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—Pero... —su sonrisa se borro cuando escucho la palabra "pero", ¡¿por qué debió existir la palabra "pero"?!

—¡Mamá! ¡Cariño! —se escuchó al unísono.

—Déjenme terminar, ¿quieren? Y tú —le señaló— te dejare en paz con el tema de las citas, pero solo por tres meses, encuentra a alguien en ese transcurso de tiempo. Si no, te hare que te cases con alguien que tú padre elija.

—Cariño... eso... —fue interrumpido cuando su esposa de dio una mirada de advertencia.

Luego se marchó al segundo piso por la ancha escalera de la residencia, dejando un silencio en la sala de estar principal.

—Jimin, hijo, si vas a encontrar a una mujer, asegúrate de que no sea tan exigente como tú madre.

Después de eso, también se fue a la misma dirección que la mujer exigente y mandona que más amaba en el mundo.

Se conocieron es un viaje a Europa, él estaba entrando al hotel cuando ella iba saliendo, pues se dirigía a un desfile de moda. Ama la moda. Si el destino no los hubiera querido juntos, entonces no sabía porque les tocó el mismo vuelo y asientos de regreso a Corea. Ahí ella le exigió que le cediera el asiento junto a la ventana.

No iba a mentir, su carácter fuerte fue un atractivo que hizo que le llamara la atención.

Luego de eso, volvieron a encontrarse una y otra, y otra, y otra vez, hasta que le pregunto si lo acompañaba a una cita. Y para su sorpresa, ¡ella dijo que si!

Cuando su pensamiento se esfumó, la vio concentrada leyendo un libro apoyada contra la cabecera de la cama. Se acercó y se sentó junto a ella.

—¿Soy muy exigente verdad? —preguntó dejando el libro a un lado en cuanto lo sintió a su lado.

—Para ser honesto, sí. ¿Sabes? Le dije que no encontrara una mujer tan exigente y mandona como tú.

—¡¿Soy exigente y mandona?! —se señalo a si misma.

—Bueno, eso fue lo que me enamoró de ti —dijo sinceramente— pero en realidad creo que no le vendría mal alguien que no se deje intimidar por su personalidad.

—Tienes razón —dijo riéndose contagiado a su amado esposo.

De regreso en la sala de estar, el mayor de ellos fue el primero en levantarse del sofá.

—Deberían irse a la cama, mañana tienen clases.

—Hyung, siento haberte traicionado, ¿aún estás molesto conmigo?

—Ahora que lo pienso —detuvo sus pasos y puso una mano en la barbilla— no es la primera ocasión en la que me traicionas —lo señalo—. La otra vez fue un bate, luego por unos guantes de béisbol, y después por una pelota de béisbol.

—La pelota lo valió —respondió con la cabeza en alto— era autografiado.

—Ya recordé, oppa, la otra vez también te traicionó por un peluche de Pochacco.

—Si es así, entonces Jihyo-noona también te traicionó para que mamá la llevara a un concurso de canto.

—Pero que quede en el dentro del top 5 —alzó la palma de se mano para señalar lo antes dicho.

—Pero... Incluso... También...

—No... Fuiste tú... No es verdad...

Y comenzaron a discutir entre ellos. Buscando quien fue el que más se dejó manipular por su madre, quien en este momento se encontraba en lo más profundo de sus sueños sin tener en cuenta la pelea que se lleva acabo en su casa.

—Ya basta, paren —intervino finalmente el mayor de los hermanos— no estoy enojado con ninguno, solo me indigna que no tengan en cuenta que yo también les puedo conseguir con lo que nuestra madre compra sus opiniones.

Al terminar de hablar, se dio la vuelta en dirección a las escaleras y subir a su habitación.

Los últimos se miraron durante unos segundos antes de correr escaleras arriba. ¿Quién ganó? El atlético de la familia.

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Australia

Dos semanas después...

Ahí se encontraba, lista para comenzar una nueva etapa en su vida y más que todo, en su carrera. Había hecho sus maletas el día en que Mina estaba en su casa, la cual por supuesto le ayudó a empacar. Sobre el apartamento, sí, se encontraba disponible y en buenas condiciones.

Ahora se despedía de sus padres, su novio, y por ultimo pero no menos importante, la dulce Mina que hacía la posible para no romper en llanto.

—Rosé, no olvides que estoy aquí apoyándote —dijo el chico de nombre James, al soltar su brazo alrededor de ella rompiendo el abrazo anteriormente dado.

Se dirigió a la mujer de su misma edad, parecía un bebé al cual habían regañado. Tomo su rostro suavemente y limpio sus lagrimas, la abrazó fuertemente. La iba a extrañar, mucho.

Encuentra a un chico que tenga un amigo para que me lo presente —susurró para ellas.

Con una pequeña risa, Rosé asintió— Lo encontraré para ti. Recuerda cuidar bien de tu salud, y gracias por cuidar a Hank.

Si bien sus padres se habían molestado, entendían que era lo mejor para ella. Siempre ha puesto su carrera y estudios por encima de todo, ya sea amistad y salir a divertirse y esas cosas.

—Recuerda cuidar tu salud y has amigos, no seas tímida —dijo su padre rompiendo el abrazo.

Se dirigió a la persona que le había dado a luz, sus lagrimas no parecían cesar. A pesar de que ella ya no viviera con sus padres, aun los visitaba al vivir en la misma.

—Cuídate mucho por favor —dijo abrazándola cálidamente— si no lo logras una vez, inténtalo hasta que lo hagas. Tu hermana no pudo venir, ya sabes por el trabajo, pero dice que te deseo suerte. Te voy a extrañar muchísimo mi niña.

—Yo también te voy a extrañar mamá.

Se separaron limpiando ligeramente las manchas húmedas de sus rostros.

Escuchando la llamada para que empezaran a abordar el avión, sonrió asintiendo para después darse la vuelta e ir en dirección de la sección antes anunciada.

Se formó en la fila y entregó su pasaporte y boleto de avión.

Antes de entrar por las compuertas, se volteó y agitó la mano despidiéndose. Viendo por ultima vez a las personas que estaban devolviéndole el saludo, sonrió.

Cuando se sentó en su asiento asignado, una ráfaga de tristeza pasó por sus ojos. Se abrochó el cinturón de seguridad y suspiró cerrando los ojos. Eran las 6 de tarde, por lo cual llegaría al mediodía. Sería un largo viaje.

Adiós Melbourne.

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Forced To Love HimDonde viven las historias. Descúbrelo ahora