5. Demonio de ojos redondos.

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Uno, dos, tres toques. Jungkook se levantó de golpe al ver a la señora Kim en el marco de la puerta, sonriéndole. Llevaba un delantal blanco sobre un vestido negro de motivos florales, maquillaje ligero y el cabello perfectamente arreglado. No sorprendía su pulcritud; era, más bien, una señal de que todo estaba en orden.

—¿Te traicionó la alarma?

Jungkook no respondió.

—El desayuno está listo, te estamos esperando —agregó la señora Kim.

Jungkook asintió con la cabeza y esperó en silencio a que ella dejara de mirarlo y cerrara la puerta. Una vez solo, se frotó los ojos hinchados, observó el cielo azul de la mañana y pensó que no se veía muy distinto a cuando por fin pudo quedarse dormido. La noche anterior se acostó en cama como todas las otras noches, pero no pudo sumirse en la oscuridad del sueño. Al cerrar los ojos, su madre se dibujaba en medio de la negrura y aquellas angelicales orbes redondas lo juzgaban como si tuvieran el derecho de hacerlo. Entonces Jungkook apuñalaba a la madre imaginaria y la desterraba del espacio que hasta hace poco habitaba sin problemas. Pero su madre regresaba cada vez y Jungkook, horrorizado de verse a sí mismo en ella, acabó pasando la noche en vela. Se sentó frente al escritorio, abrió la ventana y se arrulló en el titileo de las estrellas y el olor a mar que traía consigo la ventisca veraniega.

Pensó en escaparse al departamento de Yoongi. Sin embargo, antes de siquiera ponerse de pie, escuchó un ruido de pasos y supo que Seokjin se había adelantado a sus planes. Como no podía encender las luces para leer o escribir, se ocupó planeando un itinerario de actividades divertidas para animar a Jaehyun. La mayoría no podría llevarlas a cabo por la falta de energía de Jaehyun, pero le gustó imaginar un mundo donde no tuviera enfermedad y fuera un niño del orfanato más al que pudiera cuidar. En ese mundo ideal, Jungkook sería un millonario capaz de solventar los gastos del orfanato Casa Flor de la Niebla y por su labor de buena fé se ganaría un lugar en el cielo. Jaehyun viviría feliz, sin importar que no tuviera un padre o una madre, y eso le bastaría a Jungkook para ser feliz también.

A las seis de la mañana, Jungkook regresó a la cama, harto de estar sentado, vio el techo iluminado por la luz matutina y en algún punto perdió la consciencia. Despertar a causa de la señora Kim en ese momento no le resultó una molestia, pues no sospechaba que esa sería la única hora de descanso que tendría en un largo rato.

Al llegar al comedor, lo tomó por sorpresa encontrar a Seokjin, comiendo con la cabeza gacha y con un ojo morado. Al ver a Jungkook, la señora Kim sonrió y le sirvió el desayuno. Jungkook se sentó junto a Seokjin y no pudo quitarle la mirada de encima al moretón ataviado a su ojo izquierdo. Estuvo a punto de preguntarle si estaba todo en orden, pero nada más abrir la boca, la señora Kim lo interrumpió:

—Corazón, ¿tuviste una mala noche?

Jungkook parpadeó varias veces al notar que la pregunta iba dirigida hacia él y no hacia Seokjin, quien levantó el rostro y pareció molesto con su madre.

—Tuve un poco de insomnio.

La señora Kim frunció los labios.

—Creo que la vecina vende un remedio para el insomnio. Le preguntaré más tarde.

—No tiene que... —Jungkook se detuvo al sentir un pinchazo en su pierna. Al girarse, descubrió que se trataba de Seokjin, que con señas le indicaba que no se atreviera a decir que no—. Sí..., está bien. Gracias.

La señora Kim sonrió y se puso a freír unos huevos. Jungkook se dispuso a terminar su plato, mientras de reojo veía aquel moretón oscuro en el ojo de Seokjin. Vio a la señora Kim, absorta en la sartén y los huevos, y le pareció que ignoraba a propósito lo que sucedía con su hijo. Pero no pudo asegurarlo.

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⏰ Última actualización: Sep 24 ⏰

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