Capítulo 5

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El disparo le había empapado todo el brazo de sangre. Gimió con un dolor insoportable. Ni siquiera el cálido interior del coche fue suficiente para que dejara de temblar. Se preguntaba a qué se refería con lo que dijo el hombre, pero al mirar su brazo sangrante se dio cuenta de que no vivirá mucho tiempo para para saberlo.

Dio un respingo en cuanto él se sentó en el asiento del conductor y la miró. Intentó poner más distancia entre ellos pegando la espalda a la puerta.

Nancy no podía dejar de mirarle como si no pudiera pestañear.

—¿Qué le has dicho? ¿Yo me ocuparé de Damon? ¿Es esto lo que pensabas? —Nancy negó con la cabeza antes de suplicar:

—Por favor, déjeme ir. No sabía nada. No soy nadie —Se tapó la boca con la mano. Por un momento quiso abrir la puerta para salir corriendo, pero veinte hombres fuera de su coche era una mala idea.

Damon arranco el coche al momento siguiente y temiendo a donde iba, ella sollozo.

—¿Adónde me llevas? ¿Por favor? Por favor...

—Dije que querías mi atención. ¿Verdad? —Damon sonrió y Nancy se apresuró a negar con la cabeza, pero en el momento en que su sonrisa se contrajo, se quedó quieta—. Pues esto es lo que has conseguido, ángel.

A Nancy le empezó a pesar la cabeza. Se preguntaba si ha perdido toda la sangre de su cuerpo hasta ahora.

Estuvo medio inconsciente durante todo el trayecto. Pero cuando alguien trato de sacarla del coche ella dio un respingo abriendo los ojos y trato de resistir en su capacidad.

—Tenemos sueño, ¿eh? —Se le heló la sangre al darse cuenta de quién le hablaba y le sujetaba la muñeca.

Era Damon.

—Por favor... —Intentó mover los pies, pero seguían atados. Todo su cuerpo se agitaba de miedo ahora. No podía pensar con claridad y mucho menos pronunciar palabras excepto—... Por favor... Por favor.

Damon la sacó como si no pesara nada. Ella cayó en el camino con su cara recibiendo el impacto del suelo áspero.

—¿Te ha dolido? Déjame levantarte —Damon cogió un puñado de su pelo y la levantó de un tirón pero cuando se dio cuenta de que sus pies seguían atados la volvió a coger por encima del hombro.

Nancy se encontró de nuevo ante la misma celda de tortura. Dos hombres de pie fuera del edificio abrieron las puertas.

Ella miró las puertas que se cerraban cuando Damon entró en su castillo desde el callejón negro. Tenía una mano agarrada a la espalda de su chaqueta temiendo la altura mientras estaba convencida de que su otra mano era inútil. Sus gritos silenciosos fueron sofocados por el miedo.

—Suéltame... —su voz apenas era audible.

El lugar no estaba bien iluminado. Y, tenía humo de cigarrillo espeso mezclado con un ambientador. Damon no tuvo que esperar al final del pasillo. Dos hombres ya habían abierto las enormes puertas del ascensor y uno de ellos entró también en el ascensor antes de que Damon entrara.

El guardia esperó la orden de Damon que gruñó pellizcando el culo de Nancy.

—Mi cuarto de juegos...

A Nancy no le importaba mucho en este momento. Se miró el brazo herido que le dolía mucho. Le preocupaba haber perdido el miembro.

¿Por qué? ¿Por qué hiciste esto, Ken? Se le rompió el corazón al saber que su hermano la había abandonado para siempre.

Ella prometió que incluso su fantasma nunca perdonaría a Ken, porque él ni por una vez pensó en su hermana.

Intentó mover los dedos del brazo herido, pero le dolía como el infierno haciéndola gemir y en el instante se preguntó cuánto le dolería morir.

En sus ManosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora