𝟔. 𝐑𝐞𝐛𝐢𝐫𝐭𝐡 𝐢𝐧 𝐭𝐡𝐞 𝐒𝐭𝐨𝐫𝐦.
Pasaron siete meses desde aquella noche fatídica, y el castillo Belmont seguía funcionando como siempre, pero la ausencia de Isaac era palpable. Los días se convirtieron en semanas y luego en meses, mientras Isaac se sumía cada vez más en su depresión, aislándose de todos y de todo. Su habitación se convirtió en su refugio y su prisión.
Jasper seguía visitándolo a diario, siempre llevando una bandeja con comida y palabras de aliento, aunque rara vez recibía respuesta. A veces se sentaba en silencio junto a la puerta cerrada, hablando suavemente a través de la madera, esperando que algún día Isaac lo escuchara.
Finalmente, una mañana lluviosa de octubre, la puerta de la habitación de Isaac se abrió lentamente. Isaac, con ojeras profundas y una expresión vacía en el rostro, salió al pasillo. Su cuerpo estaba más delgado, y su mirada, antes llena de fuego y desafío, ahora parecía apagada.
Jasper, quien estaba de pie cerca de la puerta, se levantó de un salto al verlo.
—Isaac... —susurró, sin atreverse a creerlo del todo.
Isaac lo miró, sus ojos llenos de una mezcla de tristeza y resignación.
—Estoy cansado, Jasper —dijo Isaac, su voz quebrada—. Cansado de esconderme. Cansado de sentirme así.
Jasper se acercó lentamente, con el corazón palpitando de esperanza y preocupación.
—Mon amour, estoy aquí. Siempre estaré aquí —respondió Jasper, tomando suavemente la mano de Isaac.
Isaac asintió, sintiendo por primera vez en meses una pequeña chispa de consuelo en la presencia de Jasper.
—Quiero salir de esto, Jasper. Quiero ser alguien mejor. Pero no sé cómo —confesó Isaac, sus ojos llenos de lágrimas no derramadas.
Jasper lo atrajo hacia sí, envolviéndolo en un abrazo cálido y protector.
—Daremos un paso a la vez, Isaac. No estás solo en esto. Juntos encontraremos el camino —susurró Jasper, acariciando suavemente el cabello de Isaac.
Los días que siguieron fueron difíciles, pero Isaac comenzó a salir más de su habitación, asistiendo a las tutorías con la señora Marlowe, aunque todavía con una sombra de melancolía en sus ojos. Las lecciones de la señora Marlowe ahora incluían no solo temas académicos, sino también ejercicios para la mente y el espíritu, diseñados para ayudar a Isaac a encontrar un equilibrio interno.
Una tarde, mientras estaban en la biblioteca, la señora Marlowe le entregó un libro de poesía a Isaac.
—Quiero que leas esto, Isaac. La poesía tiene el poder de sanar y de reflejar nuestras emociones más profundas —dijo ella con una sonrisa amable.
Isaac tomó el libro, sintiendo un leve interés despertar en su interior.
—Gracias, señora Marlowe —murmuró, abriendo el libro con cuidado.
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Whispers of the stars
Teen FictionLa imagen de la realeza ha sido, desde tiempos inmemoriales, un símbolo de perfección y belleza. Para aquellos fuera de los muros de los palacios, la vida de príncipes y princesas, reyes y reinas, se percibe como un cuento de hadas eterno, un escena...