Al tiempo la familia Alvear ayudó en todo lo que pudo a David, incluso en el cuidado de los siete perros que el caballero desesperaba por encontrarles un buen hogar.
Carmen relegó algunas tareas que hacía con su padre para poder dedicarse a la venta de los bienes de David. Lo que también fortaleció su compañerismo.
Hacer esos paseos por los mataderos para repartir el ganado de los Fernández le traía a la dama viejos recuerdos de su niñez, de cuando ella no toleraba el olor a hierro de las instalaciones y un pequeño niño pelirrojo la aguardaba en el despacho de los superiores porque ver sangre le bajaba la presión.
Ella sugirió que David tenía el cabello de un príncipe.
Él halagó las prolijas trenzas de Carmen que nacían tras sus orejas.
«¿Te enseño a hacerlo? La criada de mi casa me enseñó a hacerlas también», la niña que ofrecía su saber se encontró sonriendo cuando el muchachito, sin ninguna pizca de rechazo ante tal actividad fémina, le pidió por favor que le enseñara.
Dos décadas después, ellos se encontraban siendo nuevamente cercanos.
Esa mañana que debían juntarse para ir a ver otro terreno, Carmen esperó y esperó y David no llegó.
Se aventuró preocupada hasta la residencia donde sabía que David se estaba quedando y en recepción dio su nombre.
—Menos mal que alguien vino a verlo, ese hombre vuela de fiebre —comentó la mujer que la guiaba hasta la habitación.
Carmen sintió un poco de miedo. Estaba totalmente consciente del tipo de gripe que dejaba débil como un papel y quemando al pobre de David.
Al entrar al cuarto, lo primero que hizo, fue tomar la temperatura con su mano en la frente contraria, en consecuencia, lo despertó.
—¿Carmen?... ¿Qué hacés acá? —murmuró David cuando la enfocó.
—Estaba preocupada porque no venías —Ella suspiró y se alejó para buscar un cuenco de agua y un paño. Se puso a exprimirlo—. ¿Fiebre de verano?
—Mmm... No... —David se sentó temblando en la cama—. Solo... me descuidé...
Carmen giró a verlo. Las ojeras de David eran notorias, pero no solo eso. Todo su gesto era triste y, al ver alrededor, podía notar las botellas vacías de vino, el aroma se hizo claro.
Ella se acercó con el cuenco y le indicó que volviera a acostarse para poder colocarle el paño en la frente. Con expresión seria, tomó una silla para posar a su lado.
—Bueno. La verdad que este trabajo no es lo tuyo, pero no sabía que solías ceder a la bebida.
—Lo tenía algo escondido —susurró con una sonrisa culpable.
—¿Por qué te sentiste tan mal para terminar así?
David desvió la mirada.
—Extraño a mi familia...
Carmen arqueó una ceja, confundida.
—¿A Esteban decís? Porque tus hermanas...
—A Rafael... —se relamió el paladar y continuó:—, a Ivonne y a Cornelia. Ellos tres son mi familia.
La dama tuvo que tragarse ese sentimiento de desplazamiento. De solo oír que el primero en la familia de David era ese exesclavo le puso los pelos de punta.
Pero entonces algo en ella conectó.
—¿Y no extrañás más a tu amigo Belmont?
David pestañeó sorprendido y la sangre subió todavía más a sus mejillas como si se sintiera al descubierto.
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Una de mil: Extras • [BL]
RomanceEste libro será dedicado a extras de "Una de mil", la historia de amor entre Rafael y David. Por una cuestión de propiedad, aquí entrarán escritos con escenas explícitas que pueden ser canónicos en la línea temporal de la historia, como también alg...