4.

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—Estás jodido, tío... —Le dijo el oficial, pero Nancy sólo tragó saliva. Sabía que rogarles no le serviría de nada. Se pregunta por qué Damon iba tras ellos. ¿Por qué quería matarlos? Porque ella todavía no podía olvidar como abrieron fuego en su apartamento sin importarles nada.

Su pierna comenzó a temblar en el momento en que encontró su camioneta llegando a la parte este. ¿Y si ya habían capturado a mi hermano? Ese pensamiento la hizo preguntarse.

—¿Dónde está mi hermano? —Usando su entrenada voz varonil le pregunto al oficial.

—Bueno, eso es algo que los hombres de Damon te harán soltar en un santiamén —Nancy se mordió la boca y cerró los ojos.

—¿De qué se trata? ¿Qué conseguirá de nosotros? No tenemos nada en contra de Anderson... —Pero antes de que pudiera terminar la frase, el oficial sentado a su izquierda le dio un puñetazo en las costillas.

—¡Cállate! —Le gritó.

—Relájate hombre, no es como si no lo fuera a conseguir en su base —Pero antes de que el primer oficial pudiera terminar, el que la golpeó le cortó:

—Tienen que saber que también le hicimos un número —Diciendo esto el oficial la tiró lejos y estaba a punto de pisotearle la barriga cuando ella se movió y se la llevó a la espalda.

—¡Ah! —Un chillido muy femenino salió de su boca y se rieron.

—¿Has oído eso? ¡Ja!

Con la cabeza nublada intentó abrir los ojos y se dio cuenta de que había una pistola eléctrica tirada. Se había caído del uniforme de uno de los agentes entonces Nancy la cogió y la escondió bajo su chaqueta.

Nancy se había acurrucado en un rincón cuando la furgoneta se detuvo. Sus ojos se atrevieron a derramar las lágrimas. El agente tiró de su cuello para sacarla y ella hizo todo lo posible por caminar bien, pero al levantar la vista vio la puerta trasera de su mansión que daba a un largo callejón oscuro. Nancy sabía que su entrada principal estaba bastante lejos de este lugar. Esta entrada solo llevaba a su celda de tortura que era conocida como calabozo.

Había oído hablar mucho de este lugar a las strippers cuando las llamaban para hacer los shows personales para los miembros de la banda. Para Nancy, era su primera vez en el famoso callejón. El callejón sólo era lo suficientemente ancho para dos furgonetas y tenía una puerta de metal en un edificio cerrado.

Tragó saliva preguntándose de qué se trataba. Sentía las piernas congeladas y el agente sólo la empujaba hacia delante. Se preguntó para qué la querían.

Alguien abrió la puerta antes de que pudieran acercarse siquiera. Los agentes se quedaron inmóviles y sólo un hombre voluminoso se adelantó y le dijo al oficial.

—Fuera de aquí...

El oficial se puso detrás de Nancy y la empujó hacia el hombre voluminoso que se apresuró a poner también su mano en el cuello de Nancy y como ella no pesaba nada tropezó con él.

Los oficiales se fueron y subieron a la furgoneta, pero aquel hombre seguía mirando el auto, como si no tuviera nada de qué preocuparse por el tipo al que estaba sujetando. Ya podía decir que aquello que sostenía en su puño no tenía masa.

Pero en el momento en que aquel rubio enorme miró a Nancy intentó quitarle la mano del cuello.

—Te voy a comer en caldo —La miró a la cara con una sonrisa diabólica y la levantó en el aire.

—Ah... —Nancy luchó por respirar y empezó a ahogarse. Sus grandes ojos se llenaron de lágrimas, pero en el momento en que se dio cuenta de que él era el único que había salido de aquella verja metálica utilizó la pistola eléctrica para darle una descarga. El hombre cayó de rodillas abandonando su collar, pero ella estaba demasiado asustada de que se levantara de nuevo y lo electrocutó aún más.

En sus ManosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora