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Cuando Tom despertó, todo el cuerpo le dolía mucho

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Cuando Tom despertó, todo el cuerpo le dolía mucho. Probablemente debido a la posición en la que se quedó dormido o el haber estado recostado en el frío suelo de piedra. Tampoco es como que importara mucho en ese momento. Todos los recuerdos del día anterior llegaron a su mente como un balde de agua fría.

No pudo evitar suspirar con pesadez. Evitó pensar en lo que podría ser de él y esperar pacientemente a que alguien le dijera algo. Si pensaba demasiado, sólo podía llegar a la conclusión de que lo mandarían a Azkaban o tal vez le darían alguna sentencia de muerte. De todas formas, no importaba mucho.

Sólo bastó un día para darse cuenta de que no era bienvenido en aquel lugar y probablemente en ningún otro. Sin embargo, no pudo evitar pensar en esos bonitos ojos que lo habían visto con absoluta amabilidad, algo que no le había ocurrido nunca en su vida y fue más que agradable.

Respiró profundamente hasta que un gran bostezo escapó de sus labios al mismo tiempo que se estiraba un poco. Permaneció sentado y recargó su cabeza en la pared de piedra. Ni siquiera le era posible saber más o menos qué hora era ya que estaba bajo tierra.

Cerró los ojos un momento pero la tranquilidad no duró mucho cuando escuchó pasos que se acercaban y luego abrieron su celda. Miró sin moverse al recién llegado. Era uno de los aurores que estuvieron la noche anterior cuando lo interrogaron.

—Andando, ya tomaron una decisión —no sonaba hostil como el día anterior. Tal vez no le concederían un castigo tan malo.

Tom se puso de pie con algo de dificultad debido al dolor que sentía y siguió al auror que por cierto, no le había puesto las esposas. Y ya no eran dos, era sólo uno.

Tampoco es como que tuviera intenciones de huir. No sabría a dónde ir, además de que ese era el único lugar donde podría conseguir todas las respuestas que necesitaba.

El chico se sintió aliviado cuando sintió el frío aire matutino golpear su rostro. Era refrescante y le ayudó a despejar su mente. Sin embargo, fue sólo un pequeño momento pues pronto llegaron al salón del día anterior donde le hicieron el interrogatorio.

Esta vez, había más personas en la habitación. Algunos parecían más cansados que otros pero ya no recibió esas miradas de horror a las que se había acostumbrado. Esta vez vio miradas de pena, lo que se sintió aún peor.

Se sentó en la silla del centro sin esperar indicaciones pues sabía que de todas maneras era el lugar que le pedirían tomar.

Frente a él se pararon la profesora McGonagall, Kingsley, aquel chico Harry, el hombre pelirrojo que se parecía a Marjorie y un hombre de aspecto cansado y lleno de cicatrices en el rostro que no reconoció del día anterior.

Fue la profesora McGonagall en dar un paso al frente. Ella parecía mucho más cansada que el resto pero no le gustó esa mirada de pena que le dirigió.

—Tom Riddle, hemos meditado toda la noche y esta a mañana llegamos a un acuerdo mutuo luego de hablar sobre tu caso. Ya que no hay autoridades que puedan hacerse cargo, somos nosotros quienes decidiremos tu futuro —la mujer miró a Kingsley quien dio un paso al frente para estar junto a la mujer.

—Se te declaró inocente por todos los crímenes que Voldemort cometió, tomando en cuenta que estabas bajo su control y sólo usaba tu cuerpo como medio. Sin embargo, estarás bajo vigilancia.

—Reanudaras tus estudios en Hogwarts —continuó la profesora— de esta manera estas bajo nuestra vigilancia y protección. Sin embargo, una vez a la semana deberás a acudir a la oficina del profesor Lupin quien se ofreció a ayudarte con tus lagunas mentales y a procesar todo lo que ha ocurrido.

Tom frunció el ceño al no saber quien ere ese tal profesor, pero rápidamente se dio cuenta de que era el hombre con las cicatrices en el rostro.

—Además de eso, durante las vacaciones estás alojado en la casa de la familia Weasley. Quienes muy amablemente se ofrecieron a brindarte un techo al mismo tiempo que te tienen bajo vigilancia. Aunque de igual manera, tendrás que seguir viendo al profesor Lupin al menos una vez por semana.

Tom miró esta vez al hombre pelirrojo que asintió con cierta amabilidad.

—¿Tienes alguna duda u objeción? —le preguntó McGonagall.

El chico miró a todos los presentes y finalmente negó.

—No —habló con voz suave— estoy de acuerdo con todo.

Era mucho mejor de lo que había imaginado y no tenía la intención de echarlo todo a perder. Le estaban dando una segunda oportunidad luego de haber hecho quien sabe qué terribles cosas. Realmente le estaban permitiendo empezar de nuevo e iba a aprovechar cada oportunidad que le brindaran.

—Muy bien —habló con firmeza la profesora y un corto suspiro escapó de sus labios— el desayuno se servirá pronto. Puedes ir la sala común de Slytherin, donde se te brindó un par de uniformes y una muda de ropa para que te cambies y luego puedes ir a desayunar. Te informaremos qué pasará estos días.

Tom asintió y se puso de pie bajo la atenta mirada de todos los presentes.

—Gracias —murmuró y salió de la habitación.

Era extraño. No tener a alguien que lo siguiera y guiara a su celda. Permaneció de pie un momento antes de comenzar a caminar rumbo a su antigua sala común. Aunque para él apenas se sintió como si sólo hubiera dormido algunas horas. Sabía que muchas cosas habían cambiado desde su supuesta ausencia y estaba un poco aterrado por lo que pudiera pasar pese a que su rostro permaneció sereno.

La sala común de Slytherin había cambiado mucho. La estructura era igual, por supuesto, pero los muéveles y la decoración era totalmente diferente. No le desagradaba pero le parecía muy extraño, como si estuviera en un lugar totalmente diferente de un día para otro.

Fue un chico el que se acercó a él. No tenía una expresión en particular. No lo miraba con enojo o pena, lo que era un gran alivio.

—Tom, ¿cierto? —el nombrado asintió— me llamo Seth. Por ahora soy el prefecto de Slytherin ya que el anterior... Bueno... soy de los pocos que se quedaron en el castillo luego de lo que pasó. La profesora McGonagall me informó que vendrías, así que te llevaré a tu habitación. Sígueme.

Tom no dijo nada y siguió a Seth por la ya conocida sala. Bueno... no tan conocida ahora. Se dirigió Érica los dormitorios de los hombres donde entraron por un pasillo y Seth abrió una puerta. Al menos aún tenían habitaciones individuales y podría sentirse más cómodo.

—Si necesitas algo, puede decirme —le dijo Seth antes de marcharse para dejarlo solo.

—Gracias.

Tom entró a la habitación, cerrando la puerta tras él y se sentó en la cama antes de dejarse caer de espaldas. Sólo podía pensar que aún debía enfrentarse al gran comedor pero al menos se sentía mucho mejor al saber que lo habían declarado inocente.

Cerró los ojos un momento y en su mente apareció la radiante sonrisa de una chica pelirroja. Al menos podría volver a verla, aunque ese chico Harry no pareciera tan contento.

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