—No puedo. —murmuré, intentando relajar mi respiración.
— ¿Por q...?
—No puedo hacerte esto —musité sin atreverme a mirarlo—. Te mereces a alguien mejor, alguien que te de lo que realmente quieres.
— ¿Acaso sabes lo que quiero? —espetó con seriedad y me sentí muy culpable.
—Quieres a alguien que no huya cada vez que se le acercan, que no tiemble cuando le tocan, alguien que no sea débil... alguien que no sea como yo.
—Tú no eres todas esas cosas, eso es lo que una vez hicieron de ti, pero esa no es la Billie que conozco.
—Quizás es porque no me conoces.
Me arrepentí nada más decirlo, su decepción fue palpable en cada centímetro de su cuerpo, de tal magnitud que incluso la sentí como si fuera mía. Sus ojos se oscurecieron, azules como una piedra de zafiro, de belleza noble, valiosa, resplandecientes incluso en el corazón de una roca, sin necesidad de ser tallados para sacar a la luz su máxima pureza, simples y sin imperfecciones, pero también fríos como un témpano de hielo.
—No quería dec...
—Sí, eso es exactamente lo que has querido decir.
Permanecía inmóvil, clavando sus pupilas como astillas en mi piel, ocultando todas sus emociones, indescifrables cual laberinto, como un diamante, duro pero carente de tenacidad.
—El problema es que no te creo. —espetó impasible, con destellos de frialdad en sus palabras.
Me dejó sola, desapareció en cuestión de segundos y la habitación quedó fría. En un principio era lo que había querido, lo que le había exigido, pero ahora que se había ido de verdad, mi cuerpo lo necesitaba. Aún podía sentir sus labios, su piel acariciándome con delicadeza, con pasión, y yo lo había destruido.
***
— ¿Estáis bien?Su padre nos repasó con la mirada, sentado a la cabeza de la mesa, dejando de prestar atención a la tostada que untaba hasta desbordar de mermelada.
Ambos asentimos, sentados uno frente al otro sin cruzar miradas. La sensación de estar cerca de él, pero a la vez tan lejos se me clavó en el pecho como un puñal.
Me sentía fatal.—Me pareció que discutíais esta mañana... —continúo, retomando su tarea de ungir el pan tostado.
—Todo está bien. —aseguré con una sonrisa tirante y fría.
— ¡Lo de anoche fue increíble! —exclamó Susan, cortando la tensión que empezaba a envolvernos.
Me mantuvo la mirada sin dejar de sonreír, ignorando por completo el detalle de que su hijo también hubiera participado.
—Gracias... —murmuré un poco avergonzada y levanté la vista con la intención de agradecérselo a él, pero ni siquiera me prestaba atención.
— ¿Qué tal en la fiesta?
Miré a mi abuela, me puse nerviosa en un instante y la sangre dejó de circular por mis venas. Intenté tragar el nudo de mi garganta con todas mis fuerzas, en vano.
—Genial.
La rápida respuesta de Matt, acompañada de una dulce sonrisa, me despertó del trance. Esta vez sí que me miró, asintiendo con la cabeza mientras me obligaba con los ojos a añadir algo.
—Em... sí, estuvo bien. —Soné menos convincente de lo que me hubiera gustado, pero nadie excepto él pareció darse cuenta.
***
Mi móvil comenzó a vibrar repetidas veces y me obligué a encenderlo con desgana.
*Ella te añadió al grupo: Los tocacojones favoritos de Matt*
ESTÁS LEYENDO
Armadura de Clave |EN AMAZON| ✔️
Romance«Hay quien arroja un vidrio roto sobre la playa. Pero hay quien se agacha a recogerlo.» José Narosky. Dejando atrás las transitadas calles de Irlanda, Billie lucha por encontrar paz después de haber sido consumida por el dolor y la pérdida. Atrapada...