Estando enfermo, débil, en semiconsciencia, con la mirada entreabierta, arropado, protegiéndome del ilusorio frío, llegaste. Eras tan real como la fiebre que me aquejaba, tan real... Pusiste tu mano sobre mi frente. 'Estás muy mal', me dijiste. Llevabas un vestido jovial, holgado. Tus labios, luego, parecían pronunciar ciertas palabras que no alcancé a discernir por completo. El cuarto se encontraba en una oscuridad casi uniforme, si no fuese por la luz externa que, aun siendo débil, difuminaba ligeramente la penumbra. Tu mano refrescaba la piel de mis mejillas y, después de un tácito saludo, te sentaste al filo de la cama.
Cuando nos hablamos por primera vez, no consideré que, tanto la escritura que fortaleció nuestra afinidad en esos días, como tú misma, serían parte fundamental de mi vida. Descubrí el amor, la verdadera pasión, el dolor, la entrega, un deseo que arañaba mis sentidos. Conocí risueñas miradas en tardes naranjas, cartas honestas diseñadas y escritas con la minuciosidad de un relojero. Las interminables escaleras, ¿a dónde van? ¿Al cielo? Sí, a las nubes de tu abrazo.
'Te vas a recuperar', me dijiste. Respiraba lento, apacible, con la mirada más despierta, y admirando, memorizando lo loable de tus maneras. Acariciabas mi cabello con la delicadeza de un suspiro y, con lentitud, tus labios me besaron. Fueron siete segundos, pero vi el prado verde agasajado por la primavera, regando sus flores sin mesura, que eran acariciadas por los soplos de la tarde. Vi que estabas parada de espaldas a mí, observando una de las plantas. Sí, fue un beso, pero cuando puse mi mano en tu hombro y volteaste, con grata sorpresa en tus ademanes, sentí que fue un viaje al paraíso.
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Mientras camino
Short Story¿Te gustan los cuentos o los relatos cortos? ¿Deseas adentrarte en historias entretenidas? Entonces este conjunto de cuentos es para ti.