Lady Debling

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El título Debling, venía con más cargas de las que Penélope se podía imaginar.

Sí, acababa de firmar un Contrato de libertad. Su libertad nada menos. Pero así de rápido como termino ese beso en el altar con su esposo, de la misma manera ese esposo partió a la Patagonia.
En ese momento Penélope se dio cuenta de que no sabía ni siquiera el destino de su esposo, no tenía una dirección a donde escribir ni ningún otro tipo de información.

—esto sí que será completa libertad —dijo irónicamente, cuando puso un pie por primera vez su nuevo hogar, muy grande por cierto. Lujoso también, inmaculadamente limpio.

Saco el aire de sus pulmones mientras miraba al personal subir y bajar las escaleras transportando todas sus pertenencias.

Recordó lo que dijo su madre cuando pasó a recoger sus últimas maletas.

"—Es una pena que no puedas competir con tus hermanas para darme al heredero Featherington. —un suspiro resignado salió de los labios de Lady Portia. —creo que tu hijo sería el más inteligente y capas de llenar el título. Más que todos los nietos que puedan darme tus hermanas.

No lo iba a negar, que su madre pensara así de sus futuros hijos "si los había" le hizo perdonar tantos malos ratos con su madre en el pasado. Era muy pronto para asegurarlo, pero Penélope creía que el estar lejos, el manejar una casa y negocios la harían entender un poco mas el razonamiento o la forma de conducirse de su madre.

—sí, madre, es una lástima. —hablaba más con ironía que con verdad. No estaba segura de querer ser ella la que se hiciera cargo de su familia. No es como si sus hermanas brincaran de alegría porque fueran de esa manera las cosas."

Penélope salió de su recuerdo cuando el ama de llaves se le acercó.

—mi lady. Su habitación está lista para usted. Si necesita algo solo dígalo y lo haremos por usted. —wow era verdad ahora era una Lady. Y fuera del pequeño atisbo de libertar que sentía en ese momento, no sentía que nada fuera diferente. Sí, las paredes de ese hermoso castillo le decían mucho hablando de diferencias, pero no hicieron nada en ella.

—se lo agradezco señora...

—Sabina, mi lady. —Penélope hizo una reverencia en modo de respeto.

—un placer señora Sabina. —ambas sonrieron —si no te moleta quiero pasar a conocer mi habitación.

Penélope subió por las escaleras y con ayuda del personal -que parecían estar por todas partes- encontró su habitación. Lo primero que miro fue el gran escritorio junto a la ventana más grande del lugar. Tenía pensando solicitar uno para su habitación pero ya no sería necesario. Incluía todo lo que pudiera necesitar para escribir en su vida entera. Un pensamiento paso por su mente y se acercó al escritorio. Ahora que lo pensaba y lo miraba bien, parecía ser nuevo.

Lo rodeó y miró una nota en el centro con pocas palabras escritas en ella pero fueron suficientes para que lo entendiera.

"Hipotéticamente hablando creo que mi esposa lo necesitará"

A Penélope le dio un vuelco al corazón, era el gesto más bonito que su esposo podía tener por ella. Con una sonrisa en la boca se sentó y disfrutó de las millares de hojas y miles de plumas y tinta. Era como una tienda personal para ella sola.

Soltó un suspiro esperanzado.
Después se puso de pie y recorrió el resto de la habitación que seria suya por el resto de su vida, mejor que le gustara.

La cama con dosel del siglo XV en madera clara era perfecta, tan cómoda que una vez que Penélope puso su cabeza en ella se quedó completamente dormida.

Adiós señor Bridgerton (fanfic tercera temporada) ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora