Capítulo 3

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Bajando las escaleras con Byanca no puedo dejar de pensar en que debería haber revisado si las patas del escritorio se podían quitar para llevarme algo con lo que defenderme si deciden atacarme.

Di que sí, como llevar una pata de una mesa por la calle es taaaan normal...

¡A lo mejor en este mundo raro si es normal!

Vale, ¿a quien quiero engañar? Era una pésima idea, solo me queda rezar porque todo esto no sea una trampa.

Ni siquiera crees en Di-

¡Shhhhhh! Detalles sin importancia.

Terminamos de bajar las escaleras y dejamos atrás el enorme edificio para ir hacia las grandes puertas en las cuales los demás nos están esperando.

Cuando llegamos me encuentro a
Dany quién tiene su pelo rubio suelto, unos pantalones cortos negros estrechos y un top rojo que le marca cada curva de su cuerpo.

Ojalá ser como ella.

Y detrás de ella, apoyado en la pared con gesto distraído se encuentra Ray con unos pantalones negros largos y una camiseta blanca de manga corta la cual define a la perfección su cuerpo tonificado. Creo que me quedo viéndolo más tiempo de lo normal porque él levanta su mirada hacia mí y yo trato de desviar la mirada rápidamente.

Pillada.

Me encuentro mirando fijamente un árbol, que no está muy lejos de donde me encuentro, como si fuera lo más interesante que he visto en mi vida cuando Byanca pregunta:

—¿Dónde está Tom?

Justo en ese momento escucho unas pisadas apresuradas detrás nuestra y en un momento se encuentra Tom a mi derecha con las manos apoyadas en las rodillas intentando coger aire por la carrera.

—Per... Don.—intenta decir con la respiración agitada—.Se me había... olvidado el móvil... y... he vuelto a por él... aaayyyy.

Se me escapa una pequeña risita cuando él se incorpora con la cara roja y algo sudada con algunos rizos rozandole los ojos. Lleva una camiseta ancha negra y unos pantalones baqueros largos y anchos que combinan muy bien.

Es como mi estilo de ropa.

Tienes 50 estilos de ropa.

Bueno, soy autentica.

—Bien, ¿nos vamos?—pregunta Dany.

—¡Espera!—la para rápidamente Ray y todos lo miramos sin entender. Él no tarda en carraspear y apartar la mirada—. ¿Podemos ir andando? En Macka me hice un poco de... daño.

Yo lo miro ladeando levemente la cabeza con las cejas enarcadas sin entender. No puedo evitarlo, soy poco habladora (aunque habeces cojo confianza muy rápido y puedo saltarte con la cosa más remota y loca que hayas podido escuchar nunca) y mi cara siempre dice lo que pienso con expresiones como esta.

Los demás en cambio empiezan a asentir.

—Sí, claro.—afirma Byanca—. Total, a mi me ha dado hoy un tirón en la de la derecha y prefiero no usarla por hoy.

Vale.

Ahora mismo parezco el meme del gato negro y blanco que hace: ¿huh?

Pues eso.

¿Huh?

Ellos empiezan a caminar y apresuradamente me uno a ellos mientras empezamos a caminar por las calles.

—¿A dónde vamos?—me atrevo a preguntar.

—Vamos a enseñarte un poco la  isla.—me contesta Ray con gesto indiferente.

MACKA la leyenda de los ingersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora