La vida en el valle continuaba con relativa calma, con la manada disfrutando de la compañía mutua y la seguridad que habían encontrado juntos. Diego y Shira, ahora más cercanos que nunca, pasaban mucho tiempo juntos, explorando los alrededores y fortaleciendo su vínculo día a día.
Una tarde, mientras la manada se reunía alrededor de la fogata para la cena, un sonido inusual resonó en el aire: el eco lejano de un rugido familiar. Todos se pusieron tensos, reconociendo el sonido como el de un tigre dientes de sable, pero ninguno de los miembros de la manada parecía reconocerlo.
Diego se puso en alerta, sus sentidos en alerta máxima. Shira se acercó a él, preocupada.
—¿Qué crees que sea, Diego? —preguntó, su voz llena de ansiedad.
Diego frunció el ceño, intentando identificar la fuente del rugido.
—No estoy seguro, pero definitivamente es un tigre dientes de sable. Debemos estar preparados por si acaso —dijo, su voz firme pero tensa.
La manada se preparó para la peor de las situaciones, con Manny y Diego liderando la defensa mientras Ellie y Shira cuidaban de Melocotón. Sid, aunque asustado, se mantuvo cerca, listo para ayudar en lo que fuera necesario.
El rugido se hizo más fuerte, más cercano, y pronto la figura de un tigre dientes de sable emergió de entre los árboles. Pero no era cualquier tigre dientes de sable; era un tigre más grande y musculoso que cualquier otro que hubieran visto antes, con una mirada feroz y un aire de peligro que lo rodeaba.
Diego lo reconoció de inmediato: era su hermano, Roshan.
La sorpresa y el miedo se apoderaron de la manada mientras Roshan se acercaba, su mirada fría y despiadada. Diego lo observó con cautela, recordando las peleas y los desacuerdos que habían tenido en el pasado.
—¿Qué estás haciendo aquí, Roshan? —preguntó Diego, su voz firme pero tensa.
Roshan se detuvo frente a ellos, su mirada penetrante.
—Vengo por lo que es mío por derecho. Esta manada, este valle, todo debería haber sido mío desde el principio —dijo, su voz llena de arrogancia y desdén.
La manada se tensó, preparada para defender lo que habían construido juntos. Pero antes de que pudieran hacer algo, Roshan se lanzó hacia adelante, atacando con ferocidad.
La batalla fue feroz y brutal, con Roshan mostrando una fuerza y habilidad que ponían en peligro a todos. Manny luchaba valientemente, pero incluso su fuerza no podía igualar la de Roshan. Diego se enfrentó a su hermano con determinación, pero se vio superado por la ira y la ferocidad de Roshan.
Shira, viendo que la batalla estaba perdida, tuvo una idea desesperada. Corrió hacia la cascada cercana y comenzó a gritar, provocando una avalancha que sepultó a Roshan bajo toneladas de rocas y nieve.
La avalancha pasó, dejando a la manada en silencio y en shock. Miraron hacia el lugar donde Roshan había estado, pero solo encontraron escombros y nieve. Diego se acercó a Shira, su mirada llena de gratitud y asombro.
—Gracias, Shira. Salvaste nuestras vidas —dijo, su voz llena de emoción.
Shira sonrió, aunque estaba claramente exhausta por el esfuerzo.
—Solo estaba haciendo lo que tenía que hacer —respondió modestamente.
La manada se reunió alrededor de la fogata, recuperándose del shock del enfrentamiento. Aunque habían perdido el valle que habían llamado hogar durante tanto tiempo, estaban agradecidos de estar juntos y seguros.
Esa noche, mientras observaban las estrellas brillar en el cielo nocturno, Diego y Shira se abrazaron, sintiendo el vínculo que los unía más fuerte que nunca. Aunque habían enfrentado una prueba desafiante, habían salido de ella más fuertes y más unidos que antes.
Y así, mientras la luna brillaba sobre ellos, Diego y Shira se prometieron que, pase lo que pase, siempre estarían juntos, enfrentando el futuro con valentía y determinación.