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Cuando la media noche llegó y el ambiente se volvió  más tranquilo, los aurores que vigilaban la celda de Tom abrieron la puerta para sacarlo y llevarlo a la oficina de la directora

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Cuando la media noche llegó y el ambiente se volvió más tranquilo, los aurores que vigilaban la celda de Tom abrieron la puerta para sacarlo y llevarlo a la oficina de la directora. Fue un viaje silencioso, Tom notó que había muchos menos escombros por los pasillos pero aún quedaba trabajo por hacer. Se preguntaba qué rayos le había pasado a la escuela, parecía que hubiera habido alguna clase de explosión por todas partes. Pero más o menos comenzaba a conectar los puntos y no le gustaba para nada las conclusiones a las que estaba llegando.

Se detuvieron frente a un salón, uno de los aurores tocó un par de veces y la puerta se abrió. No había tantas personas como Tom había imaginado pero si reconoció a algunas de esa mañana.

Estaba la profesora McGonagall, el profesor Slughorn, el hombre alto y moreno, el chico que reconoció como Harry, una pareja de pelirrojos y otras dos personas aparte del par de aurores que lo escoltaban.

—Está bien, le pueden quitar las esposas —habló con voz muy clara la profesora McGonagall.

Los aurores hicieron lo indicado y le quitaron las esposas, Tom sintió las manos mucho más ligeras y cómo su magia volvía a cada parte de su cuerpo. Kingsley se encargó de hacer desaparecer las esposas pero sin quitarle la mirada al chico.

—Toma asiento —le indicó el moreno.

Tom asintió una sola vez y caminó hasta la silla en medio de la habitación. Comenzaba a acostumbrarse a tener todas las miradas sobre él pero no dejaba de ser realmente incómodo. El chico miró a los presentes desde su lugar pero no se atrevió a decir nada. De todas maneras, no había nada que pudiera decir.

El profesor Slughorn se acercó con un frasquito en sus manos y se lo entregó. El hombre lo miraba con culpa, como si sintiera remordimiento por algo.

—Ten chico —le entregó el frasco— tómalo todo.

Tom intentó sonreír pero no lo logró del todo y simplemente tomó el frasco entre sus dos manos. Luego de liberar un largo y profundo suspiro, bebió de un solo trago todo el contenido. Tenía un sabor amargo que se quedó impregnado en su lengua y en su garganta. Fuera de eso, no se sintió extraño o diferente.

El hombre moreno, que Tom ahora identificaba como Kingsley, se acercó a él de frente y le apuntó con su varita. Otro hombre y otra mujer también se acercaron por sus costados y le apuntaron de la misma manera. Los tres comenzaron a recitar algunos encantamientos pero Tom siguió sin sentir nada. Claro que tampoco puso resistencia pues también tenía mucha curiosidad por entender lo que estaba pasando.

—Profesora McGonagall, puede comenzar con las preguntas —le dijo Kingsley.

La profesora asintió y dio un par de pasos al adelante hasta estar frente al chico. Era idéntico a como lo recordaba en sus años de escuela y eso resultaba desconcertante. La mujer no tenía ni idea de qué pensar en ese momento pero tampoco se podía dejar llevar por sus sentimientos.

—Comencemos con algunas preguntas de prueba —habló con voz firme pero ligeramente baja— ¿Sabes cual es tu nombre?

Tom miró a la mujer y asintió. Ni siquiera fue capaz de reaccionar cuando las palabras se desbordaron de su boca sin poder evitarlo.

—Tom, Tom Riddle —confirmó.

—¿Cuantos años tienes?

—Diecisiete.

Hubo un corto momento de silencio pero la profesora continuó.

—¿Sabes cuáles son los crímenes por los que se te acusan?

Todos miraron expectantes.

—No —contestó. No era capaz de mentir y las palabras salían por si solas.

—¿Qué es lo último que recuerdas, Tom?

El chico frunció el ceño tratando de buscar en sus recuerdos. Todo era muy borroso al principio pero luego un recuerdo nítido de su quinto año.

Un susurro. Una voz que sonaba en su cabeza pero no era como la voz de sus pensamientos, era diferente. Algo totalmente ajeno a él. Al principio fue difuso, sólo palabras sin sentido que no lograba comprender. Pero luego... fue más claro.

Como si fuera alguien tratando de entrar a su mente. Alguien tratando de controlarlo. Era como si la maldad se hiciera presente de forma tangible. Como si un sentimiento se volviera físico. Algo complicado de explicar.

Era algo que comenzó a contaminar el cerebro de Tom con pensamientos oscuros. Tal vez era porque era muy vulnerable. Aunque aparentaba ser alguien seguro y genial, siempre se sintió inseguro. Sabía que las personas le temían y nunca le gustó ese sentimiento. Un amigo. Eso era todo lo que siempre había deseado. Alguien que lo viera como su igual.

Pero ese susurro en su cabeza lentamente lo comenzó a aturdir. Pensamientos que nunca antes había tenido se impregnaron en su cabeza. Y las cosas horribles comenzaron. La mayoría no la recuerda, como si hubiera estado poseído. Como si hubiera estado dormido mientras cometía atrocidades y despertara por momento sin entender lo que ocurría.

Y de pronto un día... todo quedó completamente oscuro, como si se hubiera quedado dormido durante mucho tiempo y aquel ser se hubiera apoderado por completo de su cuerpo y mente.

—Y cuando desperté de mi extraño sueño... los vi a ustedes. A Marjorie cubriéndome con su suéter. Realmente quisiera recordar algo más pero... siento que hay huecos en mis memorias.

La habitación permaneció en silencio mientras reflexionaban la palabras de Tom.

—Estas diciendo que... ¿alguien más controlaba a este chico? —habló el hombre bajito y pelirrojo que le recordó mucho a Marjorie.

McGonagall asintió.

—Digamos que el verdadero Voldemort se apoderó de Tom en un momento de vulnerabilidad y se hizo pasar por él —habló la profesora luego de reflexionar un poco.

La habitación volvió a quedarse en silencio.

—¿Qué pasará ahora? ¿Qué deberíamos hacer con él?

Tom tenía exactamente las mismas preguntas.

—Creo que... es una decisión complicada y algo que deberíamos dejar para mañana después de haber reflexionado las cosas con calma —esta vez habló Kingsley— sugiero reunir a toda la orden para tomar una decisión. Por el momento no tenemos Wizengamot ni ningún otro tipo de autoridad además de los presentes —miró a Tom— y ahora que sabemos que este chico sólo fue utilizado, deberíamos... pensar bien en lo que pasará con su futuro. El veritaserum no es infalible, ni los hechizos pero creo que todos tenemos el derecho a la duda.

Nadie se atrevió a decir nada pero todos estuvieron de acuerdo, aunque muchos de los presentes tenían sentimientos contradictorios.

Llevaron a Tom de regreso a la celda, aunque esta vez le entregaron ropa y algo de comida, además de algo de agua y un trapo para que se limpiara. Le esperaba una muy larga noche pero tenía la esperanza de que todo se resolviera de la mejor manera.

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