Cautiverio, Año Uno

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Habían pasado seis meses desde la desaparición de Alastor. Su ausencia se sentía como una sombra omnipresente en el Anillo del Orgullo, un vacío que perturbaba la precaria paz del lugar. Niffty, siempre leal y devota, no podía soportar la incertidumbre. Al principio, había pensado que Alastor estaba en una de sus habituales excursiones misteriosas, pero con el tiempo, la preocupación se convirtió en desesperación.

Niffty decidió comenzar su búsqueda en el lugar más obvio: la cabaña de Alastor en el bosque. Era un lugar oscuro y encantador, lleno de antiguos artefactos vudú y recuerdos macabros. La pequeña cabaña estaba en silencio, solo rota por el crujido ocasional de la madera bajo sus pies y el susurro del viento entre los árboles.

-Niffty- murmuró para sí misma -no hay rastro de él aquí- Se llevó una mano a la frente, tratando de pensar dónde más podría estar.

Su siguiente parada fue la casa de Rosie. Rosie era conocida por su negocios múltiples en el Barrio Caníbal, y había sido una aliada de Alastor durante años. Niffty llegó a la puerta y golpeó con fuerza.

-¡Rosie! ¿Estás ahí?- Rosie abrió la puerta, su rostro normalmente alegre ahora marcado por una línea de preocupación.

-Niffty, ¿qué te trae aquí?-

-Alastor ha desaparecido- respondió Niffty con urgencia.

-¿Sabes algo? ¿Lo has visto?- Rosie negó con la cabeza.

-No, hace meses que no lo veo, desde que comenzó toda esta basura del exterminio. Estaba esperando que tú supieras algo- La desesperación en el rostro de Niffty se profundizó.

-Gracias, Rosie. Seguiré buscando-

El casino de Husk, normalmente bullicioso, estaba especialmente ruidoso esa noche. Las luces de neón parpadeaban y las máquinas tragamonedas sonaban con una cacofonía metálica. Niffty empujó a través de la multitud, buscando al demonio gato alado.

-Husk, ¿dónde estás?- gritó. Husk apareció, con una botella en la mano, su mirada algo vidriosa.

-Nifft, ¿qué pasa?-

-Es Alastor- dijo ella, sus palabras rápidas y nerviosas.

-Ha desaparecido. ¿Lo has visto?- Husk frunció el ceño, tambaleándose ligeramente.

-No, no lo he visto. Pero es Alastor, ¿no? Él siempre encuentra una manera-

-Eso espero- respondió Niffty con un suspiro -eso espero- Niffty continuó su búsqueda en todos los lugares que Alastor solía frecuentar: bares oscuros, callejones sombríos, y mercados subterráneos. En cada lugar, se encontraba con la misma respuesta: nadie había visto a Alastor. La frustración y la desesperación comenzaron a hacer mella en ella.

Desesperada, Niffty se aventuró a Ciudad Imp, un lugar conocido por su caos y peligro. Su pequeña figura se movía con rapidez, esquivando a los demonios que se cruzaban en su camino.

-¡Alastor!- gritaba, pero solo recibía miradas confusas y murmullos. En un arranque de desesperación, Niffty empezó a masacrar demonios, sus garras afiladas y su velocidad mortal dejando un rastro de caos y muerte. Cada demonio caído era un intento desesperado por encontrar alguna pista, algún rastro de su querido Alastor.

Tras días de búsqueda frenética y sin éxito, Niffty se detuvo en una esquina oscura de Ciudad Imp, su cuerpo temblando de agotamiento y frustración. Su mente era un torbellino de emociones: la preocupación por Alastor, la rabia por no encontrarlo, y la desesperanza que comenzaba a instalarse.

-Alguien debió haberlo sacado del Anillo del Orgullo- murmuró para sí misma.

-No puede estar aquí. Debo esperar, confiar en que encontrará una manera de regresar- Con esta realización, Niffty regresó a la cabaña de Alastor, su corazón aún lleno de ansiedad y nerviosismo. Cada día, esperaba con esperanza y temor, confiando en que Alastor, con su astucia y poder, encontraría una manera de volver. Mientras tanto, la pequeña demonio mantenía una vigilancia constante, su mente siempre alerta, su corazón lleno de una mezcla de fe y desesperación.

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