Un nuevo amanecer

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Después de las revelaciones y desafíos que enfrentaron con la llegada de Kira, la hermana de Soto, la manada se encontraba más unida que nunca. Diego, Shira y los demás miembros se habían fortalecido en su determinación de proteger su hogar y a sus seres queridos, listos para enfrentar cualquier adversidad que se interpusiera en su camino.

Los días pasaron en relativa calma, con la manada trabajando juntos para reconstruir lo que se había dañado durante las batallas. Diego y Shira, en particular, se dedicaban a fortalecer su relación, encontrando consuelo y fuerza en la compañía mutua.

Una tarde, mientras paseaban por el valle, Diego tomó la pata de Shira suavemente en la suya.

—Shira, hay algo que he querido decirte desde hace tiempo —comenzó, su voz suave pero firme.

Shira lo miró, sus ojos llenos de curiosidad y afecto.

—¿Qué pasa, Diego? ¿Hay algo en lo que pueda ayudarte? —preguntó, preocupada.

Diego respiró hondo, reuniendo toda su valentía antes de continuar.

—Shira, desde el momento en que te conocí, supe que eras especial. Tu coraje, tu fuerza, tu bondad... todo en ti me cautivó desde el principio. Y ahora, después de todo lo que hemos pasado juntos, no puedo imaginar mi vida sin ti a mi lado —confesó, su voz llena de emoción.

Shira se quedó sin palabras, sorprendida por la sinceridad de las palabras de Diego. Pero en su corazón, sabía que sentía lo mismo.

—Diego, yo también siento lo mismo. Desde el momento en que te conocí, supe que éramos más que solo amigos. Eres mi compañero, mi igual, mi amor —respondió, su voz llena de ternura y amor.

Diego sonrió, sintiendo una oleada de felicidad y alivio.

—Shira, ¿te gustaría ser mi pareja? ¿Quieres compartir tu vida conmigo, enfrentando juntos todo lo que el futuro nos depare? —preguntó, sus ojos brillando con esperanza.

Shira asintió con una sonrisa radiante.

—Sí, Diego. No hay nada que desee más que compartir mi vida contigo. Eres mi amor, mi compañero, mi todo —respondió, su voz llena de felicidad y emoción.

En ese momento, bajo el resplandor del sol poniente, Diego y Shira se abrazaron, sabiendo que habían encontrado la felicidad que tanto anhelaban. Juntos, enfrentarían el futuro con valentía y amor, listos para cualquier desafío que se les presentara.

Y así, mientras el día llegaba a su fin y el cielo se oscurecía con las primeras estrellas de la noche, Diego y Shira se retiraron a descansar, sintiendo el amor y la paz que solo podían encontrar en los brazos del otro.

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