El martes por la mañana Jungkook repitió la misma rutina: levantarse, escuchar a Seokjin entrar de puntillas a su habitación, verlo en estado de sopor durante el desayuno. La señora Kim cumplió su promesa y le entregó un pequeño envase blanco con una leyenda que aseguraba desaparecer las ojeras en menos de un mes. Seokjin, por orden de su madre, juró en voz alta que se la aplicaría todos los días sin falta. Jungkook se limitaba a observar todo con diversión, hasta que notó que la señora Kim lo miraba.
—Tú no necesitas nada de esto —le dijo la señora Kim y le pellizcó una mejilla con ternura. Jungkook se sonrojó levemente—. Tienes la piel perfecta.
—Es joven, mamá, claro que va a tener la piel perfecta —comentó Seokjin y se llevó una cucharada de arroz a la boca.
—No le hagas caso, está celoso. —-La señora Kim le sirvió un huevo frito más a Jungkook—. Come, come.
Jungkook sonrió como agradecimiento. A los minutos, Seokjin avisó que había terminado y se levantó para irse. Jungkook se apresuró a comer, pero al ver que le sería imposible acabar, dijo que tenía que ir al baño. La señora Kim, ensimismada en sus pensamientos, ni siquiera lo notó.
Seokjin, que estaba a punto de cerrar la puerta de su habitación, se detuvo al escuchar que lo llamaban. Miró a Jungkook sin interés, como el primer día. Jungkook, agitado, se puso nervioso al advertir el desdén con el que esos ojos altaneros lo escudriñaban. Entendió de pronto que sus comentarios no eran inocentes bromas, sino retazos de una verdad que no expresaba por cortesía. Entendió que no le agradaba, que Seokjin hacía esfuerzos conscientes para hacérselo saber. Y le fue imposible no ceder ante su misión de empequeñecerlo.
—¿Qué? —preguntó Seokjin con tosquedad.
—Q-quería preguntarte si...
—¿Qué?
Jungkook tragó saliva y se aclaró la garganta.
—¿Conoces... a alguien llamado Min Yoongi?
El rostro de Seokjin se desfiguró, como si hubiera escuchado que su padre acabara de morir o como si fuera testigo de un crimen horroroso. Todas sus facciones perdieron su lugar y lo despojaron de su innegable belleza. Fue apenas un instante, pero Jungkook alcanzó a grabar la imagen en su memoria y más tarde no podría sacarla de sus pensamientos.
—No —respondió Seokjin al fin—. No hay nadie con ese nombre en este barrio.
Jungkook quiso indagar, pero Seokjin lo miró con dureza.
—No le preguntes esto a mamá. Tiene los nervios frágiles.
Y cerró la puerta de golpe. En el camino al orfanato, la señora Kim recibió una llamada de la madre de Jungkook. Estuvieron cinco minutos hablando del comportamiento de Jungkook, de su estancia, de sus horarios en la casa hogar y de lo muy agradecida que estaba la señora Jeon con la señora Kim. A Jungkook le sorprendió la amabilidad con la que la señora Kim trataba a la mujer que le había hecho daño. Se mentalizó para cuando fuera su turno de hablar. Practicó sus palabras para que de su boca no salieran imprudencias. Respiró hondo a manera de apaciguar sus náuseas. Y la señora Kim colgó el teléfono.
—Dijo tu madre que te portes bien —dijo la señora Kim con las manos al volante.
Jungkook selló los labios en una línea recta y clavó la mirada en la ventana. La señora Kim pareció notar su tristeza, porque lo veía a ratos sin decir nada. Lo dejó frente a la Casa Flor de Niebla y, con el vidrio abajo, le dedicó una sonrisa.
—La próxima vez hablarás primero, ¿sí?
Jungkook asintió con la cabeza y la vio irse. Mientras saludaba a las cuidadoras, se le ocurrió que podía tomar la iniciativa y llamarle a su madre sin más. Pero ¿qué le diría? Que la extrañaba, ¿y después? Después se les agotaría el papel de madre e hijo y se quedarían en el gélido silencio de siempre. Y su padre probablemente estaría muy ocupado en sus labores de la iglesia como para entablar una conversación con él. Jungkook se deshizo de todos esos pensamientos al recordar que tenía un techo y nunca faltaba la comida en su mesa. Debía ser agradecido, sin importar cuánto doliera en su corazón la frialdad que conllevaba tenerlo todo.
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KATABASIS ; jjk&myg
أدب الهواةA los dieciocho años, Jungkook adquirió el mal hábito de fumar cigarros y de amar sin esperar nada a cambio. ******* Historia corta.