Capítulo 1: Aeropuerto.

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NARRADOR OMNISCIENTE
11:42 a.m

Chiara se encontraba inmóvil en medio del aeropuerto de Madrid, rodeada por un torrente de gente que fluía como un río caudaloso. Cada paso que daban a su alrededor parecía arrastrarla más lejos de la realidad, dejándola varada en una isla de recuerdos que no sabía cómo abandonar. El bullicio de las voces, el eco de las maletas rodando sobre el suelo de mármol, y los anuncios incesantes en español le llegan distantes, como si estuviera atrapada bajo el agua, luchando por salir a la superficie.

Emma caminaba unos pasos más por delante, tratando de descifrar las indicaciones en el mapa que sostenía en sus manos. Cada gesto era una réplica del pasado, una rutina que intentaba mantener. Una apariencia de normalidad en medio del caos interno que ambas sabía que estaba allí, latente. Chiara la observaba, notando cómo sus movimientos, aunque precisos, eran pesados. Ellos arrastraban el peso de la pérdida que aún no habían procesado del todo. El silencio entre ellas, más que una pausa, era como un susurro sordo de lo que ninguna se atrevía a decir nada.

El aire de Madrid era denso, una mezcla de humedad y calor que se aferraba a la piel como un abrazo no deseado. Era una bofetada de realidad que contrastaba cruelmente con la frialdad a la que estaba acostumbrada en New Castle. Cada inhalación era un recordatorio de que estaba ahí, en un lugar nuevo; un lugar que debería significar un nuevo comienzo. Pero para la ojiverde, el aire que respiraba se sentía tan pesado como el plomo, cargado de una tristeza que no podían sacudirse.

-- Baby, ¿todo bien? -- La voz de su madre, sonaba dulce pero a la vez, cargada de una preocupación que intentó ocultar, la sacó de sus pensamientos, rompiendo el silencio que la envolvía.
-- Sí, estoy bien, solo... cansada -- Respondió, forzando una sonrisa que no llega a sus ojos. Permanecían distantes, fijos en un horizonte que nadie más podía ver mientras, sostenía la mano de su hermano menor.

Sus palabras eran una máscara, una frágil barrera entre lo que sentía y lo que dejaba ver. Pero, en realidad, no estaba bien. Desde aquel día, desde el tiroteo, su vida se había convertido en un torbellino de emociones que la arrastraban sin piedad. Cada día era una lucha por encontrar un sentido, por evitar hundirse en la oscuridad que la rodeaba.

-- Okey, we're almost there. Pronto pondréis descansar. -- Su madre intentaba animarles, pero su voz suena hueca, como si ella misma no creyera del todo en sus palabras.

Chiara sabía que no hay descanso para el dolor que lleva en el pecho, ese dolor que se había instalado como un huésped no deseado, que se negaba a irse. Pero asintió, agradecida por el intento de su madre. Por el deseo de ver a su madre sonreír, aunque sea por un momento.

Salieron del aeropuerto con sus pesadas maletas, llevaban toda su vida allí... o parte de ella. New Castle siempre tendrá la otra mitad.

El taxi llevaba a la familia por las calles de Madrid, una ciudad vibrante que late con vida propia. A su alrededor, todo parece lleno de color, movimiento y sonido, un contraste brutal con el vacío que Chiara sentía dentro de sí. Las calles estaban llenas de gente que vive sus vidas con una despreocupación que le resulta casi dolorosa de observar. Es como si el mundo siguiera girando sin ella, como si su tragedia no significara nada en el gran esquema de las cosas.

Indigo estaría emocionada, pensaba la pelinegra. Indigo, con su risa fácil y su espíritu curioso, habría querido explorar cada rincón de la ciudad, probar cada sabor, empaparse de cada aroma... La imaginaba, radiante, señalando cada detalle con ese entusiasmo contagioso que siempre lograba iluminar hasta los días más oscuros. Pero Indigo ya no estaba con ella, y esa verdad pesa sobre Chiara como una losa de mármol frío.

Cerró los ojos, intentando apartar los recuerdos que la acosan, pero era inútil. Las imágenes eran implacables: el eco de los disparos resonando en los pasillos, el caos, el pánico, y luego, el silencio ensordecedor que siguió. Podía ver el rostro de Indigo, su expresión de pánico justo antes de que todo terminara, el peso de su cuerpo inerte sobre ella, las últimas palabras que se dedicaron antes de que la oscuridad cayera sobre ellas como una manta helada.

ecos de amor | kiviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora