Capitulo 1

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Siempre qué sientas que vas a criticar a alguien, solo recuerda que no todos en este mundo han tenido las mismas ventajas que tú.

F. Scott Fitzgerald

Sentado en el brillante césped, Marco, ignorante de la tragedia que habría de ocurrir aquel 5 de junio, veía, de manera un poco tímida, a su hermana, que se paseaba sin preocupaciones por la desolada carretera. Reía ante aquella adorable escena, disfrutando de ver a Ángela divertirse en ese esplendoroso y mágico día, mientras se encontraba sentado en su cómodo césped. "Te ríes de cualquier cosa -le reprochó ella, deteniéndose por un momento, aunque no dejando de mostrar esa bonita sonrisa, incluso en los días de más felicidad-". Al chico por un momento le pareció que su cabello era como un río, que flotaba y fluia con los rayos del sol. Ella siguió paseando por la carretera, esperando que por fin se pusiera el puesto que tanto esperaban.

5 de junio, la fecha que da comienzo a los hechos: un día en el que todas las cosas que alcanzará la vista estaban cambiadas por un halo de magia. Con el verano que recién desplegaba sus olas de calor en el pueblo, que traía nuevas emociones y experiencias a todos por igual, se podía sentir el espíritu renovado de todos los pobladores. Cientos podían sentir el éxtasis que traerían esos días, y nadie podía ser indiferente ante aquello. Marco y Ángela fueron dos de los miles de adolescentes que se despertaron deseosos de aprovechar sus vacaciones.

Aquella mañana, el par de hermanos tenían el deseo simple y juvenil de comer helados. Era un placer (o, más bien, lujo, debido a lo difícil de su obtención) que no siempre se podían dar, pero que habían planeado desde el día anterior, para festejar su nueva libertad del régimen escolar al que tuvieron que pertenecer por tanto tiempo (y al que seguirían sirviendo por muchísimo más, aunque lo ignoraban). Se habían emocionado muchísimo con su plan, como si se tratara de algo de verdad descabellado y sorprendente, pareciendo una manera de joder al sistema educativo. "¡Miren, malditos cerdos, ahora podemos comer helados, porque ya no somos parte de su régimen!".

Sin embargo, ahora que estaban libres en el mundo, sin cadenas, teniendo la oportunidad de por fin disfrutar de tantos placeres que se les habían sido privados por los deberes escolares, no sabían muy bien que hacer. Tenían todo el mundo para ellos, infinitas posibilidades, y la primera que se les había ocurrido, no la podían disfrutar. Tampoco se les habían ocurrido muchas otras cosas que hacer, pues hasta ese momento o no habían pensado otra actividad divertida que no fuera ir a por un helado. Tal vez la influencia de la escuela había hecho que fuera imposible pensar en otra cosa que no fueran los deberes escolares, expulsando las ideas de diversión de su cabeza. Era como volver a la prisión, pero ahora al aire libre.

El tiempo, gran opositor de su felicidad, había jugado en contra suya, haciendo que aquella tarde no llegara el famoso señor de los helados.

-Ya hasta se me anda olvidando su cara -dijo el muchacho, con un semblante triste, mostrando ya no podía con todo ese tortuoso aburrimiento.

-No te preocupes, pronto llegará -le respondió su más esperanzadora hermana, que conocía incluso más al señor de los helados (aunque ambos lo conocían desde que eran niños), pues era dos años mayor que ella.

-Es que ya no aguanto esperar -eso era notorio en su mirada- y no sé cuándo vaya a venir...

-Ya no te preocupes, hermanito -dijo Ángela, con voz dulce-, vas a ver qué pronto llegará. Con el silencio sepulcral que hay, lo notarás instantáneamente.

-Eso sí... -le respondió Marco, esbozando una sonrisa.

Aunque la desesperación por el cremoso manjar seguía, y con el pasar de los minutos no hacía más que aumentar, sabía que todo estaría bien si seguía teniendo a Ángela a su lado.

Crónica de un joven bastardoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora