capítulo 6

662 65 4
                                    


Aemond despertó con una sensación extraña, el sonido del viento golpeando las paredes de piedra del castillo le sirvió de despertador. La luz del amanecer se filtraba suavemente a través de las cortinas pesadas, bañando la habitación en un resplandor tenue. El aire era fresco, y una fina capa de rocío cubría las ventanas, indicio de una noche húmeda y fría.

Parpadeó varias veces, intentando ordenar sus pensamientos mientras la confusión inicial se disipaba lentamente. Se dio cuenta de que estaba en la habitación de su hermano Aegon, y que su cuerpo estaba semidesnudo, la ropa arrugada y esparcida por el suelo. No recordaba cómo había llegado allí, ni por qué estaba en ese estado.

Con un leve temblor, intentó levantarse de la cama, pero al dar el primer paso, su pie tropezó con una de las sillas volcadas, y cayó al suelo con un golpe sordo. Mientras permanecía allí, respirando profundamente para calmar la creciente inquietud, los eventos de la noche anterior comenzaron a regresar en fragmentos.

Recordó la tormenta, el rugido de Vaghar, y la decisión impulsiva que había tomado al dejar que el dragón persiguiera a Lucerys y Arrax. Había actuado por orgullo, por una venganza que había anhelado, pero el resultado había sido menos satisfactorio de lo que había imaginado.

Incorporándose con cuidado, Aemond se sentó en el suelo, apoyando la espalda contra el borde de la cama. La habitación estaba en silencio, un contraste con el caos de su mente. Observó el desorden a su alrededor, las copas y platos vacíos de lo que parecía haber sido una pequeña reunión. Aemond no podía entender cómo había terminado allí, pero sabía que algo profundo lo había llevado a ese lugar por instinto.

Levantándose finalmente, caminó lentamente hacia la ventana. Al abrirla, el aire fresco de la mañana lo golpeó, despejando la neblina de sus pensamientos. El cielo estaba un poco nublado, pero el horizonte mostraba signos de despejarse.

Mientras contemplaba el mar agitado en la distancia, Aemond se dio cuenta de que no podía quedarse quieto. Las consecuencias de sus acciones estaban en camino, y aunque no podía deshacer el pasado, sabía que tenía que enfrentar lo que vendría. Cerró la ventana con un gesto firme y comenzó a prepararse para el día, listo para asumir la carga de lo que había provocado.

Cuando se disponía a salir de la habitación, la puerta se abrió de golpe y Aegon entró entre reniegos, quitándose la corona y arrojándola sobre una mesa como si fuera un simple adorno sin importancia. Aegon parecía irritado, su expresión reflejaba la mezcla de hastío y preocupación que lo embargaba.Al ver a Aemond, se detuvo en seco, observándolo durante unos segundos con una mezcla de incredulidad y enojo. Aemond se quedó inmóvil, esperando lo que sabía que sería una confrontación inevitable.

-¿Qué demonios hiciste? -exclamó Aegon finalmente, cruzando los brazos con desdén-. ¿Te das cuenta de las consecuencias?

El menor sostuvo la mirada de su hermano, consciente de que no había excusas suficientes para justificar lo que había ocurrido, pero debía fingir que no era tan importante.

Aegon continuó, su tono una mezcla de frustración y desesperación. -Has desatado una tormenta que no podremos controlar. Con suerte la noticia tardara unos días en llegar a Rhaenyra -Aegon hizo un gesto amplio, señalando el desorden en la habitación, lo miró fijamente, su frustración dando paso a una frialdad calculada. -Aemond -dijo, su voz ahora baja pero firme. - lo que hiciste, y no me refiero a lucerys, no solo me pone a mí en una posición imposible. No puedo permitirme más errores, ni siquiera de parte de tuya.

Aemond sintió cómo esas palabras penetraban profundamente. Sabía que había cruzado una línea, pero escuchar a Aegon rechazarlo tan directamente era más doloroso de lo que había anticipado.

-No quiero que te acerques a mí, Aemond -continuó Aegon, con una determinación que no dejaba lugar a dudas-. Bloquearé los pasajes que conducen a mi habitación. No puedo arriesgarme a que tu presencia aquí traiga más problemas de los que ya tenemos.

El rechazo de Aegon golpeó a Aemond como un torrente incontrolable, y su frustración estalló con una fuerza arrolladora. La tensión entre los dos hermanos era palpable, cargada de emociones intensas y sentimientos reprimidos.

-¿Me echas como si fuera un problema del que puedes deshacerte? -exclamó Aemond, dando un paso hacia Aegon, su proximidad cargada de desafío y una peligrosa intimidad-. ¿Crees que deshacerse de mi resolverá todo?

Aegon intentó mantener su postura, pero la intensidad en la mirada de su hermanolo mantuvo anclado en su lugar, incapaz de apartar la vista. La habitación parecía impregnarse del aroma distintivo de las feromonas alfa de Aemond, llenando el aire con una sensación embriagadora que el rey no pudo ignorar.

-Aemond, entiendes que esto es más grande que nosotros. No puedo arriesgarme...

-¿Arriesgarte a qué? -Aemond lo interrumpió, acercándose aún más, su voz baja y llena de un tono insinuante-. ¿A que descubras que todos te guardan secretos? ¿A que veas que soy el único que puede protegerte de lo que realmente ocurre a tus espaldas?

¿A que se refiere? Aegon sintió un escalofrío recorrer su columna, una mezcla de incertidumbre y una atracción involuntaria que siempre había existido entre ellos, pero que ahora se manifestaba con mayor claridad. El aroma de Aemond despertó recuerdos del día anterior, de momentos confusos y cercanía prohibida que había intentado reprimir.

Aemond lo miró con intensidad, sus palabras llenas de promesas y advertencias.

-Sabes que nadie más se atrevería a decírtelo, Aegon. -Aemond levantó una mano, sus dedos rozando suavemente el brazo de su hermano, un gesto que era tanto un consuelo como una provocación-. Pero yo siempre he estado aquí, dispuesto a enfrentar lo que sea, incluso cuando tú no quieres ver.

La habitación parecía haberse encogido, el espacio entre ellos reducido a un aliento, cargado de una electricidad que ambos hermanos sentían profundamente. El mayor intentó recuperar su voz, pero las palabras se le atoraron en la garganta, mientras su mente procesaba lo que Aemond insinuaba y el recuerdo de la noche anterior.

-Aemond, esto... -Aegon empezó, su voz apenas un susurro, consciente de que cualquier cosa que dijera solo podría empeorar las cosas.

-No tienes que decidir ahora -Aemond dijo, su voz suave pero firme-. Solo recuerda quién está realmente a tu lado.

Aegon, sin poder responder, dio un paso atrás y finalmente salió de la habitación, dejando a Aemond solo, su corazón todavía latiendo con fuerza por la confrontación y la conexión momentánea que habían compartido.

◦•●◉✿✿◉●•◦

Llama Prohibida - Aegond (aegon x aemond)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora