Capítulo 6

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Nancy abrió los ojos y se encontró con un techo desconocido. Tenía una iluminación de lujo, pero sólo unas pocas estaban encendidas y, en general, la habitación tenía un ambiente oscuro. Movió la cabeza y vio una silla vacía al lado de la cama. Su cuerpo dolorido la hizo gemir un poco cuando intentó moverse. Jadeó al intentar palparse el brazo, que seguía allí. Estaba envuelto y cabía la posibilidad de que Damon hubiera comprado su propuesta.

Nancy puso su codo izquierdo en el colchón y trató de levantar su cuerpo. Pero el sonido metálico la hizo mirar a sus pies. Su pie izquierdo tenía una pesada cadena de metal alrededor del tobillo. Y, en modo alguno, era pequeña o delicada. Era tan pesada como para atar a un animal salvaje y ya le había dejado un moratón azul en el pie. Sus ojos se llenaron de agua en un instante.

No quería estar aquí. No quería casarse con alguien como Damon para salvar su vida. ¿Qué clase de vida era si iba a estar encadenada? No era un animal.

Parpadeó mirando el enorme arañazo en la pierna que debió hacerse cuando huía de sus hombres. No recordaba nada de aquello. El arañazo tenía una mancha amarilla de algún antiséptico que se había secado. Nancy podía sentir su cabello húmedo de sudor. Le dolía la espalda. Su vientre tenía varios moratones.

Ella todavía estaba sólo en su sujetador casero, pero ahora alguien había sacado sus pantalones también. Se estremeció al darse cuenta de que sólo llevaba bragas.

Miró a su alrededor y no encontró a nadie. Pero seguía recordando lo que le había ofrecido y lo que le había advertido aquel hombre. No quería casarse con una persona como él. Pero tampoco quería morir.

Por un momento, se preguntó si podría hacerlo. ¿Si podría convertirse en su esposa? Pero al recordar cómo la miraba, supo que no buscaba una esposa. Aunque se casara con ella, para él sólo sería un juego, él solo quería ver cuánto tiempo podía jugar.

Nancy sabía que era cualquier cosa menos estúpida. Podía interpretar el papel, pero sabía que todas las reglas podían ser torcidas por la otra parte y que ella perdía en todo momento.

Esta vez tiró de la cadena con más fuerza y alguien entró por la puerta para echarle un vistazo.

—¿Estás despierta? —preguntó la mujer. Su uniforme informaba a Nancy de que estaba delante de la puerta. Y que formaba parte del personal.

—Sí —respondió.

—¿Necesita algo?

Nancy tenía mucha sed. También tenía hambre.

—Agua —Nancy permaneció humilde y aquella mujer sonrió.

—Por supuesto.

La mujer se fue y Nancy sintió que le dolía la pierna. Quiso doblar la rodilla y acercarla, pero la pesada cadena no se lo permitió.

—Buenas noches, querida —Nancy se levantó sobresaltada y miró a Damon que estaba de pie en el marco de la puerta. Estaba en bata de seda granate con una copa de vino en la mano.

—Buenas noches —Nancy no tardó en contestar.

Un paso cada vez. Un paso cada vez. Pero con mucho cuidado. Le aconsejó una voz en su mente.

—Duermes mucho para mi gusto —dijo Damon saboreando su vino y Nancy lo sorprendió mirando su pierna larga y firme. Era una mujer rusa y siempre le habían dicho que era guapa. Nancy pudo notar que él estaba distraído con su atuendo en ese momento.

—Debe ser algún medicamento. No soy perezosa si te lo estás preguntando —Damon no esperaba que ella respondiera. Y, se pregunta si ella siempre tendrá una respuesta excepto cuando le pregunte por el paradero de su hermano.

En sus ManosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora