Capítulo 12

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•Un picnic lleno de amor•

(Perspectiva Ada)

Nos quedamos mirándonos como dos tontos perdidos en el tiempo, tanto que el atardecer ya comenzaba a oscurecer el ambiente. Aunque quisiese, no podía apartar mi vista de él, sus grandes ojos dorados me atraían cada vez más y la necesidad de abalanzarme sobre él y besarlo se volvía cada vez más intensa, pero la duda acechaba mi mente. Sin embargo, el deseo latente en el aire hacía difícil contenerme, y cada segundo que pasaba sentía cómo me empezaba a derrumbar un poco más.

Como si hubiese leído mis pensamientos, Carlisle se acercó lentamente, y con su mano apoyada en mi mejilla derecha me atrajo hacia él. Su aliento acariciaba mis labios cuando nuestras bocas estaban a punto de rozarse. Justo en ese instante, se detuvo y me miró fijamente, sus ojos ardiendo con una mezcla de deseo y ternura, buscando la chispa de aprobación en los míos. La tensión entre nosotros era palpable, y sentí una corriente eléctrica recorriéndome, incitándome a cerrar la distancia que quedaba entre nosotros.

Sin pensarlo dos veces, respondí a su silenciosa pregunta inclinándome hacia él, dejando que nuestros labios se encontraran en un beso cargado de pasión contenida. La mano de Carlisle se deslizó lentamente desde mi mejilla hasta mi cuello, enviando escalofríos por todo mi cuerpo. Correspondí al beso con igual fervor, sintiendo cómo mi cabeza iba a explotar. Me perdí en ese momento, olvidándome del mundo a nuestro alrededor.

Mis manos comenzaron a explorar la firmeza de sus hombros, trazando un camino hacia su nuca. Carlisle respondió acercándome aún más, profundizando el beso. Era como si el tiempo se hubiese detenido y solo existiéramos nosotros dos, envueltos en un torbellino de emociones y deseo. La intensidad creció, y mientras sus labios se movían con mayor urgencia sobre los míos, mi mente se nubló con la pura necesidad de estar aún más cerca de él. Su mirada y la forma en que me agarraba, me decía que él sentía lo mismo.

Sentí cómo las manos de Carlisle vagaron hasta mi cintura, tocando solo con las yemas de sus dedos, como si fuera un pequeño objeto que se pudiera romper con facilidad. La delicadeza de su toque contrastaba con la intensidad de sus ojos, que reflejaban un mar de emociones. Con cuidado, me sentó sobre su regazo, pude sentir la firmeza de su cuerpo bajo el mío, aquello me hacía sentir segura y deseada.

Carlisle me observaba como si fuera la última vez que lo iba a hacer, su mirada llena de una mezcla de amor profundo y deseo contenido. Sus ojos recorrían cada línea y curva de mi rostro, memorizando cada detalle con una intensidad que me volvía loca. Sentí su cuerpo pegado contra el mío, y esa cercanía despertaba un torbellino de emociones en mi interior. Era una conexión más allá de las palabras, un entendimiento mutuo que solo podía existir entre dos almas que estaban unidas.

A veces su aliento rozaba mi piel, en sus ojos había una mezcla de amor, deseo y una promesa silenciosa que no llegaba a descifrar. Con cada segundo que pasaba, mi corazón latía con más fuerza. Mis manos encontraron un camino hasta su rostro, acariciando su mandíbula con una suavidad que reflejaba la adoración que sentía por él. Sus manos se deslizaron lentamente desde mi cintura hasta mi espalda, trazando líneas suaves que enviaban un torrente de sensaciones a través de mi cuerpo. Sus labios se curvaron en una sonrisa, y sin apartar sus ojos de los míos, inclinó su rostro hacia el mío, rozando su nariz con la mía en un gesto dulce e íntimo, no pude evitar sonreír ante aquella acción.

—Carlisle yo...

—No tienes que preocuparte, no dejaré que te hagan daño— posó sus labios sobre mi frente y yo asentí convencida.

Y justo en ese momento tan romántico y lleno de pasión, cuando todo parecía perfecto, mi estómago decidió rugir  sin previo aviso. Carlisle, contagiado por la situación, estalló en carcajadas, lo cual añadió una nota de humor inesperado a nuestro momento íntimo y especial.

—He traído un pequeño tentempié... los chicos me han ayudado a prepararlo —dijo con una sonrisa orgullosa, señalando la cesta que estaba cuidadosamente adornada.

—Menos mal que uno de nosotros ha pensado en eso, porque me muero de hambre —respondí, poniendo mi mano sobre mi barriga mientras sonreía avergonzada y sentía el rubor subir a mis mejillas.

Me levanté de su regazo y me senté a su lado, abriendo la cesta con impaciencia, ansiosa por descubrir qué delicias contenía. Al destaparla, una mezcla de aromas deliciosos me invadió, haciendo que mi estómago rugiera aún más. Saqué varias cosas que desprendían un olor increíble y empecé a comer con gran gusto, saboreando cada bocado. Carlisle me observaba con una gran sonrisa, sus ojos llenos de ternura y diversión mientras disfrutaba de mi entusiasmo.

Mientras disfrutaba de la comida, sentí su mirada fija en mí, llena de cariño, compartimos un silencio cómodo mientras disfrutaba de la comida. Finalmente, Carlisle se levantó y extendió su mano para ayudarme a ponerme de pie.

—Es hora de llevarte a casa —dijo suavemente, con una sonrisa cariñosa, recogiendo la cesta vacía y levantándose con elegancia.

El viaje de regreso estuvo lleno de risas y conversaciones suaves, el tipo de charlas que se tienen cuando dos personas están profundamente conectadas. Al llegar a mi casa, él detuvo el coche y me acompañó hasta la puerta, su mano fría entrelazada con la mía.

—Gracias por esta noche maravillosa —dije, mirándolo a los ojos.

—El placer ha sido todo mío —respondió Carlisle con una sonrisa tierna, inclinándose ligeramente hacia mí.

Nuestros rostros se acercaron lentamente, y nos despedimos con un beso tierno, cargado de sentimientos encontrados. Al entrar, me giré una vez más para verlo. Carlisle aún estaba allí, observándome con esa sonrisa que hacía que mi corazón se volviera loco. Agité mi mano en un gesto de despedida, y él correspondió antes de marcharse.

Sempiterno ࡆCarlisle CullenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora