Dezesseis

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POV Juliana

Quería aprovechar hasta el último momento con Valentina, así que obviamente pensaba acompañarla al aeropuerto. Además, así León no tendría que volver solo a Elche. Cuando terminamos de vestirnos, la ayudé a terminar de preparar las maletas y a embalar bien el cuadro.

-Toma, ponte esto – le tendí su abrigo mientras yo terminaba de ponerme el mío y cogía la guitarra

-¿Para qué? – preguntó curiosa

-Tú póntelo y ven conmigo – asintió e hizo lo que le había pedido sin rechistar

Nos sentamos en las sillas del patio trasero, una justo enfrente de la otra. Hacía bastante frío y las manos se me congelaron casi al instante, pero no me importó demasiado. Valentina no dejaba de observarme mientras comprobaba que el instrumento estuviese afinado.

-Tienes la nariz roja – le dije con una sonrisa y la besé justo en el sitio que le había mencionado

-Es lo que tiene el frío – se encogió de hombros, tiritando levemente

-Ya. Lo siento Val – entorné los ojos – Quiero proponerte algo. Si no quieres, sólo tienes que decírmelo. He pensado que, antes de que te vayas, podríamos cantar algo juntas. – se me hizo un nudo en la garganta – Bueno, más bien puedes cantar con Barbara – se rio – Y si te parece buena idea, subirlo a su cuenta. Creo que le gustaría mucho

-Juls, ¿en serio? – tenía los ojos muy abiertos. Y qué ojos tan bonitos

-Es una chorrada, lo siento – volví a disculparme por segunda vez en la noche – Entiendo que no...

-¿Eres tonta? – empezó a aplaudir eufórica – Me encantaría. Sería todo un honor – no podía ser más feliz en ese momento. El corazón se me iba a salir de la emoción

-¿Qué quieres cantar? – saqué el móvil para abrir la grabadora

-Es tu cuenta. Bueno, la de Barbara – ahora era yo quien me reía – No estaría bien que encima eligiese yo la canción

-Va, dime una - froté las manos para entrar en calor

-Mmmm ¿qué tal esa es que has estado cantando tanto estos días?

-¿Guantanamera dices? – toqué varios acordes, intentando recordar los correctos

-¡Sí esa! – la emoción se podía palpar en sus palabras

-¿Te la sabes?

-Juls, la has cantando tantas veces que tendría que estar sorda para no haberme aprendido la letra

-¿Tan pesada he sido? – me hice la indignada

-No seas idiota – me golpeó en el hombro – Tú nunca lo eres

-¿Una estrofa cada una y la última juntas te parece bien?

-Me parece perfecto – asintió

-¿Lista? – ella repitió el gesto. Las primeras notas empezaron a sonar, y me preparé para darle la entrada. Tenía una sonrisa preciosa y una mirada que desprendía belleza. Era imposible no quedarse embobada con aquella visión angelical. Porque eso era Valentina para mí, un puto ángel caído del cielo que había conseguido aplacar todos mis tormentos. Cogió aire y empezó a cantar a mi señal. Se venía el milagro que era la voz de Valentina Carvajal

-Hace tiempo que olvidé el sabor a agua salada. He vendido ya mi alma al diablo por la plata. Y ahora me muero de sed... - su voz rasgada, con apariencia de fragilidad y tan personal y única como ella me tenía al borde del éxtasis

-Pedacitos de la Habana. He bailado mil guajiras a la luz de la mañana – clavó su mirada en mí – Un disparo al corazón – eso era lo que yo sentía cada vez que me besaba – Guan, Guantanamera...

-Y soy un goodfella' la vida en la plazuela – se tapó la cara sin dejar de cantar, muerta de vergüenza – Mi cara en las monedas. La sangre se me altera. Quiero resucitar –era realmente adorable cuando estaba así de nerviosa

-Pa' sobrevivir me adentré en el humo. De tus cigarrillos acabamos hasta el culo – volvió a mirarme y asentí, dándole ánimos – Píntame la piel, angelito oscuro. Y has quemado la ciudad. Mamasita dame alas que me quiero ir a volar – pero yo no quería irme, y mucho menos alejarme de ella – En las cuevas de Cañart, la vida es tan bonita que parece de verdad... - cogí aire para cantar la última parte con ella

-Pa' sobrevivir, me adentré en el humo. De tus cigarrillos, acabamos hasta el culo. Píntame la piel, angelito oscuro. Y has quemado la ciudad. Mamasita dame alas que me quiero ir a volar – nuestras voces encajaban a la perfección – En las cuevas de Cañart, la vida es tan bonita que parece de verdad...

Paré la grabación y ambas nos miramos, satisfechas. Deseé quedarme congelada en ese momento, con ella. Sin nadie que nos molestase, felices, diciéndonos con la mirada todo lo que nuestros corazones gritaban.

-Gracias por esto – se inclinó para besarme – No sabes lo que ha significado para mí

-Lo mismo podría decir, señorita Carvajal – guardé la guitarra y me puse de pie - ¿Vamos a ver si tu padre está listo?

-Vamos – me cogió de la mano y caminamos hacia el interior de la casa






Sinmigo (Juliantina AU) - AdaptaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora