casi ridículo pensar que alguien como ella, tan imponente y segura de sí misma, pudiera llegar a arrodillarse ante él.

Pero claro, en su mente, la noción no era tan absurda. Después de todo, siempre había disfrutado del poder que ejercía sobre las mujeres. Le gustaba ver cómo suplicaban, cómo hacían todo lo posible por captar su atención. Y Aiko, con todo su estatus y su aura de grandeza, no era la excepción.

Sin embargo, la reciente revelación de que Aiko era la niñera de su inepto sobrino Yuuji lo tomó por sorpresa. Eso complicaba las cosas. En otras circunstancias, la habría mandado al diablo sin pensarlo dos veces. Pero ahora, esa información abría una nueva puerta de posibilidades.

Choso, pensó con desprecio. Ese imbécil no merecía ni siquiera ser llamado hombre. Sentimental, y para colmo, se atrevía a maquillar su rostro como si eso lo hiciera más digno. Sukuna lo detestaba con cada fibra de su ser. No solo por lo que representaba, sino porque Choso tenía la osadía de meter ideas en la cabeza de Yuuji sobre el "poder de la amistad" y otras tonterías infantiles.

Para Sukuna, Yuuji debía ser un hombre de verdad, uno que hiciera temblar a los demás con solo mirarlos, uno que tuviera a las mujeres derritiéndose por él. Y su estupido hermano mayor, con sus molestas intervenciones, estaba estorbando en su plan.

Aiko será la clave, decidió mientras se levantaba de la cama, sus movimientos calculados y precisos. Primero, jugaría con ella. Sabía que Aiko se preocupaba por su estatus, y él, como mariscal de campo, le daba ese prestigio. No estaba seguro de si Aiko era de esas que levantaban la bandera del feminismo, pero sabía que ella valoraba su posición, y eso era algo que él podía manipular.

Con un último vistazo a la cama deshecha, dejó escapar un suspiro. No se consideraba un machista, de hecho, apreciaba el trabajo de las mujeres. Pero no soportaba la idea de un hombre afeminado, y mucho menos si ese hombre estaba cerca de Yuuji.

Era hora de actuar y estaba decidido a moldear a su sobrino a su imagen y semejanza, y para eso, Aiko sería su peón en este juego de poder.

...

Los domingos para Aiko Tsukumo siempre habían sido una mezcla de actividad física y preparación mental. Le gustaba salir a correr por la mañana, sentir el aire fresco en su rostro mientras recorría las calles cercanas a su casa. Luego, regresaba a su apartamento para hacer un poco de limpieza, asegurándose de que todo estuviera en orden para la semana que venía. Vivir cerca de la universidad tenía sus ventajas, como no tener que soportar la vida en los dormitorios y disfrutar de su propio espacio.

Pero esta vez, el domingo sería diferente.

Se acercó a una casa que ya le resultaba familiar y tocó el timbre. A los pocos segundos, la puerta se abrió y apareció un niño con ojos brillantes y una sonrisa entusiasta.

—¡Aiko, ya estoy listo! —exclamó Yuuji con emoción.

—Es lo que veo —respondió Aiko, devolviéndole la sonrisa. Sus ojos se suavizaron al verlo tan animado— ¿Está tu hermano aquí?

Yuuji negó con la cabeza, aún con esa chispa de alegría en su mirada.

—Esta vez está papá.

Antes de que Aiko pudiera responder, un hombre apareció en la puerta. Tenía gafas y un cabello rosado que inmediatamente le recordó a Sukuna. Sin embargo, su semblante era mucho más amable. Sorprendida por el parecido, hizo una reverencia de inmediato.

Mr. Loverboy - Choso KamoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora