Dezoito

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POV Valentina

Separarme de Juliana no había sido nada fácil. O al menos, más duro de lo que habría imaginado. Volver a las clases había sido un caos absoluto, poniéndome al día con las entregas e intentando sobrellevar el mazazo emocional que suponía la decisión de Juliana de no hablar de un "nosotras" hasta que yo volviese. No me había gustado y, muy en el fondo, hubiera preferido decírselo. Pero una vez más, había actuado como una cobarde, y sin duda me estaba arrepintiendo. La Navidad había sido muy intensa, pero me había servido para asimilar lo mucho que me gustaba, y que probablemente estaba empezando a enamorarme, aunque no quisiera admitirlo. Cobarde, como siempre. Lo que me hacía sentir no era comparable a nada que hubiera sentido antes. Acurrucarme en el hueco de su cuello se había convertido en sinónimo de refugio; dormir con ella me daba una paz que sin duda necesitaba y la manera en la que me trataba me tenía loca. Todo ello, claro, sin contar con la habilidad que tenía para hacer que me encendiese con tan sólo una mirada, cómo era capaz de darle la vuelta a la situación como el día que hablamos el día de su cumpleaños. Quise volverla loca y la que terminó como una moto fui yo. En resumidas cuentas, Juliana se estaba convirtiendo en una pieza muy importante de mi vida, y eso me acojonaba y me gustaba a partes iguales.

-Bonjour, Carvajal – Aine me esperaba en una de las mesas de la cafetería de la facultad

-Hola – me senté a su lado sin demasiado convencimiento

Nuestra relación se había enfriado bastante desde las vacaciones. En realidad, siempre había sido así, pero es cierto que las cosas habían cambiado entre nosotras. Procuraba no hacerle demasiadas muestras de afecto en público porque no le gustaban, pero ahora ni siquiera me nacía darle un abrazo. No me había hecho nada, y de hecho íbamos a seguir siendo amigas, pero había algo que no terminaba de convencerme. No sabía muy bien que era, pero intentaba que ese sentimiento de desconfianza no me opacase. No tenía motivo.

-¿Qué tal las vacaciones? ¿Has conseguido ponerte al día con lo que te pasé? – dio un sorbo a su café. Cortado, como siempre

-Sí, muchas gracias – era cierto que, por esa parte, tenía que estarle agradecida. Prácticamente me había salvado el culo

-No hay de qué – me dio un suave apretón en la mano mientras se levantaba

-¿Te vas ya?

-Sí, terminé hace una hora. Sólo quería saber cómo estabas

-Ah bueno, entonces me marcho yo también

-¿Quieres que te lleve? – se estaba colocando la mochila. Sacó las llaves del bolsillo pequeño de ésta

-Me harías un favor, la verdad

Caminamos en dirección a la salida en completo silencio. Un silencio que no hacía más que confirmarme que aquella situación no acababa de agradarme por alguna razón que desconocía. Eso me frustraba

-Este es – nos paramos delante de un vehículo que no reconocí

-¿Este es tuyo? – era un Bentley negro mate que parecía bastante nuevo

-Regalo de Reyes de mis padres – se anticipó a mi pregunta. Abrí la boca, asombrada, y entré en él sin decir nada más – Vi a Juliana en el aeropuerto el día que volví, por cierto. Se me había olvidado comentártelo – sonrió, despegando la vista de la carretera por un instante

-¿Y qué tal? ¿Qué te pareció?

-Solo cruzamos un par de palabras, fue bastante desagradable – encogió los hombros, queriendo quitarle importancia

-Qué raro. No suele ser así – me extrañaba ese comportamiento. No era típico en ella

-Pues conmigo muy agradable no fue. No sé, no me gusta demasiado la gente así. Y me sorprende que a ti sí

Había empezado a llover, no de manera torrencial, pero si con la suficiente fuerza como para no demorarme en despedirme de Aine y entrar en casa antes de quedar empapada. Estaba confusa. ¿Juliana actuando así? Podía entenderlo, desde luego. Era lógico que Aine no le cayese demasiado bien, pero tampoco hasta el punto de tratarla mal. Tampoco es que pensara que la pelirroja me estaba engañando, pero quizás había exagerado. No iba a darle más vueltas al asunto porque no era para tanto.

Después de cambiarme de ropa y preparar un té para entrar en calor, me senté en el sofá para comprobar si tenía mensajes nuevos. Realmente, lo que quería saber era si tenía alguno de Juliana, más que de cualquier otra persona. Efectivamente, su nombre aparecía el segundo de la lista, justo detrás de el de mi madre. Sin abrir la conversación, pulsé directamente el botón de llamada.

-Hola morrita – estaba contenta

-Hola Juls – me llevé la mano instintivamente a la cara, como si fuese una adolescente enamorada en plena edad del pavo

-¿Y esta llamada así, de repente?

-Si te disgusta, te cuelgo – me hice la ofendida

-No seas tonta. Es obvio que no me disgusta

-Bueno. ¿Qué tal en Pamplona? ¿Cuándo vuelves?

-Pues genial. Al final fui con mis padres y mis hermanos a cenar el día de mi cumpleaños. Lo pasé genial, la verdad. Encima Joshua, que es medio tonto, se puso a hacer el gilipollas en la silla y casi se cae de espaldas – no paraba de reírse, y yo con ella – No veas lo que nos reímos

-Ya me imagino

Cada vez que escuchaba a Juliana parecía que la distancia que existía entre nosotras desaparecía. Como si nunca hubiese existido. Era jodido no poder abrazarla, pero al menos así la sentía un poco más cerca.

-Vuelvo mañana. Ya tengo el billete de tren. Estoy deseando ver a la Xanat y a los otros dos

-Ay, cómo la echo de menos – se me escapó un suspiro – Bueno, a todos en general. La verdad es que...Espera un segundo - Hacía ya varios minutos que escuchaba cómo algo golpeaba el cristal de la ventana de la cocina. Me levanté, buscando el origen de aquel sonido - ¡Juls! – un gato de color oscuro golpeaba con insistencia y algo de desesperación el vidrio pidiendo refugio de la lluvia, la cual se había intensificado en los últimos minutos

-¿Qué? ¿Qué pasa? – respondió asustada

-¡Un gatito! – hice un puchero como si pudiera verme – Está lloviendo muchísimo y quería entrar para resguardarse – me estaba muriendo de amor con aquella bolita de pelo

-Coge una toalla y sécalo cuanto antes, no vaya a ponerse enfermo

-Te pongo en altavoz – fui corriendo al baño, volviendo unos segundos después para envolver al felino e intentar proporcionarle algo de calor

-¿Tiene collar o algo?

-No – dije tras inspeccionar su cuello con delicadeza – No parece que sea de nadie

-Val, si quieres hablamos en otro momento. Encárgate del gato primero. No tengo problema

-¿No te importa? – no quería colgarle, pero sentía una urgencia tremenda por ocuparme del inesperado inquilino

-Claro que no. Te llamo luego. Un beso

Me acomodé en mi asiento, procurando brindarle al animal todos los cuidados necesarios. Al cabo de una hora parecía haberse recuperado de la tromba de agua, jugando a atrapar algunos de mis dedos entre sus patitas. Mientras se entretenía, lo observé con mucho más detenimiento que cuando lo recogí. Era una hembra, de uno o dos años como máximo, de tamaño medio. De hecho, encajaba a la perfección en el hueco de mis brazos, donde lo había acunado como si fuese un bebé. Corroboré lo que le había dicho a Juliana; no llevaba ningún tipo de collar o distintivo que indicase que tuviese familia.

-¿Te gustaría quedarte aquí conmigo? - le hablé como si pudiese entender lo que le estaba diciendo. La gata ronroneó, dándome una especie de una afirmación – Si nadie te reclama en un par de días, esta puede ser tu nueva casa – se me quedó mirando fijamente durante varios segundos para retomar su pequeño juego donde antes lo había dejado.

Sinmigo (Juliantina AU) - AdaptaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora