Fin del cautiverio, Año Siete.

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El séptimo y último año de cautiverio marcó un punto crucial en la vida de Alastor. Durante este tiempo, Alastor había ganado la completa confianza de Roo y Eva, al punto de que lo consideraban un aliado indispensable. Su próxima misión era crucial: infiltrarse en el Hotel Hazbin y asegurarse de que el proyecto de redención de Charlie nunca pudiera funcionar.

En la penumbra de la mansión de Eva, Alastor aprovechó una última oportunidad para ver a Lilith antes de ser enviado de regreso al infierno. Uso sus sombras para llegar a la prisión y con pasos silenciosos, se deslizó a través de los pasillos oscuros y se detuvo frente a la puerta de la celda de Lilith. Utilizando sus habilidades mágicas, abrió la puerta sin hacer ruido. Lilith, sentada en un rincón, levantó la vista al verlo entrar. Sus ojos mostraban una mezcla de sorpresa y esperanza.

-Alastor, ¿qué haces aquí?- preguntó, su voz apenas un susurro. Alastor se arrodilló junto a ella y tomó sus manos entre las suyas.

-Lilith, he venido a verte una última vez antes de partir. Me envían al infierno para infiltrarme en el Hotel Happy y sabotear los esfuerzos de Charlie. Pero te prometo, haré todo lo que pueda para asegurarme de que tú puedas volver con tu familia. Que Lucifer salga de su encierro y que Charlie triunfe en sus sueños y esté a salvo- Las lágrimas llenaron los ojos de Lilith mientras apretaba las manos de Alastor.

-Gracias, Alastor. Sabía que podía confiar en ti. Por favor, cuídate-

-Lo haré- respondió Alastor, su voz firme. -Y no olvides, nunca pierdas la esperanza- De vuelta en su celda, Alastor esperó el momento de su liberación. Eva llegó con una expresión seria y determinación en sus ojos.

-Es hora- dijo, abriendo un portal que brillaba con un resplandor ominoso. Alastor asintió y dio un último vistazo a la celda que había sido su hogar durante los últimos siete años. Con un profundo suspiro, atravesó el portal, sintiendo el familiar tirón de la magia que lo llevaba de regreso al infierno. Antes de que Alastor pudiera atravesar el portal, Roo apareció junto a Eva, sosteniendo un grimorio antiguo.

-Antes de que te vayas, debemos asegurarnos de que no puedas traicionarnos- dijo Roo con una sonrisa maliciosa. Eva comenzó a recitar en un idioma arcano, sus palabras resonando en las paredes de la celda.

-Con este hechizo, te atamos a nuestro pacto. No podrás hablar, escribir, o comunicar de ninguna forma los detalles de tu misión, de nuestra identidad, o del encierro de Lilith. Si intentas traicionar este pacto, el dolor será tu castigo además de que tu voz no sera escuchada por nadie.- Una luz roja envolvió a Alastor mientras el hechizo se cerraba alrededor de él. Sintió una presión en su garganta, como si una mano invisible le apretara, sellando sus palabras. Intentó hablar, pero solo un susurro ahogado salió de sus labios. La maldición de censura estaba completa. Eva lo miró con satisfacción.

-Ahora estás listo-

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Alastor apareció en un callejón oscuro en Ciudad Pentagrama, en el Anillo del Orgullo. La maldición de censura que Eva y Roo habían aplicado se activó de inmediato, sellando sus labios metafóricamente sobre cualquier detalle de su misión. No podría hablar con nadie sobre su contrato con Roo, los planes de Eva, o el encierro de Lilith.

Las luces de neón parpadeaban sobre las calles abarrotadas mientras Alastor caminaba, sus sentidos abrumados por el bullicio y la familiaridad del lugar. Se dirigió hacia el Hotel Hazbin, observando las figuras que se movían entre las sombras y el ajetreo de los condenados.

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En el laberinto sombrío de un callejón del infierno, un demonio azul se estrelló contra el suelo con un grito de dolor.

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