"La vida es solo una, debemos disfrutarla más seguido"
Alessia Riddle:
—¿Que opinas de que mi madre venga aquí solo por que le dije que me gustaba tu hermano? —pregunto Augustine mientras suspiraba.
—No me sorprende, la mía también vendría si le digo que me gusta Regulus... —dije con una sonrisa.
—¡Sabía que te gustaba mi primo! —dijo Narcissa.
Me acosté en el regazo de Narcissa mientras esperábamos que Atenea Bonavich viniera junto a nosotras.
—Después de la visita de Bella y Claire me espero cualquier cosa, siendo sincera —dijo Aurora—. Solo falta que venga la arpia de Olivia, me mando una carta en vacaciones diciéndome que ojalá nunca hubiera nacido.
—Está loca, me cae bien Albert, pero esta loca su madre —dijo Augustine.
—Concuerdo —admitió Aurora.
—Los Greengass cada vez están peores —dijo Narcissa.
—Si llegas a tener un hijo con Lucius ese hijo se enamora de una Greengass te recordaré lo que acabas de decir —dije mirando a Narcissa.
—Jamás se enamoraría de una Greengass, es más si tu tienes una hija le comprometeré con el mío —hablo Narcissa sonriendo.
—Por Rowena —dijo Aurora rodando los ojos.
—¡Miren! ¡Ahí viene mi madre! —dijo Augustine corriendo hacia su madre.
—¡Que alguien vaya por Alessandro que vino su suegra! —grito Lucius, el cual estaba caminado hacia nosotras.
En unos simples segundos Barty y Evan tenían a mi hermano trayéndolo como un saco de papas.
—¡Por Merlin! ¿Quien es el que viene como un saco de papas? —preguntó Atenea preocupada.
—Ah, ese es mi hermano —sonreí mirando a Atenea.
—Oh... así que es el que te gusta, Augustine —sonrió Atenea.
—¡Señora Bonavich! —dijo Evan haciendo una reverencia, luego de tirar a Alessandro en el piso.
Siempre hacía reverencias para agradar a la gente, simplemente era Evan.
—¡Evan! Mi hija me contó que eres muy chismoso... te llamo como Evan el chismoso...
—Soy Evan el informante, no Evan el chismoso, debes saber bien eso.
—Ya veo, ¿tu debes ser Barty? —preguntó Atenea al ver que mi hermano aún no se levantaba del suelo.
Suspire y camine hacia mi hermano el cual estaba en el suelo, me puse a su altura y le di la vuelta.
—¿Sandro? ¿Estas ahí? —pregunte al no ver una respuesta de él.
—Estoy adolorido —admitió con una mueca de dolor.