𝐜𝐮𝐚𝐭𝐫𝐨

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Había infinidad de tareas fastidiosas en el precario hogar, pero para Toby no existía ninguna que superará dibujar las notas que se repartían por todo el bosque.

El chico prefería lavar la ropa asquerosa de toda la casa que tener que pasar horas sentado en el estrecho espacio entre la silla y la mesa del comedor intentando recrear aquellos dibujos llenos de frases conspirativas.
Eran solo rayones erráticos, pero cada hoja parecía quedar más plana que la anterior.
No importaba lo mucho que se esforzará, inevitablemente Hoodie lo mandaría más tarde a corregir la mayoría una y otra vez hasta que quedarán lo suficientemente naturales.

Sinceramente era mucho más fácil este trabajo cuándo el hombre sin rostro comenzaba a acosarlo y el temor y la paranoia eran más reales. En ese entonces los garabatos salían casi por si solos.

Sin embargo y pese a toda súplica ahí estaba, con un grueso marcador negro de olor asqueroso en cada mano y tres montones de hojas alrededor de la mesa, las que aún estaban en blanco, las que habían sido arruinadas por un tic y las que finalmente se veían decentes.
Hojeo con uno de sus dedos envueltos en vendajes las hojas restantes y gimió con frustración al darse cuenta que aún quedaban miles.
¿Cómo continuar cuándo en su cabeza solo había espacio para una cosa?

- ¡Maldición! - Clamó estrellando su rostro contra la mesa.
El golpe se escuchó demasiado fuerte sobresaltando de inmediato al hombre rubio que intentaba ordenar los archivos de las próximas misiones en el extremo contrario de la mesa.
- ¡Hey! - Gritó fuerte haciendo al menor encogerse por reflejo.
- ¿Qué hablamos de eso? Qué no puedas sentirlo no significa que no te lastimes. - Le recordó con un tono mucho más suave.
El castaño no se movió y solo fingió un dramático sollozo.

La silla chirrió cuándo el mayor la recorrió para levantarse y acercarse.
Una mano enguantada revolvió sus cabellos castaños con ese eterno cariño fraternal.
- ¿Estás bien? - Preguntó en el mismo tono suave cargado de esa preocupación tan genuina.
Sabía que se refería a su estado físico pero no pudo evitar romperse. Sabía que no podría desenvolverse con nadie más y que sí no hablaba se iba a volver aún más loco.

Negó con la cabeza a la vez que se recostaba sobre su mejilla entera.
- Hice algo muy e-estúpido y ahora Tim me odia. - Confesó con la voz quebrada.
Viendo aquello posiblemente extenso el rubio acercó la silla para sentarse justo frente al menor con las manos entrelazadas sobre la mesa.
¿Cuántas veces había escuchado esa misma frase en estos años? Sí recibiera un dólar por cada vez seguramente sería rico.
Pasaba con mucha frecuencia, porque Toby hacía muchas cosas estúpidas y Tim cada día despertaba con menos paciencia que el día anterior.
Brian siempre tenía que hacer de mediador aunque realmente no le molestaba, necesitaba otra función en la vida que ser una simple marioneta.
S̶e̶r̶ u̶n̶ a̶m̶i̶g̶o̶ Ser ÉL amigo razonable sonaba bien.

- Él odia a todos. - Lo consoló.
- ¿Qué hiciste ahora? - El muchacho se enderezó e inhaló y exhaló profundamente, necesitaba hablar ahora o iba a cobardarse.

- ¿Recuerdas el f-fin de semana qué vinieron Jeff y los demás idiotas? - Brian arqueó una ceja, ciertamente ya habían pasado algunos días.
- Sí, fue este fin de semana. ¿Qué hay con eso? - El nerviosismo de Toby era palpable, sus temblores empeoraban con cada momento y jugueteaba casi violentamente con sus dedos, sus ojos miraban a cualquier lado excepto a la cara del hombre rubio y era demasiado obvio que intentaba hacer todo el tiempo posible.

- ¿R-recuerdas que Tim estaba tan borracho qué intentó dispararle a Jeff y tuvimos que llevarlo arriba? - Pacientemente el mayor asintió.
- Recuerdo que fue un infierno subir a esa morsa por las escaleras. - Brian bromeó aunque Toby ni siquiera registró el chiste, mucho menos se rió.
- ¿Recuerdas que volviste a bajar y yo me quedé cuidando que no fuera a ahogarse en s-su-su vomito? - El de ojos verdes gozaba de una paciencia casi infinita pero odiaba la forma en la que el castaño intentaba alargar sus confesiones, especialmente sí aquellas se trataban de simples travesuras.
- Al grano, Toby. - Indicó seriamente.
Su tono ni siquiera fue fuerte pero fue suficiente para hacer al chico derrumbarse.

- Nos besamos, Brian... Me besó y m-me dijo que me quería y luego me preguntó si quería hacerlo. — Por más que intentó resistir las lágrimas inevitablemente aparecieron junto con los sollozos y los espasmos y luego esos tics violentos que hacían que su hombro y su cuello se encontraran.
— C-cuándo desperté ya no estaba y desde entonces está actuando cómo un p-puto idiota. Actúa cómo sí no hubiera pasado y no quiere hablarme y-y — Apoyó los codos en la mesa y la cabeza entre estos mientras revolvía y tiraba de sus cabellos, necesitaba calmarse porqué lo último que quería era comenzar a hiperventilar pero no parecía haber forma de detener el llanto.

— Hey niño, respira. — La voz del hombre se había tornado fría al igual que su mirada pero no encontró odio cuándo una mano apretó su hombro y comenzó a guiarlo en esos ejercicios que le habían recomendado para cuándo costará trabajo respirar.

                                    
                   
                                  
— Hablaré con él, ¿Está bien? — El menor negó con la cabeza una y otra vez pero a cambió solo obtuvo que volvieran a revolverle el cabello. No quería involucrar a Brian, sabía que la culpa era solo suya por ser tan ingenuo y creer en los cuentos de amor de un alcohólico pero eso no lo hacía sentir menos usado. Y estaba odiando la sensación. Por el peso que había en su pecho estaba seguro de qué era dolorosa.
— Todo se resolverá. — El rubio prometió y discretamente le acercó nuevamente el marcador.
— ¿Tengo qué? — La mirada suplicante del castaño no funcionó en lo absoluto.
— Por supuesto. — Asintió el mayor.
Toby suspiro profundo y cansado y sorbiendose la naríz volvió al trabajo.

𝐅𝐑𝐈𝐃𝐀𝐘 𝐍𝐈𝐆𝐇𝐓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora