Capítulo 4

13 7 0
                                    

Que caloooooooooooooor.

Soy un pollo asado.

Me encuentro entrenando, a pleno sol, junto a Tom y a Byanca en el campo de cemento. Desde que hemos llegado nos han obligado a correr, saltar, a hacer flexiones y saltos de tijera y ahora nos encontramos en fila para hacer uno de los circuitos, este tiene unas cuantas anillas de las que colgarte, un rocódromo (bastante alto, la verdad) y por último unas cuantas cuerdas por las que tienes que pasar como si tuvieras complejo de Tarzan.

—Me voy a caer en cuanto intente escalar el rocódromo.—dice Tom nervioso.

—No sería la primera vez.—le contesta Byanca ganandose una miradita de desaprobación de Tom—. No pasa nada, te entiendo. Yo no se como pasar la parte de las cuerdas, ¿cómo pretenden que pasemos de una a otra si no hay un soporte en el que apoyar los pies?

—Pero si eso es lo más facil.—digo mientras veo como uno de nuestros compañeros se cae del rocódromo, pongo una mueca como si yo misma sintiera su dolor—. Solo tienes que hacer la escalada rusa.

Ellos se giran hacia mi extrañados.

—¿La escalada qué?—pregunta Tom.

Eeeh.

—¡La nueva!—me llama el profesor que e evaluó en su momento cuyo nombre me he olvidado y no tengo iniciativa de aprenderme—. Te toca.

Miro hacia delante y veo que, efectivamente, me toca. Miro a mi alrededor y tanto los alumnos que han terminado como los que esperan su turno me miran fijamente, algunos se miran entre si y cuchichean con sonrisas encreidas. Desgraciadamente, ya estoy muy acostumbrada a estas miradas. Cuando entré al instituto era una niña rara que vestía con colores chillones, coletas altas y con un aire muy infantil. Era obvio que era diferente a los demás, con sus ropas escotadas, sus botellonas por las tardes y sus vapes de colores. Yo no quería ser así, yo quería ser yo misma pero las burlas no tardaron en llegar. Con el paso del tiempo me acostumbré a ellas, también descubrí mi estilo de ropa (es decir, cada dia un estilo diferente pero iconic) y aunque ya no era tan rara como antes, seguía siendo yo misma y eso al parecer molestaba a los demás, pero lo que más les molestaba era que sus comentarios yo los recibía esbozando una sonrisa. Esas miradas, esos comentarios... siempre dolerán, pero es mejor no demostrar al enemigo cuan dolido estas ya que cuando ven que esbozas una sonrisa de oreja a oreja su orgullo es dañado. Una sonrisa es un arma muy valiosa que inspira a tus amigos y mantiene a tus enemigos adivinando.

Me giro cara a cara con el circuito y cojo aire y lo expulso mientras me pongo en posición de salida.

—Y... ¡ya!—exclama el profesor.

Corro hacia las anillas colgantes y doy un salto para llegar a dos de estas, empiezo a mover las piernas para coger el impulso suficiente para dirigirme a las siguientes anillas. No me toma mucho tiempo pasar esta prueba, pero cuando llego al rocódromo ya estoy hiperventilando por culpa de la calor. Me agarro bien a las piedras que encuentro en mejor posición y me impulso hacia arriba con rapidez y agilidad. Cuando llego a la plataforma me encuentro con los brazos ligeramente entumecidos y la piel bañada en sudor, que asco. Me pongo de pie para seguir con el recorrido y me fijo que la cuerda esta lo suficientemente lejos como para tener que saltar hacia ella, asique eso hago, cogo algo de impulso y consigo llegar hacia ella, pongo los pies en posición de escalada rusa para poder asegurarme, aprobecho que la cuerda se tambalea y cuando veo que me acerco a la siguiente me engancho y hago exactamente lo mismo que con la primera y así sucesivamente hasta que llego a la última cuerda y cambio la posición de las piernas alrededor de la cuerda para ponerme en posición de bajada clásica y así poder deslizarse mejor por esta. En cuanto toco el suelo escucho que alguien aplaude lentamente y me giro a la vez que apoyo una de mis manos en mi pecho, siento que el corazón se me va a salir. Veo quien está aplaudiendo y me sorprende ver que es Lya quien está al lado del entrenador.

MACKA la leyenda de los ingersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora