Prólogo

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CUATRO AÑOS ATRÁS

Eran las diez y cincuenta y cinco de la mañana. Chiara se encontraba en un receso dentro de clase de Historia, su mejor amiga le tiraba pequeñas bolas de papel de vez en cuando haciéndola reír por los mensajes dentro de ellos.

-- ¡Para! -- Pidió la pelinegra entre risas. -- ¡Te vas a enterar! -- Gritó antes de levantarse de su asiento para perseguir a su amiga dentro del aula de clase.

Chiara y Indigo, su mejor amiga, hablaban español debido a que sus padres eran provenientes de España.

Se conocen desde que eran pequeñas y se llevaban increíblemente bien.

Ambas familias se mudaron a New Castle después de que el padre de Chiara fuese amenazado de muerte y al ser tan amigo de los Salvador, ellos también corrían peligro. Así que decidieron radicarse en Reino Unido, en donde Josep volvía a ser policía.

-- ¡Te voy a atrapar! -- Chiara gritó mientras corría tras su amiga. Ambas reían.

Un fuerte sonido proveniente de los pasillos hizo que parasen en seco.

Toda la clase se convirtió en un silencio total. Los compañeros de Chiara se miraban entre sí, expectantes.

Otro fuerte sonido se dejó escuchar.
Seguido de otros cuatro.

-- Todos al suelo. -- El profesor les ordenaba mientras con nerviosismo y rapidez se dirigía a bloquear la puerta. -- Hay un tirador en los pasillos. -- Explicó. Algunos habían comenzado a llorar, algunos no sabían que hacer, pero con la guía del profesor, todos se encontraban escondidos bajo sus escritorios en completo silencio.

El miedo y adrenalina eran palpables.

Chiara e Índigo estaban juntas, tomadas de la mano. La rubia lloraba sin consuelo mientras que Chiara sentía que podía desmayarse en cualquier momento.

-- We'll be alright. -- Eran las palabras que le repetía Chiara a su mejor amiga.
-- I love you. -- Respondió la ojicafé.

Ninguna de las dos sabía lo que estaba por pasar.

En realidad, nadie dentro del aula de clase lo sabía.

El profesor estaba frente a los niños que no podían controlarse. Sus sollozos comenzaban a hacer más ruido del que querían y el adulto intentaba tranquilizarlos.

Un disparo se escuchó a la lejanía.
Otro disparo retumbaba en medio del silencio, esta vez, más cerca.

Unos pasos lentos comenzaron a sonar con más fuerza en el pasillo.

-- Te amo. -- Repitió la pelinegra, esta vez en español.
-- Yo también. -- Respondió la rubia.

La puerta se abrió de un azote.
El tirador estaba en el aula.

El espacio comenzaba a desdibujase para todos. Sentían un hormigueo en el cuerpo, perdieron el aire y respirar se hacía cada vez más difícil.

Los gritos se hacían cada vez más fuertes y más presentes para todos.

El profesor se posicionó frente a sus estudiantes, a quienes quería como sus propios hijos, sabía que aquel intento de protección iba a salirle muy caro, pero no le importó.

Mientras eso pasaba, varios niños lograron escapar de ese lugar, convirtiendo al profesor Martinez en un héroe.

Sin embargo, Chiara e Indigo no lo lograron.

Todo pasó muy rápido.

Una bala había dado en el pecho de la rubia, quien cayó encima de su mejor amiga cuando ambas intentaban correr.

Chiara sentía que atravesaba una capa de hielo que para en una laguna llena de sangre. No podía respirar. Su corazón gritaba del dolor, del miedo, de la incertidumbre, del trauma.

Su visión se redujo, como si mirase hacia afuera desde el interior de una cueva profunda. Frente a sus ojos podía notar la silueta de las botas de aquel hombre sin corazón que enfundaba en sus manos un arma de alto calibre.

El peso del cuerpo inerte de su mejor amiga sobre ella la aplastaba.

El hombre con botas militares salió del aula.
Disparando tres rondas más antes de ser abatido por el cuerpo de policías.

Un temor gris y desolado descendía sobre la pelinegra, como cuando la luna tapa el sol dejando consigo una oscuridad tangible y ello traía de nuevo a la realidad a Chiara.

Su vida acaba de cambiar por completo.

Indigo, aún habiendo perdido la vida, había salvado la de su mejor amiga.

Chiara intentaba levantarse pero el liquido de color rojo escarchado esparcido en el suelo, la hacía tambalear. Volvió a intentarlo pero... volvió a caer.

La ojiverde estaba viviendo una pesadilla, de esas en donde no puedes correr ni gritar.

A pesar de eso, logró soltar un grito. Un grito desgarrador, en el se podía entender todo lo que la pequeña de quince años sentía. Dolor, miedo, dolor, tristeza, angustia, dolor, esfuerzo.

El esfuerzo que hizo para poder mover el cuerpo de su mejor amiga de ella fue gigantesco.

-- Te amo. -- Sollozó de rodillas sobre el cuerpo de Indigo. -- Te amo. -- Repitió esta vez tomando la mano de esta. -- Sollozó esta vez más fuerte.

Lo que no sabía Chiara en ese momento es que, su padre también había sido asesinado a manos del mismo hombre.

No se puede poner en palabras todo lo que pasaba en la mente de la niña. Por un lado, había perdido a su mejor amiga, su pilar, su confidente. Y por el otro, a su padre, su ejemplo a seguir, su ídolo, su héroe.

Desde ese día Chiara no volvió a ser igual. Y con justa razón.

Aquel diecinueve de agosto había sido el día en el que Chiara vivió su primer corazón roto.

¿Vaya manera de vivirlo, no?

ecos de amor | kiviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora