1.- Las tres condiciones

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VALENTINA 


—Deberías tratar de hablar con tu hermana otra vez.

—Ya lo intenté —respondo mientras arranco, nerviosa, la etiqueta de mi botella de cerveza vacía.

Desde el otro lado de la mesa de madera de nuestro bar favorito. Mi única y mejor amiga, Sofía, me dedica una mirada llena de compasión, que de inmediato cambia por una llena de ánimo, incluso con un poco de entusiasmo. Nosotras somos así. No nos rendimos nunca.

—Valentina Carvajal —me llama, dando una palmada sobre la mesa e irguiéndose en el sillón de cuero rojo. Suena una vieja canción que no reconozco, pero ahora mismo me siento como si lo hiciera Eye of the Tiger—, hay que trazar un plan. Exactamente, ¿qué necesitas y con cuánto tiempo contamos?

—En tres semanas tengo que conseguir dinero suficiente, un trabajo y estar casada.

Hago una lista con cada objetivo como si no fuera capaz de ver lo absurdamente complicado que será lograrlos. Sin embargo, me prometí que iba a encontrar una solución y lo haré. No puedo siquiera pensar en la posibilidad de no hacerlo.

En ese preciso instante, Sergio, el novio de Sofía y mi único y mejor amigo, se sienta a su lado con tres cervezas heladas entre las manos.

—¿Quién quiere estar casada? —pregunta, confuso.

—No quiere, tiene —especifica su novia.

—¿Tan mal estás? —pregunta de nuevo, pasándome una de las cervezas.

El desaliento amenaza con aparecer, pero me obligo a seguir escuchando la canción de Rocky en mi cabeza. Voy a llegar a una solución. Estoy segura.

—Creo que lo más complicado es lo del dinero —comenta Sofía.

—En realidad, no —replico—. En cuanto encuentre un trabajo, doblaré turnos, haré horas extras, lo que sea, o tendré dos trabajos y doblaré turno en los dos.

—¿Y por qué no tres? —Sergio deja asomar su sarcasmo—. ¿Te estás oyendo, Vale? Tienes veintitrés años y no has acabado la universidad. Deberías centrarte en eso y así poder optar a un trabajo mejor. Cuando te gradués, serás una experta increíble en periodismo y no te costará hacerte de mucho dinero. Habla con tu hermana.

Niego suavemente con la cabeza.

—Eva no quiere oír una palabra más sobre el tema. Ya tomó una decisión.

Sergio me mira y tuerce el gesto. Sofía y él conocen a Eva, la todopoderosa Eva Carvajal, y saben que no dará su brazo a torcer. No es una mala persona y sé que me quiere tanto como yo a ella, pero es una mujer muy firme. Si toma una decisión, es inamovible.

—Te juro que no lo entiendo —se queja mi mejor amiga—. No entiendo por qué tu hermana te pone en esta situación.

—Técnicamente, no es ella —réplica Sergio—, fue su papá y el testamento. Ahora la que tuerce el gesto soy yo. Mentiría si dijera que me sorprendió cuando vi al chófer de Eva esperándome en la salida oeste de la facultad hace dos semanas, pero lo cierto es que tenía la esperanza de que, de alguna manera, mi hermana me ayudara, aunque sólo fuese un poco, en vez de tirarme directamente al fozo.

—Será mejor que nos centremos en todo lo que debo conseguir —vuelvo a redirigir nuestra atención al tema que nos ocupa—. Si consigo un trabajo, tendré dinero; dos de tres. Luego sólo necesitaré estar casada.

Sofía enarca las cejas y me mira conteniendo una carcajada.

—Lo dices como si sólo tuvieras que ir a Macy's y subir a la planta de maridos —se burla.

Clásico II JuliantinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora