PARTE 3

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Charlie corrió por los prados, buscando en todos los arbustos donde podría haber un huevo. Detrás de él, la Conejita de Pascua lo seguía, recordándole el lugar y cuánto tiempo le quedaba, y llevando una canasta bajo el brazo.

"Arbusto de cerezas. Quedan 9 minutos 46 segundos".

Charlie saltó al arbusto, donde con su aguda vista encontró el Huevo de Pascua Amarillo.

—¡Tengo el primero! —gritó Charlie, emocionado.

Pero en cuanto lo tomó, notó que algo extraño pasaba en su cuerpo... de pronto, un par de orejas de conejo brotaron en su cabeza y una cola esponjada sobre sus pompis.

—¡¿Qué rayos...?! —gritó, conmocionado.

—Olvidé decírtelo —la Conejita explicó—. Cada Huevo de Pascua tiene su propio hechizo mágico para ayudarte a ganar la carrera.

—¿Y cómo se supone que estas orejas me ayuden a ganar? —preguntó Charlie, molesto.

—No son solo la cola y las orejas. Ahora serás tan ágil como un conejo.

Y era verdad; tan pronto Charlie comenzó a moverse, sintió que sus movimientos eran más gráciles y precisos.

—Yo voy a guardar el Huevo Amarillo; dámelo —pidió la Conejita de Pascua.

Charlie le aventó el huevo y ella lo colocó en la canasta.

—En este claro ya no hay más huevos, vamos al bosque. Quedan 9 minutos 12 segundos y aún te faltan cuatro huevos.

Brincando ágilmente, Charlie y la Conejita llegaron al bosque. Con su súper velocidad, Charlie buscó en las colmenas de abejas, bajo rocas sospechosas y dentro de una cueva, pero el próximo huevo no aparecía.

—8 minutos 20 segundos y faltan cuatro huevos —anunció la Conejita.

—¿Pero dónde estará...? —pensó Charlie, mirando alrededor. Hasta que una luz se prendió en su mente—. ¡Claro, cómo no lo pensé!

De prisa, Charlie brincó hasta la copa de los árboles y ahí, dentro de un nido, encontró el Huevo Blanco. Nervioso, Charli lo tomó y bajó del árbol de un salto, seguido por la Conejita, quien hizo lo mismo.

Pero mientras caía, las ropas de Charlie se fueron enganchando de las ramas de los árboles. Cuando llegó al piso, estaba completamente desnudo.

—¡AAHH! —exclamó Charlie, cubriendo su privacidad con sus manos—. ¡¿Por qué estoy desnudo?!

—Ahh, tus ropas se soltaron porque tu cuerpo se ha vuelto resbaloso —explicó la Conejita, mientras guardaba el Huevo Blanco en la canasta—. Este poder te ayudará a pasar por lugares estrechos.

—¡Pero no quiero estar desnudo! —rogó Charlie—. ¿No podrías...?

—Okey, okey. Te daré algo —dijo la Conejita.

Luego, la coneja levantó las manos e hizo unos extraños pases como de un conjuro.

*¡PUUUFF!*

Un gran pañal blanco apareció mágicamente cubriendo la entrepierna de Charlie.

—¡AAHHH! —Charlie gritó, avergonzado.

—Bueno, es mejor que nada —comentó la Conejita, viendo a Charlie vestido como un gran bebé. Volvió a sacar su reloj de bolsillo y se lo mostró a Charlie—. Ahora debemos darnos prisa, el río te espera; quedan 7 minutos, 51 segundos y aún te faltan tres huevos.

Hasta eso, su nuevo cuerpo resbaloso ayudó a Charlie a atravesar con mucha rapidez los árboles del bosque y llegaron pronto al río. Ahí, Charlie miró a los árboles, entre las rocas e incluso sumergió la cabeza bajo el agua, buscando el siguiente huevo. Pero lo único que pudo ver fueron algas y a un grupo de castores.

—7 minutos, 10 segundos y faltan tres huevos —anunció la Conejita de Pascua.

—Oh no... —dijo Charlie, nervioso—. No puedo imaginar dónde podría estar. A menos que...

Y de repente, Charlie recordó a un extraño castor que vio bajo el agua y que parecía tener un poco en vez de hocico.

—¡Es un ornitorrinco! Los ornitorrincos son ovíparos, ¡ponen huevos! —exclamó, triunfalmente.

Sumergiéndose de nuevo en el río, Charlie nadó hasta dar con la cueva del ornitorrinco, donde un par de huevos blandos yacían sobre un nido. Y junto a ellos... un Huevo Rosado. Charlie trató de agarrar el huevo estirando los brazos pero la cueva estaba demasiado estrecha. Volvió a intentarlo una vez más, con todas sus fuerzas, y justo cuando el oxígeno estaba a punto de terminársele...

¡... su poder de resbalosidad le ayudó en el último momento y pudo tomar el Huevo Rosado con las puntas de los dedos!

Entonces, el huevo empezó a brillar con una luz mágica, y Charlie pudo entrar a la cueva, dejando atrás su pañal, que quedó afuera y cayó desgarrado por completo cuando él pasó por aquella estrecha entrada.

Dentro, Charlie sintió que su cuerpo se volvía más esbelto, ligero y delicado... sus caderas se ensancharon, sus hombros se redujeron, su pecho comenzó a hincharse y entre sus piernas sintió... una sensación escalofriante. Entonces, cuando sintió que su cuerpo terminaba de cambiar, se sujetó la cabeza, mareado, y bajando el rostro miró su reflejo en un charco de agua.

Ahí, lo que vio ante sus ojos fue el delicado rostro de una chica de unos 15 años, frágil y desnuda.

—¡¿M-ME CONVERTÍ EN UNA CHICA...?! —gritó Charlie.

CONTINUARÁ...


Charlie y la Conejita de Pascua (AR/TG)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora