IX. GRACE

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—Tienes que estar de broma. ¿verdad? —exclamó Nora, mientras observaba con emoción los dos conjuntos de ropa que me había comprado—. ¿De verdad te llevó colgada del hombro por la calle?

—Te lo juro. En su defensa diré que solo quería invitarme a cenar y yo estaba siendo...Bueno, difícil. Ya me conoces. No llevo bien que la gente sienta lástima por mí. Pero él no es así... Él es compasivo, pero en el buen sentido. Es un poco rudo, pero tierno, a su manera.

Nora se mordió el labio inferior.

—¿Y luego? ¿Qué pasó?

—Luego comimos y hablamos y hablamos y hablamos —sonreí, contando la historia que toda amiga querría escuchar. Casi todo era verdad, así que era fácil—. Y esta mañana ha aparecido en mi trabajo. Quería asegurarse de que comiera, así que trajo un par de bocadillos para mí. Los bocadillos más ricos que he comido nunca.

Nora se echó a reír y se retorció en mi cama, donde estaba tirada mientras yo decidía qué ponerme para la cena.

—Todavía no puedo creerlo...¡Arthur Collins! Por Dios, Gracie-Gray. ¿Es tan guapo como sale en las fotos?

Sonreí. Aquello tampoco necesitaba de una mentira.

—Mucho, mucho más. Es tan guapo que corta la respiración.

—¡Me muero! Y la foto que subió contigo es tan, tan linda —exclamó, poniéndose la mano en la frente de un modo dramático—. Cada vez que leo lo que escribió y pienso en ti, siento ganas de chillar de la emoción.

Fruncí el ceño.

—¿A qué te refieres?

—¿No lo has visto?

—Sabes que no tengo redes sociales. Arthur no me lo enseñó.

—¡Espera, te lo enseño!

Nora sacó su teléfono y tecleó hasta dar con lo que quería. Debajo de la fotografía, que ya tenía la friolera de diez millones de likes, Arthur había escrito: "No sabes cuánto me gusta haberte encontrado por fin. ¿Y ahora qué, Princesa?".

Mis labios ascendieron sin que pudiese evitarlo.

—Es una referencia a Michi, a lo que hablaron. Él le dijo que estaba buscando a una princesa.

—¡Lo sé! ¡Dios! Me di cuenta después. Supe que eras tú en cuanto vi el jersey —Claro que lo había reconocido, porque era suyo. Ella me lo había prestado para ir decente a atender la sastrería—. Es como un sueño.

Lo era. Un sueño del que no quería despertar jamás. Estaba tan agradecida y me sentía tan ligera que pensé que podría echar a volar. No sabía cuánto tiempo me duraría la sensación, pero por primera vez en mucho tiempo, no quería pensar en el futuro. Quería estar en el hoy.

—Lo sé. También ha sido muy justo y considerado por su parte darme la mitad del dinero que ha recibido por la fotografía. Era exactamente lo que necesitaba para remontar. Ahora las cosas irán mejor.

Nora sonrió con aprecio.

—Nadie lo merece más que tú. Ahora, venga. ¡Arréglate o llegarás tarde! ¡Michi! ¿Tú estás vestida? ¡No nos has enseñado cómo te queda tu vestido nuevo!

Michelle respondió desde su dormitorio.

—¡Todavía estoy en ello! ¡Necesito ayuda!

—¡Ya va tía Nora al rescate!

Observé de nuevo los dos conjuntos que me había comprado. Gracias a Arthur y a nuestro acuerdo, tenía un poco de dinero de más que había gastado gustosamente en una de las tiendas de ropa del centro comercial. Con el descuento para empleados, había sido casi una ganga, así que no me sentía mal por haberlo usado. Bueno, no mucho. Había tenido que luchar contra la parte racional de mi cerebro que me exigía que ahorrase todo lo que pudiera, por si la vida volvía a joderse, pero al final había podido el sentido común. Arthur nos había invitado a cenar a su casa, no podíamos ir pareciendo dos vagabundas.

El acuerdo de tu vida ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora