Prólogo

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Aquella gélida mañana del 22 de agosto, después de una búsqueda exhaustiva que duró meses, se encontró por fin el frío y bello cuerpo del que fue un prometedor chico de nombre Marco. Me lamente y llore, no por mi desgracia, que ya tenía mucho tiempo y se había desgastado, sino por la de él, que murió silenciosamente, sin tener muchos que pudieran lamentar su desgracia. Nadie en todo el barrio pudo conocer suficiente del flacucho muchacho, y por ende, nadie pensó que moriría así. Era un fantasma solitario en este pueblo.

Algunas personas lo conocieron (aunque no mucho), y pudieron incluso contar algo curioso acerca de él tras su fallecimiento; vaya que se esparcieron todo tipo de rumores suyos en el pueblo tras su muerte, todos alimentados por la curiosidad de conocer al chiquillo que ni saludaban por la mañana, y el morbo de saber hasta donde había llegado para que muriera. Aunque realmente parecía difícil creer que todos hablaban del mismo jovencito de característica mirada y despeinado pelo. Llegaba un punto en el que era obvio para cualquiera que escuchará el relato, que no se trataba de nada más que un rumor. Muy pocos eran capaces de armar con precisión sus historias, y hasta parecía que la inventaban mientras la contaban, cómo un completo chisme sin fundamento.

Algunos describían algo especial de él, mencionaban un momento que otros no habían concebido tras interactuar con él, y de vez en cuando se confundían y hablaban de otra persona, pues él llegaba a juntarse con todo tipo de personas igual o hasta más extravagantes que él. Se contaban varios rumores sobre él, no todos buenos. Era como si quisieran armar un rompecabezas con piezas que ni siquiera pertenecían al cuadro original. Prácticamente, lo armaban a ciegas, ignorantes de la realidad.

Tengo que admitir que a veces hasta me daba rabia escuchar lo que decían acerca de él. El enojo mío no se podía calmarse ni en las noches, cuando me ponía a recordar la sarta de mentiras que había escuchado en la calle. Me hervía la sangre de oír todas sus pendejadas, y me lamentaba otra vez de ese pobre chiquillo, que no podía ni descansar de su tormento estando muerto.

Luego tenía que escuchar de Fulano que, Marco, en secreto, era drogadicto. Que de un día a otro se había metido tanto en el vicio que, entre tanta mota y sustancias, el pobre arruinó su vida y destruyó por completo su mente. Que llegó un momento en el que, desesperado, tuvo que matar a una señora (que curiosamente murió por esas fechas en qué Marco desapareció) para robarle hasta el último centavo. Sin embargo, ante las consecuencias de sus actos y la pena que cargaba en su conciencia, tuvo que tirarse al río. Tuve ganas de matar al tipo que invento esa ficción.

No podía caber en mí todo ese desprecio que sentía por los que contaban mentiras del pobre. Tenía ganas de que supieran la verdad, tenía el fuerte deseo de mostrarle al mundo al verdadero Marco, mostrarle a los que decían que él fue un completo angel se equivocaban, que mucho de lo que creían verídico era una mentira, y, en fin, mostrarle al mundo la realidad.

Es por eso que me dispuse a escribir esta crónica.

Solo yo pude tener en mente el haber escrito y recopilado la historia del que fue el joven que más me amo; un montón de inconvenientes se han mostrado eni camino, y vaya que ha sido una empresa difícil, pero creo que esté es un trabajo que le dará por fin cierre a todo el calvario que ha representado la vida del chico. No diré quién soy, aunque posiblemente se vayan dando cuento de quién me trató, y por eso narraré todo esto a manera de que se den una idea general de lo que fue su historia.

No todo en este relato es cien por ciento verídico, pues se han usado todo tipo de elementos, documentos y testimonios para poder hacer una obra que recoja todos los datos de gran importancia en la vida de Marco. Estará lleno de suposiciones y cosas que puedan hacer sentido a lo narrado.

Con ustedes, la vida de Marco.

Crónica de un joven bastardoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora