—Allí, mira.
—¿Dónde?
—Al lado del chico rubio.
—¿El de gafas?
—¿Has visto su cara?
—¿Has visto su cicatriz?
—¿Supiste que quedó en Slytherin? Es la casa de todos los magos oscuros... incluso quién le hizo esa marca.
Los murmullos siguieron a Harry desde el momento en que, al día siguiente, salió del dormitorio. Los alumnos que esperaban fuera de las aulas se ponían de puntillas para mirarlo, o se daban la vuelta en los pasillos, observándolo con atención. Harry deseaba que no lo hicieran, no ahora, no cuando no les había dado razones para hacerlo.
En Hogwarts había 142 escaleras, algunas amplias y despejadas, otras estrechas y destartaladas. Otras tenían un escalón que desaparecía a mitad de camino y había que recordarlo para saltar. Después, había puertas que no se abrían, a menos que uno lo pidiera con amabilidad o les hiciera cosquillas en el lugar exacto, y puertas que, en realidad, no eran sino sólidas paredes que fingían ser puertas.
También era muy difícil recordar dónde estaba todo, ya que parecía que las cosas cambiaban de lugar continuamente. Las personas de los retratos seguían visitándose unos a otros, y Harry estaba seguro de que las armaduras podían andar.
Los fantasmas tampoco ayudaban. Siempre era una desagradable sorpresa que alguno se deslizara súbitamente a través de la puerta que se intentaba abrir.
Había mucho más que magia, como Harry descubrió muy pronto, mucho más que agitar la varita y decir unas palabras graciosas.
Tenían que estudiar los cielos nocturnos con sus telescopios, cada miércoles a medianoche, y aprender los nombres de las diferentes estrellas y los movimientos de los planetas. Tres veces por semana iban a los invernaderos de detrás del castillo a estudiar Herbología, con una bruja pequeña y regordeta llamada profesora Sprout, y aprendían a cuidar de todas las plantas extrañas y hongos y a descubrir para qué debían utilizarlas.
La profesora McGonagall era siempre diferente. Harry había tenido razón al pensar que no era una profesora con quien se pudiera tener problemas. Estricta e inteligente, les habló en el primer momento en que se sentaron, el día de su primera clase.
—Transformaciones es una de las magias más complejas y peligrosas que aprenderán en Hogwarts —dijo—. Cualquiera que pierda el tiempo en mi clase tendrá que irse y no podrá volver. Ya están prevenidos.
Entonces transformó un escritorio en un cerdo y luego le devolvió su forma original. Todos estaban muy impresionados y no aguantaban las ganas de empezar, pero muy pronto se dieron cuenta de que pasaría mucho tiempo antes de que pudieran transformar muebles en animales. De hecho, Harry recordaba que Snape se había hecho algo en su cara para lucir diferente.
Después de hacer una cantidad de complicadas anotaciones, les dio a cada uno una cerilla para que intentaran convertirla en una aguja. Al final de la clase, sólo Hermione había hecho algún cambio en la cerilla. La profesora McGonagall mostró amargamente (a percepción de Harry) a todos cómo se había vuelto plateada y puntiaguda.
Harry se sentía de dos formas, frustrado pero también impresionado. Le pediría consejos apenas salieran para ejercer ese tipo de hechizos tan fáciles como los hacía parecer ella.
La clase que todos esperaban era Defensa Contra las Artes Oscuras, pero las lecciones de Quirrell resultaron ser casi una broma. Su aula tenía un fuerte olor a ajo, y todos decían que era para protegerse de un vampiro que había conocido en Rumania y del que tenía miedo de que volviera a buscarlo. Su turbante, les dijo, era un regalo de un príncipe africano como agradecimiento por haberlo liberado de un molesto zombi, pero ninguno creía demasiado en su historia.

ESTÁS LEYENDO
La luz de los Lecter
FanfictionMuchas veces nacemos para ser el eclipse de otros y la tempestad de un mundo entero mientras que otras, sólo algunos, nacen para ser la vida y la luz de un mundo pequeño pero infinito. Sin ser planeado y sin ser buscado, Harry se convirtió desde el...