3 | El chico nuevo

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Era un día soleado en el Campamento Mestizo, con la brisa veraniega soplando suavemente a través de los árboles. Percy estaba sentado cerca de la Casa Grande, disfrutando de un raro momento de tranquilidad después de una mañana de entrenamiento. Mientras observaba el ir y venir de los campistas, vio llegar a un chico nuevo, escoltado por Quirón.

El chico era alto, de cabello castaño y ojos azules, y tenía una expresión entre asombro y nerviosismo. Percy supuso que debía ser nuevo en el campamento. Quirón, con su habitual paciencia, le estaba explicando algo cuando Annabeth se acercó.

Percy se levantó y caminó hacia ellos, justo a tiempo para escuchar a Quirón decir:

—Annabeth, ¿puedes darle a Owen el recorrido? Asegúrate de mostrarle todos los puntos importantes.

Annabeth sonrió, siempre dispuesta a ayudar a los nuevos campistas.

—Claro, Quirón. —Se volvió hacia Owen—. Hola, soy Annabeth. ¿Listo para tu recorrido?

Owen asintió con entusiasmo, su mirada fija en Annabeth con una intensidad que a Percy no le pasó desapercibida. Un extraño sentimiento de celos comenzó a formarse en su pecho al ver la forma en que Owen miraba a Annabeth. Antes de que pudiera pensarlo demasiado, se escuchó a sí mismo decir:

—Hey, Annabeth, ¿te importa si me uno? Podría ser divertido.

Annabeth lo miró, un poco sorprendida, pero no había razón para negarse.

—Claro, Percy. Cuantos más, mejor.

Quirón sonrió, percibiendo tal vez más de lo que Percy hubiera querido admitir, y se alejó, dejándolos a los tres. Annabeth comenzó a guiar a Owen por el campamento, señalando los distintos edificios y áreas de entrenamiento.

—Aquí tenemos la Casa Grande, donde nos reunimos para eventos importantes —dijo Annabeth, con Owen escuchando atentamente—. Y por allá están las cabañas, cada una dedicada a un dios del Olimpo.

Owen seguía cada palabra de Annabeth, con una sonrisa que Percy no pudo evitar notar. Mientras caminaban, Owen hizo una pregunta tras otra, obviamente impresionado por el conocimiento de Annabeth y por lo grande que era el campamento.

—¿Cuánto tiempo llevas aquí, Annabeth? —preguntó Owen mientras cruzaban el campo de entrenamiento.

—Desde que tenía siete años —respondió Annabeth, sonriendo—. Este lugar es como mi hogar.

Percy, sintiendo que Owen se acercaba demasiado, intervino.

—Annabeth es una de las mejores. No solo conoce cada rincón del campamento, sino que también es una increíble estratega.

Owen miró a Percy con una mezcla de respeto y curiosidad.

—Parece que todos aquí son muy talentosos. ¿Y tú, Percy? ¿Cuál es tu especialidad?

Percy se encogió de hombros, tratando de mantener la conversación ligera.

—Soy bueno en natación, supongo. Y en causar problemas.

Annabeth soltó una risita, y Owen también sonrió, aunque Percy no pudo dejar de notar que sus ojos rápidamente volvieron a Annabeth.

—Me temo que Percy es bastante modesto —Annabeth dijo—. Es el mejor espadachín del campamento, pero no le gusta presumir.

—Solo hago lo que puedo —Percy dijo restando importancia.

Continuaron el recorrido, pasando por el lago y las arenas de combate, con Annabeth proporcionando detalles y Percy agregando comentarios ocasionales. A medida que avanzaban, Percy se esforzaba por mantenerse cerca de Annabeth, sin dejar que Owen se acercara demasiado a ella.

Finalmente, llegaron a la orilla del lago, donde Annabeth se detuvo para explicar las actividades acuáticas. Owen, impresionado, miró alrededor y luego fijó su mirada nuevamente en Annabeth.

—Este lugar es increíble. Gracias por el recorrido, Annabeth. No puedo esperar para empezar a entrenar aquí.

Annabeth sonrió, claramente complacida por el entusiasmo de Owen.

—Estoy segura de que te adaptarás rápidamente, Owen. Si necesitas algo, no dudes en preguntar.

Percy, sintiendo que era hora de poner fin al recorrido, dio un paso adelante.

—Bueno, creo que eso cubre todo lo básico. Si necesitas algo más, Owen, Annabeth y yo estaremos cerca.

Owen asintió, agradecido.

—Gracias, Percy. Gracias, Annabeth. Nos vemos luego.

Mientras Owen se alejaba, Percy soltó un suspiro de alivio. Annabeth lo miró con una ceja levantada.

—¿Qué pasa, Percy? ¿Por qué decidiste unirte al recorrido?

Percy se encogió de hombros, tratando de parecer despreocupado.

—Solo quería asegurarme de que nuestro nuevo campista se sintiera bienvenido.

Annabeth sonrió, divertida.

—¿O quizás te pusiste un poco celoso?

Percy abrió la boca para protestar, pero luego se detuvo. Al final, simplemente sonrió.

—Tal vez un poco.

Annabeth rió suavemente y le dio un ligero golpe en el brazo.

—No tienes nada de que preocuparte, sesos de alga. No pienso cambiarte por el chico nuevo.

Todas las veces antes de decirnos síDonde viven las historias. Descúbrelo ahora