3.

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—Mi señor, tenemos al hermano de Kendell, Jonathan. Él...

—Mátalo —Sentado en su camisa blanca, cerca de la chimenea crujiente, Damon murmuró sin emoción.

—No, espera —Robert se puso de pie para insistir y le dijo al hombre—. Investígalo por si hay alguna pista. Queremos a Aria a cualquier precio. —En cuanto Damon oyó el nombre, cerró los ojos. Y, Robert tragó saliva dándose cuenta de cómo hablaba en contra de su orden.

Entonces el hombre se fue y Robert empezó con cuidado.

—Damon tuve que hacerlo. No podemos dejar escapar a esa zorra.

Robert se quedó mirando los ojos llenos de muerte de Damon que tenía pegados a la chimenea. Podía decir que un fuego más letal que este estaba quemando a su primo.

Robert nunca habría podido creer que aquella chica se atreviera a engañar a Damon. Y, por si fuera poco, le dejó alzado el dedo del medio en su cara y eso también había quedado grabado en las cámaras de seguridad.

—¿Robert? —Pronunció Damon, pero Robert negó con la cabeza afirmando.

—Por tercera vez Damon. Por tercera vez te lo dijo... Voy a quemarla y maldita sea, lo haré lo más despacio posible —En la habitación poco iluminada, Damon solo inhalaba mirando el fuego.

Todavía podía recordar lo hermosas que eran sus largas piernas. Estaba hecha a mano celestialmente. Todavía podía sentir su piel en la mano, pero tragó saliva antes de continuar.

—Quiero despellejarla viva. Y dejaré su piel allí... —Damon señaló la pared de su despacho—... Para que todos la vean que es lo que sucede y lo que pasa, cuando juegas conmigo —Damon había vuelto a tener la respiración agitada. Temblaba de rabia odiando como su sonrisa era lo único que aún vagaba en sus pensamientos.

Llevándose la botella de vino a los labios, Damon engulló el ardiente licor, pero sabía que ningún aguijón podría hacerle daño en ese momento.

Robert solo se mordió la boca negando con la cabeza. Ya había enviado un mensaje a su mujer diciéndole que no volvería a casa esta noche. Pero lo que más le asustaba era el hecho de que en tres días las familias más prestigiosas del mundo estaban invitadas a la boda. Algunas enviaban a sus representantes, mientras que las más cercanas a su familia contaban con la presencia de sus jefes en persona. E incluso esta idea era de Aria. Ella quería una gran boda y Damon no pestañeó para dársela.

—Te estoy diciendo que ella... —Robert empezó a hablar, pero estaba enfurruñado incluso con la mención. Robert sabía que era difícil para Damon sentarse aquí y no hacer nada, pero suficiente con darle a la gente un espectáculo de diversión—... ella tenía alguna vieja cuenta que saldar. Ella es el producto de algún trabajo inconcluso.

Pero ninguna explicación podría hacer que Damon se ablandara con ella.

—¡QUIERO SU PUTA PIEL COLGADA EN MI OFICINA! —Damon gritó señalando a la pared, pero luego miró a la pared como si ya pudiera imaginar este trabajo hecho. Y, una sonrisa se dibujó en su cara. Él ya podía ver cómo va a tener una historia que contar.

Robert, que quería hablar de cancelar la boda, no lo hizo. Se daba cuenta de que no era el mejor momento para recordárselo. Pero, aun así, Robert no pudo evitar decir.

—¿Qué tal si te casas con la prima de mi mujer? O con mi ayudante. Tienes buenos cuerpos y sienten algo por ti. ¿O con la chica del casino que te tiraste el año pasado? Tienes opciones jodidamente increíbles. Pero no. Siempre te las arreglas para encontrar putas —Robert notó cómo la cara de Damon se crispaba ligeramente y Damon levantó el dedo sin levantar la vista.

En sus ManosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora